Skip to main content
Publicaciones

De la consistencia a la conjetura. Políticas públicas de Estado: sujeto

By 16 marzo, 2019julio 29th, 2021No Comments

Por Fabiana Rousseaux

 

Nuestros hijos van afilando hojas que deshacen corazas.

Jorge Alemán, Iguanas, 1976

 

Efectivamente esta frase del comienzo es la que mejor evoca en la letra poética de Jorge Alemán, la travesía que impulsamos un grupo de psicoanalistas al interior de las estructuras del Estado Nacional en la Argentina, durante la segunda mitad de los años 2000, cuando el Estado puso a hablar a las víctimas del Estado. Abrir la brecha que acallaban esas palabras y disponerse a su incalculable efecto fue deshacer corazas con hojas afiladas. Voy a intentar escribir entonces, acerca de las resonancias que produjeron sobre mi práctica clínico/estatal, las articulaciones teóricas del referente de Una Izquierda Lacaniana… (puntos suspensivos que presentan la tensión entre Psicoanálisis y Política y refieren a una conjetura que intenta no fundar un punto de identificación o consistencia[1]). Es decir, que voy a situarme en la tensa dificultad que se abrió en una experiencia política instituyente desarrollada al interior de un laberinto burocrático, provocando una serie de significantes nuevos, derivados a su vez de la (in)tersección de múltiples discursos que a primera vista no cuajan[2].

Atenta lectora de la obra de Jorge Alemán, sobre todo en el período en que comencé el trabajo clínico en el campo de los derechos humanos, buscando aquello que haga articular el psicoanálisis lacaniano con el discurso político, con el discurso de los derechos humanos, con el discurso proveniente del campo de las víctimas, con el discurso de los 70. Muchas de las lecturas previas me habían llevado a una sucesión de significantes derivados de una interdisciplina más ligada a la política que a lo político[3], con lo cual el encuentro con su obra y con su clínica me produjeron un nuevo efecto de lectura. Pero fue en el momento crucial, cuando tuvimos que “instituir” junto a otros colegas – bajo la decisión política del ex Secretario de Derechos Humanos de la Nación[4]– una nueva práctica clínica en el interior radical de una estructura estatal, donde en lo personal, apelé a sus producciones teóricas, intentando dilucidar el modo de forjar un programa destinado a un “para-todos” sin perder de vista el “caso por caso.” Instante de suspensión y falta de garantías. El amparo institucional fue determinante pero no había experiencia previa en dónde anclar. Ya estábamos ahí en el terreno deSoledad: Común[5]; ¿cómo hacer con eso? era la pregunta que me había tomado por completo, bajo el imperio de la responsabilidad.

El proceso testimonial que se puso en marcha en la Argentina, nos lanzó a una experiencia inédita, y en un texto nodal derivado de esa práctica, escribíamos en 2009: “Dar cuenta de la invención de un dispositivo de trabajo desde el Estado, en el campo de la asistencia a víctimas del terrorismo de Estado, tres décadas más tarde de los hechos que se relatan, es un desafío que nos somete a tensiones de todo orden. Pero fundamentalmente a tensiones en el campo del lenguaje, de la ética y de la praxis. Si hablamos de invención, entonces, no hablamos de experticia (…). Y renunciar a la experticia, lejos de ser una pérdida, es entendido por nosotros como una condición necesaria para dar lugar a lo que -consideramos- es nuestra herramienta de trabajo más valiosa: hacer lugar a la palabra singular de cada testigo del horror y garantizar así el derecho que asiste a las víctimas, que es hablar en nombre propio para esgrimir su verdad, sin dejar de lado que esa verdad habla de un acontecimiento social.”[6] Los legados de nuestros referentes en el campo del psicoanálisis en intersección con lo social,aportaron a la construcción de un sólido corpus teórico que se había constituido en torno a estos temas; pero 30 años después ya estábamos en un nuevo momento sin precedentes a nivel mundial dado que el proceso de justicia que se desencadenó no tenía relación con los procesos llevados a cabo en otros lugares del mundo.[7] Y sobre ese proceso –además- debíamos montar un dispositivo clínico.

