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El pañuelo blanco y la disputa por los límites de la vida. Género y precariedad en la lucha de la Asociación Madres de Plaza de Mayo

By 14 marzo, 2021agosto 27th, 2021No Comments

VIRGINIA MORALES
(CONICET, IAPCS-UNVM. Miembro de TeCMe)

 

Me voy a referir a los procesos de articulación que acontecen entre la Asociación Madres de Plaza de Mayo (AMPM) y las luchas de colectivos transgéneros, travestis, transexuales y la participación activa de las Madres en algunas problemáticas que forman parte de la agenda feminista y de los movimientos de mujeres y lesbianas en la actualidad, como son el aborto y la violencia de género.

Me parece interesante detenerme en estas articulaciones porque no siempre estuvieron presentes en las Madres y porque respecto de las temáticas que estas articulaciones involucran, las Madres no siempre tuvieron el mismo posicionamiento.

Para ello, voy a partir de tres puntos que me llevan a plantear las preguntas que van a guiar estas reflexiones.

El primer punto hace referencia al apoyo de la AMPM al aborto legal, seguro y gratuito. Un apoyo que se plasma, por ejemplo, en la participación de las Madres en las actividades del colectivo Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto (participación en el Congreso de abril de este año, el libro Todo lo que querés saber sobre cómo hacerse un aborto con pastillas dos veces editado por la editorial de las Madres y compilado por dicho colectivo). Sobre esto, me interesa retomar la pregunta que emergió en diferentes sectores al momento en que la AMPM se pronunciara por la necesidad de legalizar el aborto. La pregunta es: ¿Cómo siendo madres aprueban el aborto? Me interesa rescatar esta pregunta, porque así planteada, es una pregunta que interpela a la maternidad o, dicho de otro modo, a la mujer a partir de su capacidad de dar a luz vida.

El segundo punto, tiene que ver con la participación de la AMPM en la lucha contra la violencia de género y que hoy toma la forma de un convenio firmado entre las Madres y 10 municipios de la provincia de Buenos Aires, con el objetivo de articular políticas activas para las víctimas de violencia de género a través de “Espacios Solidarios de Protección”. De este modo, “El pañuelo blanco como techo solidario de protección” supone la construcción de 17 centros destinados a la atención médica, psicológica y jurídica de mujeres golpeadas. En la presentación de estos nuevos “Espacios Solidarios de Protección”, el vicepresidente, Amado Boudou decía: “Tiene que ver con una característica de las Madres, siempre apostar por la vida y no pedir permiso”. Sobre esta afirmación, nos preguntamos: ¿Por qué vida o vidas apuestan las Madres? ¿Qué vidas caracterizan la lucha de las Madres?

Y el tercer punto, se refiere a la participación y el apoyo de las Madres en las demandas de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT), la Agrupación Nacional Putos Peronistas (ANPP), Espacio Queer, entre otros colectivos transgéneros, travestis y transexuales. En este sentido, me parece representativo destacar que las Madres apoyan la Marcha del Orgullo desde su primera realización en el año 1992, se manifestaron a favor de la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género. Son madrinas de la cooperativa textil “Nadia Echazú” coordinada por Lohana Berkins y concretaron junto a la ANPP y la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo el “Plan de Documentación para Población Trans”, articulado con el RENAPER (Este es un reclamo histórico de dicha agrupación). Mientras tanto, miembros de estos colectivos son convocados en reiteradas oportunidades para participar de los espacios radiales, televisivos y de revistas que las Madres llevan adelante. Por su parte, desde estas organizaciones recién mencionadas, se han otorgado diferentes reconocimientos a la AMPM por la contribución a los derechos humanos de los colectivos que representan. A partir de ello, y también retomando la afirmación que Lohana Berkins realizó en distintas oportunidades respecto de que la “sociedad no dimensiona el aporte que las Madres le hicieron a la concepción de derechos humanos”, me pregunto: ¿cuál es el aporte que las Madres le hicieron y le hacen al concepto de derechos humanos? y ¿cómo pensar ese aporte?

Entonces, tres puntos, en los que están presentes las preguntas por la “vida”, por la “mujer” (en el caso del aborto, por una “mujer” asociada a la “maternidad”) y por los “derechos humanos”.

Como analicé en un escrito anterior (Morales, 2012), durante la década del ’90 y la crisis que sacudió al país en los años 2001 y 2002, la AMPM continuó ejerciendo un rol de oposición y cuestionamiento al orden social, que tuvo su inicio durante el período de la dictadura y que luego fue retomado en la presidencia de Alfonsín. Como resultado de su oposición a las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, a la compensación económica para los familiares de desaparecidos, a los homenajes póstumos, a las listas con los nombres de los desaparecidos, a la exhumación de cadáveres, a los indultos y a la participación de represores en los gobiernos democráticos, entre otras acciones que definían la hegemonía de aquel entonces, las Madres identificaron un mismo y único enemigo. Se constituía así, para este organismo, una línea de continuidad entre la dictadura militar, los gobiernos que se sucedieron luego del ’83 y las políticas que implementaron.

