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La certeza gozosa y “la vecinita de enfrente”

By 28 octubre, 2022No Comments
Por Fabiana Rousseaux 
Extraído de Contraeditorial.com

Las imágenes de personas riendo a carcajadas frente a verdugos que rapaban las cabezas de mujeres sometidas al escarnio público, que hace muchos años pude ver en Berlín en la instalación Topografía del terror, me recuerdan, a su vez, a las imágenes que vemos por estos días en los medios de comunicación. Sobre todo, me retornan a partir de dos frases de la “vecinita de enfrente”.

En aquellas imágenes subyacen las certezas que se tornan esencia gozosa en nuestra escena vernácula. La “vecinita de enfrente” dijo: “Estoy disfrutando todo esto”, en referencia a ofrecer sus notas por todos los medios de comunicación, sin importar cuál; y un poco después añadió: “No se trata de personas violentas sino indignadas, porque –acá va el meollo– violencia también es que Massa salga con el auto por la puerta grande como si fuera un héroe de un modo bastante provocativo, en lugar de salir como sale cualquiera por el estacionamiento”.

 

He aquí la emergencia de una verdad que refiere a una magnífica afirmación de Lacan cuando dice que “la meta es que el goce se confiese”. Si acá no encontramos el núcleo duro de la certeza gozosa, que además rompe con toda la estructura del discurso razonable que porta esta mujer y la liga en ese punto a la “banda de los copitos”, no logramos entender frente a qué acontecimiento estamos. Ese odio desencadenado por lo que le suponemos al Otro, lejos de ser inconsistente, cobra una enigmática consistencia y una certeza amenazante.

Ese odio desencadenado por lo que le suponemos al Otro, lejos de ser inconsistente, cobra una enigmática consistencia y una certeza amenazante.

El odioamoramiento del que habla Lacan, ese neologismo con que se refiere a la ambivalencia estructural y primaria del amor vehiculizando el odio, donde el goce se despliega de modo descarnado, constituyendo, podríamos decir, “un mar de goce”, revela algo de las palabras obscenas que circulan por la ciudad frente a un magnicidio fallido del que no estamos segurxs aún que hayamos salido ilesxs, ni la vicepresidenta de la Nación ni nadie.

Por otra parte y mientras tanto, se desplegó una secuencia especular en la que han entrado la “vecinita de enfrente” con lxs jóvenes implicadxs en el acto magnicida, donde se pasean por redes y medios llevando la verdad de su goce al estatuto de noticias internacionales, y donde se descubre algo que habla más de esa verdad que de cualquier otra cosa.

Las conversaciones dadas a conocer entre las mujeres designadas como “jefa de la banda”, “cómplice del acto terrorista”, etcétera, mientras sostienen el fundamento de su acto en identificaciones con héroes de la Nación o se preguntan entre ellas por qué falló aquel que habían enviado para consumar el delito, constituyen la tela delirante pero fundamentalmente sólida sobre la que lxs investigadores no pueden terminar de dar cuenta. Aquí se estructuran dos escenas simultáneas: la verdad del crimen y la verdad del/los criminal/es, que se articulan de manera deshilachada y se salen una y otra vez de la escena del crimen que leen lxs peritos.

Se pasean por redes y medios llevando la verdad de su goce al estatuto de noticias internacionales, y donde se descubre algo que habla más de esa verdad que de cualquier otra cosa.

Que detrás de todo esto exista una trama organizada desde el lado oscuro del poder no anula en nada el singular interrogante que se presenta ante autores/as de un crimen que parecen no tener en cuenta las consecuencias de sus actos, ante quienes la ley no hace mella y donde secretamente parecen desear su confesión.

La ultraderecha toma de aquí el elixir de su triunfo. Y es probablemente la primera vez que nos confrontamos en la Argentina con la necesidad de una lectura muy seria sobre lo que implica el goce de exterminar al Otro, más allá de planes económicos y golpes de Estado organizados, sino estructurado sobre el puro impulso de revelación del goce.

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