Allí me topé con la diferencia central que introdujo Jorge Alemán entre subjetividad y sujeto, lo cual me permitió establecer una orientación de la clínica al interior de la lógica generalizable de las políticas públicas. ¿Cómo custodiar ese lugar? ¿Qué discurso se podía mantener a salvo, en medio del aparato generalizable en el interior mismo de lo traumático? Cómo y desde dónde podíamos responder al hijo de desaparecido[8] que llegó al Centro de Asistencia del Ministerio de Justicia[9] y dijo “no vengo a cobrar el dinero de la reparación económica, vengo a que el Estado me garantice una piscina para nadar con mis hijos”. – ¿Una piscina para nadar con sus hijos? – “Sí, porque es el único recuerdo que tengo de mi padre”[10]. La tarea de llevar adelante políticas públicas atravesadas por la lógica de aplicación masiva que los dispositivos jurídicos y estatales imponen indefectiblemente, no fue sencilla siendo que pretendíamos no renunciar a la complejidad de los casos particulares que abordábamos, pero sobre todo en la obstinación de dirigirnos a un sujeto, entendiendo que lo “inapropiable”[11] no está en el campo de la subjetividad y que como analistas debíamos estar advertidos de ello.

Establecer esa diferencia tomando las teorizaciones de Jorge Alemán al respecto, fue el elemento ordenador, sobre todo la política del sujeto emanada del “llamo político al instante en donde el sujeto adviene y llamo política – en cambio – a las producciones de subjetividad”[12] para intentar hacer otra cosa con la enorme pregnancia que el discurso de los derechos humanos lleva implícita (tanto en el orden jurídico como político) complejizando la trama del uno a uno. Lo que nos tocó escuchar en ese momento instituyente, fue el trauma que provoca la violencia en su dimensión de crimen organizado desde el Estado, al interior del propio Estado. Un trauma que muchos autores proponen pensar como trauma social en tanto ningún ciudadano puede estar des-afectado de las incidencias que han tenido esos hechos en el lazo social. En esas coordenadas debimos intervenir, sin perder de vista que a quien escuchábamos era también un sujeto singular que debía conmover el lugar objetivante de la pura victimización, para comenzar a hablar en su dimensión más íntima de las particulares marcas que estos hechos le habían provocado. Nos preguntábamos en ese recorrido ¿Cómo sostenernos desde una ética en el campo de la técnica? ¿A qué ética acudir?[13]

En términos de Jorge Alemán, estábamos en el dilemático movimiento de Lo imposible-Contingente, Necesario-posible; o dicho de otro modo en la pregunta sobre cómo enlazar allí una clínica que funde su práctica en “actos políticos instituyentes” sobre el andamiaje instituido, que si bien suele producirse, surgiendo de un colectivo anónimo, es a condición de no borrar la memoria, la huella, la impronta de aquel acto instituyente[14]. El pasaje por el lugar mortífero de los CCD[15], donde se han arrasado la dignidad, la posibilidad de asumir decisiones propias, el derecho de asentir subjetivamente sobre los propios actos, las decisiones más íntimas incluso hasta quitarse la vida frente al tormento (biopolítica, poder de hacer vivir en términos foucaultianos), produjeron una figura muy sólida y contundente: la víctima de lesa humanidad, plagada también de significaciones y estándares técnicos. Apropiada como está esa figura, de una vasta bibliografía, una contundente nosología evaluatoria, una aguda clínica política, etc y sin embargo quien acude a la cita del dispositivo clínico es siempre un sujeto que encontramos en otro lado. No está nunca allí donde habla de los “hechos atroces”, no está en lo que se espera escuchar, está en las fisuras del discurso, en lo inaudible. La producción de subjetividad[16] derivada del campo de las víctimas, tomada por completo por la técnica, no explica el surgimiento de la singularidad, aquello irrepetible, eso que nos hace ser a cada uno quienes somos[17]aún frente a los actos por excelencia totalizantes y homogeneizantes como son los producidos en los inefables circuitos concentracionarios.La fabricación en masa de la desaparición, no provoca las mismas consecuencias en todos los sujetos. Y en las narrativas consistentes y coaguladas, que el testimonio jurídico le exige a las víctimas –sobrevivientes de esa experiencia atroz-, no hay modo de que quien responda no sea el Sujeto topándose siempre con lo Real.