De este modo, las Madres continuaron una lucha que había cobrado una visibilidad y preponderancia inédita en el período de transición a la democracia. No obstante, los acontecimientos habilitaron un desplazamiento del discurso más allá de sus propios límites; las mismas consignas redefinieron sus significados y referentes. Esto es, luchar por los “30 mil desaparecidos” y luchar “Por la Vida” en un contexto de pretendida reconciliación nacional y aumento de la desigualdad y la exclusión social, significará para las Madres continuar la lucha iniciada por sus hijos. Lo cual implicará luchar por y junto al pueblo, por y junto a los desaparecidos del sistema, a los desocupados, a los jubilados, a los pobres e indigentes, a los desalojados, a los estudiantes, a los docentes, a los trabajadores, a los enfermos de HIV-SIDA, a los analfabetos, a las víctimas del gatillo fácil y la represión policial, a los que resisten y a los que cuestionan la hegemonía neoliberal. Por lo tanto, el comienzo del nuevo siglo, encuentra a estas madres de desaparecidos redefinidas en términos de ‘madres del pueblo’, que como tales, actúan en articulación con otros organismos de derechos humanos y con diversos colectivos de protesta y movimientos sociales de resistencia al neoliberalismo y opositores al sistema político tal como se había constituido desde la vuelta a la democracia.

Lo que me interesa rescatar de lo dicho, reside en que este proceso de socialización de la maternidad que devino en una lucha que las posiciona como “madres del pueblo”, y como “madres revolucionarias” luego, y que las habilita a establecer lazos con aquellos desaparecidos -excluidos o desplazados a los márgenes- del sistema, implica una lucha por aquellas vidas inducidas a un estado de precariedad maximizada y producida políticamente. O dicho de otro modo, la precariedad definirá los límites de lucha, y en este sentido, definirá las “vidas” por las cuales llevar adelante la lucha.

Al hablar de precariedad retomo el concepto como lo piensa Judith Butler. Con esta categoría, la autora afirma en primer lugar que toda vida es precaria, esto es, hay una “común precariedad [precariousness] que presupone la vulnerabilidad social de nuestros cuerpos” (Mattio, 2010:2). Así, la precariedad hace referencia a “aquellas condiciones que amenazan la vida y la hacen escaparse de nuestro propio control” (Butler, 2009:322). En segundo lugar, Butler muestra una precaridad [precarity] producida políticamente y que intenta crear más precariedad para unas poblaciones que para otras. Cuestión que pone de manifiesto que esta común vulnerabilidad no se halla repartida de modo homogéneo entre todos los seres humanos, sino que nos encontramos con una distribución diferencial de la precariedad. Una distribución diferencial que está ligada con la distribución diferencial de la salud y de los bienes, y que también se relaciona con el aspecto de la vida humana expuesta al hambre, a la intemperie, a la violencia o la destrucción. En este sentido, “no toda vida es destinataria de la protección que merece […] Mientras que ciertas vidas están altamente protegidas, otras ni si quiera son merecedoras de duelo” (Mattio, 2010:2).

Respecto de ello, Butler destaca en su argumento que aquellas vidas destinatarias de protección y merecedoras de duelo emergen en un entramado de normas y regulaciones que las contienen, las preceden, las exceden y las reconocen como vidas posibles y deseables de ser vividas. Al mismo tiempo que dichas normas y regulaciones producen la borradura de otros cuerpos y subjetividades que aparecerán como inasimilables a dicho horizonte regulativo (Mattio, 2010) y que, de este modo, serán colocados en los márgenes de los marcos de inteligibilidad.

La lucha de las Madres en los ’90 es una lucha por aquellas vidas precarizadas (en el sentido político en que Butler retoma el concepto); por aquellas vidas amenazadas y violentadas por el sistema neoliberal y las políticas implementadas desde el Estado, que sufren la carencia de soportes sociales, sanitarios, jurídicos y económicos, quedando marginadas y expuestas a enfermedades, pobreza, hambre, etc. Y es precisamente en este marco de lucha y de apertura de la maternidad a la precariedad, en donde emergen y adquieren sentidos las relaciones de articulación entre las Madres y colectivos de la diversidad sexo-genéricas, como ALITT.

La precaridad en tanto condición política inducida de vulnerabilidad maximizada está directamente relacionada con las normas de género, “pues sabemos que quienes no viven sus géneros de una manera inteligible entran en un alto riesgo de acoso y violencia” (Butler, 2009:323). Por lo tanto, los lazos de apoyo y cooperación que se establecen entre las Madres y colectivos transgéneros, travestis y transexuales desplazan la lucha “Por la Vida” hacia un espacio en el que se verán involucrados aquellos “cuerpos que no importan”, esto es, aquellos cuerpos sexuados que están privados de sus derechos más elementales, que son patologizados y/o criminalizados, que no parecen resultar relevantes en el ámbito público y que no forman parte de los marcos de inteligibilidad deseados y aceptados por los patrones heteronormativos y patriarcales hegemónicos. En pocas palabras, la AMPM deviene en un sitio de resistencia a las normas hegemónicas de género y en un sitio de lucha por el reconocimiento de nuevas corporalidades y nuevas subjetividades sexo-genéricas. Dicho de otro modo, la lucha “Por la Vida” es una lucha por límites de la(s) vida(s) humanas, es una lucha que politiza y disputa aquello que puede ser vivible y deseable.

