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LEDESMA: ENTRE LA SIRENA Y EL  BAGAZO

By 7 noviembre, 2018No Comments

Ledesma: entre la sirena  y el  bagazo*

Por Fabiana Rousseaux

 

Hace pocos días se cumplieron 32 años de la inauguración del Hospital Regional en Jujuy. Desde su fundación, se lo conocía como el Hospital Ledesma.

“Ledesma”, el Hospital;  “Ledesma”, el pueblo, “Ledesma”, la región;  “Ledesma”, el club social, todo lo que está circunscripto en los alrededores del Ingenio azucarero y la fábrica de papel, lleva la pregnancia de ese nombre, del mismo modo que lleva la pregnancia del olor que se desprende del bagazo que está a la entrada, inundándolo todo de esa particular brisa que termina de conformar el paisaje junto a las chimeneas que permanentemente desprenden humo, y se visibilizan aún antes de llegar al pueblo. Son su cara.

 

EL TIEMPO LEDESMA / EL ESPACIO LEDESMA

Llegamos para trabajar con el equipo de salud mental. La capacitación fue propuesta desde el Centro Ulloa que depende de la Secretaría de Derechos Humanos de Nación en coordinación con dos áreas del Estado Provincial, la Secretaría de Derechos Humanos y la Dirección de Salud mental del Ministerio de Salud.

Pensábamos, que los profesionales que cumplen tareas de asistencia en la zona, podrían comenzar a recibir reactualizadas demandas de tratamiento, a partir del inicio del primer juicio por delitos de lesa humanidad, en la provincia. Cabe destacar que se trata de la única provincia del país con causas elevadas, que hasta ahora no había llevado adelante ningún juicio vinculado a estos delitos.

Al seminario de capacitación asistieron no sólo profesionales del Hospital, sino también de otros centros de atención y programas que intervienen en la zona, y algunos profesionales interesados en pensar las consecuencias que aún traen aparejadas las marcas del terrorismo de Estado en nuestro país.

El trabajo tenía el objetivo de poder abrir las coordenadas clínico-teóricas en la asistencia a víctimas de violaciones de Derechos Humanos en pleno territorio blaqueriano. Esto es, poder pensar, junto a los trabajadores locales de la salud mental, cómo se incluía la dimensión que las marcas de lo que se conoce como la Noche del Apagón, habían dejado en el tejido social y en qué medida se habían convertido en terreno sintomatológico o no, ya que los juicios ponen en marcha mecanismos de rememoración muy potentes.

Sabemos por nuestra experiencia que ese proceso suele ser delicado, disrruptivo, y a veces riesgoso, porque se trata de un descongelamiento de lo traumático, varias décadas después de los sucesos ocurridos.

Notamos que a pesar de lo esperado, no había de entrada un correlato que cobrara un sentido vinculado a esos hechos traumáticos, sino todo lo contrario.

La sorpresa de ese diálogo inesperado, fue encontrar que las marcas han sido tan profundas que la representación social intrínseca del espacio-ledesma, junto al horror del Apagón, no están visibilizadas a simple vista, para la propia población afectada. Esa eficacia rotunda e impotentizante del terrorismo de Estado que, de tan cercana no se puede ver; y de tan visceral, no se siente; hay que advertir que se actúa. Y esa es nuestra responsabilidad. Eso podría explica las razones por las cuáles, a poco de iniciar el debate en la sala “Oscar Orías” del Hospital, en el círculo de esa ronda, las primeras respuestas fueron que allí no se atendían personas que hayan sufrido el terrorismo de Estado, que tampoco habían recibido nunca demandas ligadas de ese tema, y que sin embargo y al mismo tiempo que se enunciaba esto, alguien recordó un caso, otro profesional otro y así comenzó a tirarse del hilo de la memoria.

 En el Servicio de Salud Mental del Hospital de Ledesma, no se había trabajado sobre esta temática.

Es importante analizar –además de la particular marca de la llamada Noche del Apagón–, la historia del Hospital; ya que es efecto de una lógica fabril, llevada a la máxima expresión de la racionalidad moderna. Lógica de concentración de poderes y discursos.

Mientras transcurría el debate, se impuso el ruido de la sirena de la fábrica, que marca los tiempos del pueblo, anunciando la entrada y salida de los obreros a sus respectivos turnos, sonando durante durísimas siete veces al día, todos los días, de toda la vida de sus habitantes.

Una profesional reconoció, en medio del descongelamiento memorístico que se iba produciendo, y mientras el olor del bagazo se imponía una vez más, que cada vez que sonaba la sirena a ella “le seguía dando una sensación en el cuerpo”. No podía hilvanar la corporalidad con esa sonoridad, sin embargo a poco de circular algunas palabras más, muchos de los profesionales que estaban allí, recordaron –quizás por vez primera– que habían sido víctimas ellos mismos o familiares muy cercanos, de episodios vinculados a los allanamientos, secuestros y detenciones del “Apagón”, dando cuenta entonces, de que la textura con la que se escriben estos crímenes en algunos particulares contextos, no sólo no permite leerlos, ni simbolizarlos, tampoco permite inscribirlos.