Este Real del que hablamos en el campo discursivo de las víctimas de delitos de lesa humanidad, está hecho de otra cosa, no es el Real a secas de la existencia hablante, sexuada y mortal, sino que a ese Real hay que superponerle una articulación siempre imposible, con lo Horroroso e intraducible de los hechos que no constituyen la verdad en sí misma, sin embargo la impregnan de sentido, la totalizan de sentido, la invaden, y ya nada puede dividir a la figura del exceso de sentido con la que carga esta particular víctima. Entonces, frente a la sacralidad de esa investidura, la pregnancia de los ideales intentan hacer hablar al Sujeto Supuesto Saber en el que se convierte la figura de La Víctima (con mayúsculas porque atrapa al Sujeto en el discurso total que se pone en marcha y habla al Sujeto). Se espera de él la entrega radical al sentido. Sin embargo el exceso traumático requiere una invención, un lenguaje fuera de lo universal. Se trata entonces de lograr toparse con el imposible de transmitir a un Todos.

En una entrevista que Daniel Freidemberg le realiza en Bs As, en 2016, Jorge Alemán plantea: “Hay un momento en donde en todo acontecimiento hay una equis y luego hay algo que trata de alojarlo. Nunca lo aloja bien, porque la institución y el acto instituyente no se llevan bien. Ese es el problema, por eso puse los dos puntos entre “soledad” y “común”, porque no va a haber un pleno encuentro entre lo que es un acto que instituye algo y lo que lo recibe.”[18] Si la responsabilidad es lo que define al sujeto de derecho, ese es también el sujeto que podemos introducir en el campo de la clínica psicoanalítica. Allí no podemos dirigirnos a la víctima por una imposibilidad lógica. No obstante ello, fue desde el dispositivo producido por el discurso estatal desde donde surgió esa clínica, donde el Estado clama y exige esa figura para alojarlo. Centro de Asistencia a Víctimas. Este punto es modal ya que a su vez el reconocimiento de esa figura es el “reparo/amparo” que en sí mismo el Estado otorga, es decir, al tiempo que certifica la condición de víctima asume la responsabilidad por los crímenes cometidos y eso es en sí mismo un cambio de posición radical en el lazo víctima-Estado. Allí entonces una precisión clínica de Jorge Alemán: “El Sínthoma se hace con la estofa de Lalengua. Lalengua no es el Lenguaje, el lenguaje, tal como lo indica Lacan en el Seminario Aún, es una elucubración “científica” sobre Lalengua. Lalengua es imposible de estratificar, dividir, jerarquizar o limitar, pues la misma es el lugar donde el habla “habla”, y no sabe que goza de ello, donde el “sin ton ni son” la nutre permanentemente; por ello Lalengua carece de puntos de anclaje que garanticen su significación.[19]

Lo traumático nos enfrenta a la suspensión de la palabra, es lo que se presenta como lo imposible de pasar por el lenguaje. La extrañeza que invade al testigo, frente al relato que emana de sí mismo implica la confrontación con una verdad íntima que se torna extranjera para quien la porta y es enunciable en tanto verdad-extraña[20], éxtima en términos de Lacan, ya que en tanto verdad propia se torna imposible y dudosa. La subjetividad, en la medida en que compromete a un sujeto múltiple social, plantea otros dilemas. La verdad que portan los testigos nos pertenece a todos. Sin embargo no sabemos nada de ella. En un seminario dictado por Jorge Alemán en Málaga en enero del 2009, él trae a colación el extracto de una entrevista realizada por Amadeo Damacia, en el libro Derivas del discurso capitalista[21]:

AD: Para concluir, ¿cómo piensa que debería situarse el psicoanálisis frente a las ofertas masivas de tratamiento? ¿Debe camuflarse de psicoterapia, para, una vez captado el paciente, trabajar puertas adentro con los principios del psicoanálisis, tal como pensó Lacan que debía hacerse?

JA: En las ofertas masivas de tratamiento – al modo de la autoayuda, o de las políticas de los laboratorios, o de las psicoterapias-mercancías -, no creo que haya mucho que hacer. Pero sí en el psicoanálisis aplicado, donde cualesquiera que sean las condiciones institucionales – hospitales, centros de salud, trabajadores sociales, etc. -, la inspiración psicoanalítica puede siempre colaborar con hacer surgir la dignidad de la existencia.