En relación con lo dicho, podemos decir también, que la lucha de las Madres es una lucha que interviene en la distribución diferencial de la precariedad, y que hoy, luego de sancionadas las leyes de Matrimonio Igualitario y de Identidad de Género, en el contexto de un Estado al que ya no perciben en la misma línea de continuidad que las llevaba a identificar a un único y mismo enemigo, continúan interviniendo sobre dicha distribución diferencial y discutiendo los límites de lo vivible. Así, al espacio de lucha que articulan con los colectivos trans y travestis que mencionamos antes, se incorporan otras demandas que forman parte actualmente de la agenda de feministas, lesbianas y mujeres, como son la legalización del aborto y la violencia de género.

Éstas últimas, dos formas de precariedad que se insertan en una lucha por la vida y los derechos de las mujeres. Pero, ¿qué mujeres? Mujeres pobres, violadas, maltratadas, golpeadas, marginadas, carentes de seguridad jurídica; mujeres que mueren día a día producto de femicidios o de la realización de abortos ilegales. En consecuencia, su posicionamiento respecto del aborto y la violencia de género se desarrolla también en una lucha que politiza y problematiza los límites de la vida, debido a que hace visibles toda una serie de prácticas clandestinas que llevan adelante las mujeres y que permanecen invisibilizadas en el horizonte cultural y político hegemónico, como son la práctica del aborto y las formas de abortar.

De este modo, en particular la lucha por la legalización del aborto no es una lucha que cuestiona o confronta con la maternidad, sino que es una lucha, en términos de Hebe de Bonafini, “contra el crimen”, “contra la ilegalidad”, y agregamos aquí, contra la distribución diferencial de la precariedad. Es una lucha que se define en la necesidad de proteger y garantizar la vida de las mujeres que mencionamos anteriormente. Es una lucha que implica la demanda por el reconocimiento de la “libertad de elección” que supone la maternidad. Y en este sentido, es una lucha que visibiliza el lazo contingente que asocia a la mujer con la maternidad.

Por lo tanto, un nuevo elemento se incorpora aquí, la lucha “Por la Vida” en tanto lucha por los límites de la definición de las vidas que importan, al mismo tiempo que se constituye en un sitio de resistencia a las normas hegemónicas de género y en un sitio de lucha por el reconocimiento de nuevas corporalidades y nuevas subjetividades sexo-genéricas, deviene en un espacio de protección y lucha por los derechos de aquellas mujeres expuestas al daño, la violencia y la muerte.

Finalmente entonces, considero que pensar la lucha de la AMPM, como una lucha que disputa los marcos normativos que delimitan qué vidas merecen ser vividas, y por lo tanto, protegidas, y cuáles no, permite pensar que la lucha por los derechos humanos que llevan adelante las Madres, puede ser pensado como una lucha que al mismo momento que demanda el reconocimiento de corporalidades que no forman parte del campo de lo inteligible, pone en discusión y redefine los límites de “lo humano”, y así, del sujeto que será merecedor de derechos, cuestión que inserta a la AMPM en un campo de lucha mayor que acontece actualmente por los límites de la ciudadanía y de la democracia.


Referencias bibliográficas

Butler, Judith (2009). “Performatividad, precariedad y políticas sexuales” en Antropología Iberoamericana, vol 4, nº 3, pp. 321-336.

Mattio, Eduardo (2010). “Precaridad, ontología social y violencia estatal” en Actas II Encuentro de Equipos de Investigación en Teoría Política, Septiembre, Córdoba.

Morales, Virginia (2010). De la cocina a la Plaza. La categoría “madre” en el discurso de las Madres de Plaza de Mayo, Eduvim, Villa María.

Morales, Virginia (2012). “Asociación Madres de Plaza de Mayo: kirchnerismo y resignificación” en Barros, Mercedes; Daín, Andrés; Morales, Virginia (comps.) Escritos K, Eduvim, Villa María.


* Este texto fue presentado en el Panel “Género(s) y feminismo(s): el concepto de “mujer” como dispositivo de subjetivación. Debates en torno al género en el actual proceso de resignificación del sujeto político” organizado en el marco del II Congreso de Pensamiento Político Latinoamericano realizado en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo en noviembre de 2012.

También se encuentra publicado en 30.000 Revoluciones, Revista de la UPMPM, Año 5, N° 5, diciembre 2012, pp. 83-87.

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