Sí, ocurrió –en una suerte de epidemiología espontánea–, que algunos profesionales relataron esos efectos en lo clínico. Analizando algunos casos de niños que llegan a tratamiento en el hospital, una de las dificultades es la imposibilidad de citar a ambos padres juntos para una entrevista, ya que los horarios son rotativos, y es muy difícil poder pensar las estrategias de intervención terapéuticas cuando las familias casi no hay convivido bajo el mismo techo, a raíz de esa rotación. El ritmo fabril regula la vida intrafamiliar de los trabajadores del pueblo. Pero la eficacia de ese disciplinamiento ¿está dado sólo en este hecho?

 

RELATOS OMITIDOS

El paradigmático Hospital Regional “Dr. Oscar Orias” de la ciudad jujeña Libertador Gral. San Martín, funciona allí con ese nombre desde el 17 de junio de 1980, año en que es inaugurado. Desde 1930 fue propiedad de la Empresa Ledesma, ofreciendo asistencia exclusiva a los empleados del ingenio hasta que pasa a manos del Estado provincial.

El Dr. Oscar Orías, había nacido en Jujuy en 1905, estudió medicina en la UBA y como fisiólogo fue discípulo de Houssay. A los 30 años asume la cátedra de fisiología de la Universidad Nacional de Córdoba, y a pesar de que nunca trabajó en su provincia natal, en reconocimiento a su trayectoria científica se le otorga su nombre al hospital, ya que además había pertenecido a una de las familias adineradas de la región.

Cuentan los profesionales que Oscar Orías había sido un gran impulsor de la atención primaria en salud, creando la figura de los agentes sanitarios, sin embargo, en el salón donde se desarrolló la capacitación, había una foto de él, pero muy pocos de los profesionales presentes sabían quien había sido y porqué llevaba su nombre ese Hospital. Tampoco fue fácil su reconstrucción.

Por otra parte, el área de salud mental nace por el impulso de un grupo de personas (trabajador social, pediatra, clínico, ginecóloga, fisioterapeuta) que decidieron llevar a cabo esta tarea, ninguno de ellos era especialista, es decir no había ni psicólogos ni psiquiatras, había sólo un médico que se ocupaba del tema pero no tenía especialidad.

La primera colega que lo asume ad honorem es en 1993, y luego de una sucesión de luchas administrativas para el reconocimiento de ese cargo se la incorpora al escalafón general. Recién en 2009, el equipo pasó a estar integrado por tres profesionales de planta.

En la actualidad todo el departamento está cubierto con psicólogos.

En sus orígenes la empresa Ledesma contaba con un psicólogo, el licenciado. Queirolo, que terminó su carrera como sacerdote. Él era quien solía recibir las derivaciones de la zona, antes del traspaso del Hospital Ledesma a la provincia.

El Departamento o Dirección de Salud Mental, existe a nivel ministerial en la provincia desde 1975. La primera médica que estuvo a cargo fue la chilena Clara Fasler. Tanto ella como su marido, el abogado Marcos Paz, hoy se encuentran desaparecidos. Quien asume ese cargo es el Dr. Juan Carlos Paoloni en el hospital Psiquiátrico en el año 1976 y lo hace hasta 1977, lo sucede la Dra. Alberti de Cortez, otra vez en el Ministerio de Salud.

En estos días de juicio, donde “por fin se respira esperanza” como decía una mujer jujeña, se cumple también un nuevo aniversario de “La noche del Apagón”. Nombre con el cual se conoce los sucesos ocurridos entre el 20 y 27 de julio del ’76 en Ledesma, Calilegua y Libertador Gral San Martín. En este tramo, se elevó a juicio, entre otras, la causa del reconocido médico y ex intendente local, Dr. Luis Arédez, desaparecido en mayo del ’77.

Sorprende la omisión en el Hospital de ese nombre tan central en la historia del pueblo; pero también sorprende la omisión de la historia del nombre que no fue omitido. Algo similar a lo que ocurre con la particular inscripción de los hechos ocurridos durante las 7 noches en las que desaparecieron 400 personas. Un colega se preguntaba ¿es la omisión un efecto? Una omisión que durante el encuentro tomó la forma de “nunca lo había pensado”, que esgrimieron varios integrantes. Quizás estemos ante el mayor efecto del terrorismo de Estado: la memoria omitida.


*Este artículo fue escrito en el año 2012, Fabiana Rousseaux era Directora del Centro de Asistencia a Víctimas de violaciones de Derechos Humanos Dr. Fernando Ulloa, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.

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