El Sujeto que emerge en ese acto fundamental que es el testimonio, irrumpiendo con una verdad que no le pertenece estrictamente, sino que “nos pertenece”[22], ejerce un lugar de interpelación que Jorge Alemán muy bien describió del siguiente modo: “Esa misma imposibilidad que hay entre el testimonio y lo que se pone en juego el intento de dar cuenta de aquello que no se puede dar cuenta pero es un deber dar cuenta, es la misma relación de imposibilidad que hay entre el derecho y la justicia. …pero hay justicia en la medida en que No todo queda en el campo del derecho, …si esa imposibilidad se cancela, si todo queda en el campo del derecho…, el testimonio pierde su fuerza interpelante”[23].

¿De dónde surge esa fuerza interpelante? De la imposibilidad nos advierte Jorge Alemán, y es en esa imposibilidad donde emerge el sujeto, múltiple[24] es quien otorga a estos casos que estamos analizando un sentido de la historia. Nuestro lugar de “testigos de los testigos” es una valla central y radical frente a la fragilidad y vulnerabilidad del testigo integral que analiza Primo Levi y retoma Giorgio Agamben, es decir aquel que, habiendo atravesado la experiencia hasta el fin, es paradójicamente el que no puede testimoniar, por ser el verdadero testigo, el testigo absoluto, encarnado en una figura que él llama musulmán.[25] Trabajamos sobre un campo de invenciones y neológicas, es decir un campo instituyente, conjetural, sin garantías y con fisuras.

El “neologismo[26]” desaparecido no se inscribió del mismo modo en otros países de la región que transitaron por la experiencia del genocidio incluso bajo la vigencia de una coordinación represiva que produjo la circulación de cuerpos desaparecidos por las mismas topologías invisibles de la violencia. No logró anclar como significante del mismo modo que en esta sociedad. Cada vez que se impone este significante sucede algo en torno a esta imposibilidad o resonancia coagulada del significante. ¿Esa resonancia coagulada, dio lugar a un nuevo significante? El territorio del testimonio instaló interrogantes que desconocíamos; luego de los juicios que es lo que resta, ¿qué es lo que queda? Puntualizar este aspecto de lazo es indagar sobre el legado que hizo posible la puesta en marcha del dispositivo testimonial a gran escala. Más de 180 juicios en todo el país en el período 2006/2017[27]. Hubo una decisión social que se articuló años más tarde con una decisión estatal. Y en esa trama debemos leer entonces la emergencia de lo instituyente. ¿Es pertinente pensar entonces que esa construcción marcó una experiencia nueva que constituyó un “nuevo nombre”? Sin la cadena significante producida al interior de los organismos de derechos humanos con efectos en el corpus social como fueron las diversas sanciones sociales en épocas de impunidad como los escraches, los juicios por la verdad, los juicios in absentia, etc, los testimonios no hubieran tenido el mismo estatuto.

Para finalizar en Septiembre de 2016[28], Jorge Alemán señaló que “Lo que ocurrió con los derechos humanos en este país, dio lugar a un sujeto político sin precedentes. Si bien se articuló a una política de Estado, se mantuvo siempre en su manera de tratar a los testimonios y las políticas de memoria, una tensión permanente que no se redujo a lo administrativo jurídico o del derecho, mantuvo siempre la conexión con lo imposible, la justicia. Junto con la invención del sujeto político me parece una operación extraordinaria, no tanto la idea de vamos a ver qué puede decir el psicoanálisis de esto, sino cómo es el psicoanálisis después de esto.” En estos días mientras termino de escribir este texto, en Argentina se produjeron dos sentencias emblemáticas, una sobre la megacausa ESMA y la otra sobre el circuito represivo ABO (CCD Atlético-Banco-Olimpo) y allí pudimos corroborar que a pesar de los intentos negacionistas del gobierno actual, los testigos han tomado la palabra, sosteniendo un legado para seguir apostando a un proyecto emancipatorio y transformador, sin garantías. Sostenidos en el deseo de justicia y encarnado en lo inapropiable del sujeto. “Brutal imaginería. Ráfaga furiosa de viento que no respeta mis jardines de locura. Joven caminante de los pabellones cantando odas al confinamiento. Y por qué no ser un rendido suplicante pidiendo perdón a los Dueños de la Ley. Mi ser ha sido prohibido y han vejado mis sentimientos haciendo de mis sitios un triste campo de heridas flores. Mi nombre sólo se puede pronunciar en sueños. Mi edad es una ciudad perdida”.[29]

[1] Tal como lo expresó Jorge Alemán en Soledad: Común.

