por Fabiana Rousseaux
Hace muchos años en un texto que presenté en un ateneo clínico de psicoanálisis, decía que los/las hijos/as biológicos de torturadores, desaparecedores y desaparecedoras, habían transitado por caminos muy sinuosos donde lo biológico funcionaba como un límite atroz y que había desencadenado en el suicidio de algunxs de ellxs. Conocemos la muerte o enfermedades terminales autoinmunes de algunas personas que siendo niñxs padecieron la apropiación o desaparición de sus padres, aún incluso cuando no hayan sido apropiadxs. Todo ello producto de las violaciones de DDHH cometidas. En el caso de las personas apropiadas, el reencuentro con los lazos sanguíneos pero sobre todo con los familiares que siempre los buscaron, hicieron posible el reencuentro con el deseo, último reducto de resistencia y libertad frente a todo el dolor provocado. No es así en el caso de lxs hijxs biológicos de los torturadores. Las entrevistas que circulan estos días -donde luego del caso de Rita en el 2005 que decidió quitarse el apellido de su padre y hasta ahora no se habían vuelto a hacer públicos casos así- ponen en evidencia un nuevo estrago social. No porque no existiera. Hubo situaciones y consultas y conversaciones que mantuve con algunxs de ellxs -muy pocos- durante este tiempo. Son situaciones trágicas, sin tercero de apelación (tomando un concepto de Ulloa), hasta que la sociedad, se convierte en ese tercero (el 2×1 desencadenó algo de esto). Son trágicas también porque no se pueden pensar en términos de la lógica social solamente y hay que apelar a otras coordenadas del sujeto. En algunos casos se han complejizado mucho las respuestas, hijxs apropiadxs que no pueden terminar de desalienarse de los delitos cometidos por sus apropiadores, como por ejemplo su propia apropiación, e hijxs biológicxs que se quitan los apellidos. Esto demuestra que los efectos incalculables siguen mostrando nuevos rostros de la magnitud de la tragedia social desencadenada por los responsables de estos crímenes. Y un interrogante a los analistas -donde nos distanciamos de la mirada netamente política, social y comunicacional- un padre torturador en lo social y un padre torturador en su función, no son lo mismo. Sin dudas, ambas dimensiones interpelan muy profundamente a sus hijxs -no sus “apropiadxs”, sino sus hijxs-, pero esta diferencia es un norte para pensar la pregunta que Erika subraya:
-Periodista: ¿lo odiás?
-Erika: no lo perdono.
Son dos registros bien distintos y en algunos casos los padres/madres (porque también las hubo y hasta hoy no sabemos mucho de eso) torturadores en su función, coincidieron con los padres torturadores involucrados en los insoportables e imprescriptibles crímenes que cometieron. Debemos pensar mucho y muy responsablemente en estos registros. Las consecuencias aún no las hemos llegado a dimensionar.
Sugerencia de lecturas de testimonios y entrevistas a hijxs y nietxs de responsables de crímenes de lesa humanidad
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-54880-2005-08-10.html
http://www.revistaanfibia.com/cronica/marche-contra-mi-padre-genocida/