[2] Unir las partes de un líquido para convertirlo en sólido.

[3] Jorge Alemán, Horizontes Neoliberales en la subjetividad, (Buenos Aires: Grama), 2016.

[4] Dr. Eduardo Luis Duhalde.

[5] Jorge Alemán, Soledad: Común, (Madrid: Capital Intelectual), 2012

[6] Eduardo Duhalde & Fabiana Rousseaux, El ex detenido-desaparecido como testigo de los juicios por crímenes de lesa humanidad, (Buenos Aires: Fundación Eduardo Luis Duhalde), 2015.

[7] En Argentina se juzgaron crímenes de lesa humanidad con justicia ordinaria y no se crearon Tribunales especiales para esos juicios.

[8] Nombre con el que suele designarse a quienes tienen uno o dos padres/madres “desaparecidos” como consecuencia del accionar represivo del Estado.

[9] Centro de Asistencia a Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos Dr. Fernando Ulloa e la SDH de la Nación, fundado en Argentina en 2011 pero funcionando desde 2005 bajo el Programa Consecuencias actuales del terrorismo de Estado y el Plan nacional de Acompañamiento a testigos víctimas del terrorismo de Estado.

[10] Entrevista de admisión de un hijo de desaparecidos en el Centro de Asistencia de la Secretaría de Derechos Humanos de Nación (Argentina), donde se tramitaban en ese momento –entre otras actividades clínicas- los pedidos de evaluación de daño en el marco de las leyes reparatorias que el Estado otorga a los familiares de desaparecidos, o víctimas directas como los ex detenidos.

[11] Jorge Alemán, Horizontes Neoliberales en la subjetividadop. cit.

[12] Ibid.

[13] Eduardo Duhalde, & Fabiana Rousseaux, op. cit.

[14] Jorge Alemán, Horizontes Neoliberales en la subjetividadop. cit.

[15] Centros Clandestinos de Detención, tal como se los denomina en la Argentina, que podríamos utilizar como sinónimo del Campos de Concentración Nazis o de otros genocidios de la historia. También se utiliza en la Argentina la expresión CCDTyE (Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio)

[16] Jorge Alemán, Horizontes Neoliberales en la subjetividadop. cit.

[17] Ibid.

[18] Alemán, Horizontes Neoliberales en la Subjetividadop. cit.

[19] Jorge Alemán, Soledad: Común, (Madrid: Capital Intelectual), 2012.

[20] Eduardo Duhalde & Fabiana Rousseaux, op. cit.

[21] Alemán, J; Derivas del discurso capitalista, (Málaga: Miguel Gómez), 2004.

[22] Los crímenes de lesa humanidad afectan a la humanidad toda, en ese sentido los sobrevivientes nos hablan de lo que “nos sucedió” y en un sentido temporal estricto de lo que “nos sucede” ya que además se trata de crímenes imprescriptibles cuyos efectos también lo son.

[23] En el marco de la presentación de Territorios Clínicos de la Memoria (http://tecmered.com/) en el Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires.

[24] Como lo he denominado en Eduardo Duhalde & Fabiana Rousseaux, op. cit.

[25] Giorgio Agamben, Lo que queda de Auschwitz, (Madrid: Pretextos), 1998.

[26] Llamo neologismo a la palabra “desaparecido” porque la representación tan sólida a la que alude en lo social es la consecuencia de un hecho social particular de la Argentina que es haber tenido que pensar con una neológica el destino final de 30.000 personas. (He planteado el concepto de 30.000 en: http://www.agenciapacourondo.com.ar/relampagos/30000-el-numero-de-la-dimension-del-crimen-masivo)

[27] Para más precisiones ver: http://www.fiscales.gob.ar/wp-content/uploads/2016/07/Informe-Estadistico.pdf

[28] En el marco de la presentación de Territorios Clínicos de la Memoria (http://tecmered.com/) en el Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires.

[29] Ibid.


Este texto está disponible en #LacanEmancipa

Compartir: