Javier Alejandro Lifschitz
Sociólogo, Profesor de la Universidad Federal del Estado de Rio de Janeiro (UNIRIO), Facultad de Ciencias Sociales
y del Programa de Posgrado en Memoria Social (PPGMS/UNIRIO)
Lo que nos incumbe es el abismo, la constatación de que estamos viviendo abismos institucionales y sociales y esto se está dando de forma muy radical en Brasil y en otros países latinoamericanos. La cuestión del abismo es un tema nieztschiano, como observó la investigadora Rebeca Maldonado (2008), y está muy presente en obras como Así habló Zaratustra y en La Gaya Ciencia, en que la búsqueda filosófica está relacionada con experiencias de abismo. Colocarse al borde del abismo, para Nietzsche, es confrontarse con el hecho que las instituciones y valores sociales que mueven nuestra vida no tienen un fundamento último, una razón de ser y lo abismal es el contacto con esa percepción: “Descender al abismo nos obliga a vivir y tocar la estupidez, la confusión y el miedo que dominan una cultura y toda el alma de una época” (Maldonado, 2008: 135).
Pensar desde el abismo es subjetivar lo que es fundante, pero, que a su vez, ese “fundante” no tiene fundamento último y esa tensión es filosóficamente determinante en la problemática nietzchiana. Pero, lo que realmente interpela, en Nietzsche, no es el abismo, sino la salida del abismo. Figuras como la de Zaratustra, el profeta de la transmutación del sujeto y fórmulas de transvaloración, como “más allá del bien y del mal”, “la muerte de Dios”, o el “fin de la metafísica”, que proponen la abertura a otras formas de existencia.
La relación entre la ley y el abismo también es un tema que atraviesa otros campos, como el de la filosofía política y el psicoanálisis, aunque implique interpretaciones muy distintas. Son distintas formas de la ley. Una cosa son las leyes jurídicas y otra la Ley de los hablantes, en sentido psicoanalítico, pero la cuestión del abismo está presente en ambos. El lenguaje se articula en torno a un agujero, como mostró Lacan, que es el abismo de los hablantes. Cuando más nos acercamos al abismo, más estamos en el campo de la psicosis que, en términos lacanianos, es la recusa de la Ley, la forclusión del Nombre del padre. Cabe decir que uno de los principales capítulos del Seminario sobre la psicosis, de Lacan (1981), se titula precisamente “en las inmediaciones del agujero”
Ya el abismo jurídico es de otro orden, aunque siempre que se alteran radicalmente las leyes jurídicas, como en los regímenes totalitarios o en los gobiernos de extrema derecha, la relación con la Ley, en el sentido de los hablantes, también se altera. Se crean nuevas composiciones en términos de lógicas de asujetamiento y de obediencia a imperativos (Guyomard, 2007). También se podría pensar en términos de una sociología de los derrumbes institucionales, en que estamos viviendo, y que es un desafío, porque de cierta forma es pensar contra lo que la propia sociología contribuyó a fundar. La sociología emerge ocupándose de cuestiones relativas a las instituciones de la modernidad, con el propósito de entender sus lógicas, sus formas de construcción y de agregación. El propio Emile Durkheim, cuando se refería a la anomia social, hacia más alusión a la necesidad de crear nuevas instituciones en el mundo moderno, que a un resquebrajamiento de las lógicas institucionales.
Pero no son solo los sociólogos los que ven abismos, son las propias instituciones las que enuncian los abismos en que se encuentran y podríamos citar muchos ejemplos[1]. Recientemente uno de los miembros del Supremo Tribunal de Justicia de Brasil, Gilmar Mendes, que votó en la sesión del Supremo Tribunal a favor de la libertad de Lula, calificó la situación del cuadro jurídico del país como un atravesamiento del Rubicón[2]: “El Juez no puede participar de una operación de fuerza-tarea. Si participó, atravesó el Rubicón”. Los abismos que nos atraviesan son de esa índole, llevan al extremo la tensión existente en la relación de una sociedad con la ley, como está sucediendo actualmente en Brasil, Chile y Bolivia.
Sociología del derrumbe
Cuando nos referimos a una sociología de los derrumbes institucionales, tomamos como marco los sucesivos golpes institucionales que se perpetraron en Paraguay, Honduras y Brasil y ahora los golpes militares, como el que está sucediendo en Bolivia. Pero esos marcos, sabemos que nunca fueron locales. El tensionamiento de las leyes también fue estratégico en el gobierno de Trump y en otros gobiernos de países centrales que, con discursos proto-fascistas, vienen quebrando constituciones nacionales, figuras jurídicas internacionales y contratos sociales. El libro Como mueren las democracias, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt (2018), es en este sentido, emblemático
El libro trata de lo que los autores denominan de la paradojal y trágica vía electoral para el autoritarismo: el uso de instituciones de la democracia para poder matar la propia democracia. Los ejemplos a los que recurren son bastante inadecuados, porque tratan como si fuesen próximas, situaciones que en la realidad son muy antitéticas, como Hugo Chávez, el peronismo, Hitler, Mussolini o Alberto Fujimori en Perú. La razón es que en todos ellos ven al “populismo”, como si este fuese un fenómeno unívoco que amenaza por igual a toda democracia. Sin embargo, es interesante la descripción, que esos autores hacen de trayectorias, como las de Trump y otros triunfos electorales de extrema derecha, porque ayudan a identificar, en escala ampliada, como se fueron construyendo estos abismos en cuanto estrategias de poder: el uso de las instituciones republicanas como armas políticas contra los enemigos, la intensificación de las polarizaciones sociales extremas y el uso de los medios para provocar el secuestro simbólico de las capacidades de elaboración social de la población.
En la misma dirección podríamos citar también el libro Guerras Híbridas (2018), que muestra cómo determinadas rebeliones son en realidad golpes de las clases dominantes, que adoptaron dispositivos que operan con sutiles tácticas de guerra contemporánea, y que también incluye la violencia armada de los golpes militares. La verdadera guerra vía WhatsApp utilizada para la elección de Bolsonaro evidencia la relevancia que tiene esa cuestión. Pero estamos viviendo ahora acciones de violencia de Estado nuevamente, un golpe militar, como tantos otros que ya vivimos en América Latina y que provocaron verdaderos genocidios, crímenes de lesa humanidad. El golpe de Estado como repentina expulsión de la ley, que está asociado al abismo de la represión abierta, a la inoculación de odios y que, por desconocer la ley, tienen rasgos psicóticos.
Ya con respecto a Brasil, la excarcelación del ex presidente Lula, no cambia esencialmente el cuadro de la más abismal de las caídas institucionales que sucedieron en el país. La derecha atravesó el Rubicón y eso fue muy evidente a partir de las divulgaciones del periodista Glennn Greenwald, en el site Intercept. La liberación de Lula genera un nuevo cuadro en la dinámica política, pero los crímenes jurídicos y los abusos cometidos con relación a la ley de Estado, fueron la tónica a lo largo de estos años. Según el juez Rubens Casara (2019), a partir del golpe institucional de 2016, Brasil de hecho ya no está viviendo una situación de Estado Democrático de Derecho, en que se establece límites al poder con base en derechos y garantías constitucionales. Estaríamos en una situación de Estado Postdemocrática, en que la ley jurídica es un mero simulacro. Un simulacro de institucionalidad y esa “especie de regresión premoderna que se caracteriza por la instauración de un absolutismo de mercado”.
La ley surge como un semblante, mientras se avanza consolidando un Estado Penal con tendencias persecutorias, de control social y que está orientado, prioritariamente, a alcanzar las metas determinadas por los agentes del poder económico. La situación de Brasil, con relación a la ley, no es la misma que la situación actual en Bolivia, pero muchos juristas brasileros consideraron que hubo una situación de suspensión de la ley, por parte de las propias instituciones judiciales. La letra de la ley fue forcluida y se instauró un Derecho Loco, como dice el psicoanalista francés Jean-GerardBursztein. en el libro “Hitler, la Tiranía y el Psicoanálisis” (1998), haciendo referencia a la forclusión de los Derechos Humanos del universo jurídico en países que caminaron para el totalitarismo. Forcluir los derechos humanos, dice el autor, fue una puerta abierta para todo tipo de barbarie. Pero los abismos institucionales no son fenómenos nuevos. En términos históricos, puede decirse que son retornos, repeticiones, y esto se evidencia en las lecturas que historiadores, como Luiz Felipe Alencastro (2019), hicieron sobre las herencias de la esclavitud en la actualidad política.
Otros autores del campo de las ciencias sociales, como Leonardo Avritzer, en el libro O Péndulo da Democracia (2019), también enfatizan aspectos antiliberales y antidemocráticos latentes, en el proceso de formación política del país y que reaparecían de forma pendular en la historia política brasilera y que podría extenderse a la política latinoamericana en general. El péndulo democrático, durante las elecciones de 1945/46, con la redemocratización, en 1985-88, en la campaña por las elecciones directas y un péndulo antidemocrático, que sería accionado en momentos de fuertes divergencias con relación a los proyectos políticos y políticas públicas populares, como sucedió en los años 1954, el golpe militar del 1964 y el golpe parlamentar del año 2016. O sea, que el abismo es la actualización de otros abismos, ya vividos por otras generaciones, que también tuvieron que enfrentar políticas que hicieron sumergir a vastos sectores populares en la pobreza y en la invisibilidad.
En ese sentido, el abismo que se abrió con el golpe a la presidenta Dilma Roussef actualiza un padrón de regresión social y de posición geopolítica subordinada, que se sufrió en otros momentos de la vida política y que se repiten, aunque nunca de la misma manera. Lo que se repite, es el rechazo de las elites a la democracia, cuando esta afecta sus intereses económicos y simbólicos y eso se sustentaría en una democratización insuficiente de los poderes, especialmente del Poder Judicial, que se habría organizado históricamente al margen de la soberanía democrática, como el poder Legislativo y el poder militar, que también tendrían esa característica.
Por tanto, el abismo actual está vinculado a antiguos pactos macabros, como muestra Jesse de Souza, en su libro A elite do atraso: da escravidão a Bolsonaro (2019): son pactos antipopulares construidos por la elite con el apoyo de las clases medias, que enarbolan “la creencia de que existen personas para servir a otras y que si existe un gobierno popular, que consigue redimirlas, debe ser derrocado de cualquier manera”. Pero en cada movimiento pendular los agentes no son los mismos y como dice Luiz Eduardo Soares, antropólogo y ex secretario nacional de Seguridad Publica: “El aspecto más destacado es el contagio entre las distintas dimensiones degradadas: la economía, la política, la cultura y la sociedad. El punto neurálgico que obstruye salidas es el colapso de la representación, la corrosión de la legitimidad política” (Soares, 2019:54).
Por eso: ¿De qué ley estamos hablando?
Es evidente que este tema va mucho más allá de Brasil y que actualiza otras tantas cuestiones sobre la ley y el abismo que están presentes en diversas vertientes del pensamiento social, como en la filosofía política de Hobbes y de los contractualistas que relacionan el abismo a la ausencia de ley, o en la vertiente de Derrida, al diferenciar la justicia de la ley. No obedecemos a las leyes porque son justas, sino porque se sustentan en la autoridad. El único fundamento de las leyes, dice Derrida, es que creemos en ellas, mientras que la justicia es un compromiso ético, un acto instaurador de cultura.
Sin embargo, para que la justicia pueda ser ejercida es necesario el derecho, y esa tensión estuvo muy presente en Brasil durante este período político. Durante los gobiernos del PT, los movimientos sociales avanzaron, con momentos de altos y bajos, desde los reclamos por justicia al plano de los derechos. Y con el gobierno de Bolsonaro la situación es precisamente la contraria: desde la ley se ataca la justicia y los derechos. Esto nos coloca frente al hecho de que hay algo de lo real de la ley que está en consonancia con lo que Eugenio Zaffaroni (2018) llamó de “pulsión totalitaria del capitalismo financiero”, nunca antes vista. El imperativo del capital financiero transnacional, que ya no acepta límites legítimos para su expansión y que va derrumbando límites éticos y legales, que acentúan los procesos de fractura del Estado y de exclusión de la población.
El abismo social
Con Bolsonaro también se activaron los abismos palacianos, una temática shakesperiana de intrigas familiares y delaciones, asesinatos equivocados y espectros que ocupan la escena. La candidatura de su hijo, Eduardo Bolsonaro, al cargo de embajador en Washington fue tratada como un asunto familiar y esos abismos de cúpula presidencial se tornan casi que inmediatamente abismos de Estado. El Ministerio de Medio Ambiente es ocupado por un ministro “climatoescéptico”; el ministro de Educación, defiende expurgar de la enseñanza las ciencias sociales, la filosofía, el arte y la historia africana; la ministra del nuevo Ministerio de los Derechos del Hombre, la Familia y de las Mujeres, es evangélica fundamentalista y antifeminista y el ministro de Relaciones Exteriores defiende el retorno a los valores más conservadores de la civilización cristiana.
Se supone que quien está en el Ministerio de Educación no es para atacar la educación pública, ni en el ministerio de los Derechos Humanos para denegrir la diversidad identitaria. Pero en el abismo del Estado esas suposiciones ya no existen. Pero lo real del abismo no eso. Lo real del abismo es que la abolición de ciertas leyes –como las leyes que regulaban las relaciones de trabajo y la jubilación pública– afecta más duramente a la población más pobre y esa imbricación de la precariedad jurídica con la pobreza se constituyó en un objeto de perversiones neofascistas.
Según datos oficiales del Fórum Brasilero de Seguridad Publica, entre los años de 2016 y 2018 el número de muertes violentas en Brasil, causadas por acciones policiales, aumentó de una forma inaudita, y las víctimas son mayormente personas negras, casi 80% y jóvenes que tenían entre 18 y 29 años y vivían en favelas[3]. Concomitantemente, hubo una profundización de la desigualdad que no se veía desde el inicio de la década de 1990[4] y ya es muy perceptible en las grandes ciudades[5]. “Entre la favela y los barrios volvió el abismo”, me decía una amiga que vive en la favela de Manguinhos, en la ciudad de Rio de Janeiro. Volvió lo que siempre estuvo, pero también ahora de otra manera, como actualmente sucede con la fuerte presencia en las favelas de iglesias neopentecostales y de fuertes grupos de milicias armadas.
¿Por qué se insiste en el error de imponer medidas cuyo fracaso ya es sabido anticipadamente? – se pregunta Boaventura[6]. Son muchas las razones, dice, pero considera que la más importante es crear una situación de crisis permanente, y que siempre está asociada a la transferencia de riqueza de los pobres para los más ricos, que obligue a que las decisiones políticas se concentren en el corto plazo imponiendo sacrificios a los más pobres, que las aceptan como necesarias. Sí, pero eso ya no sucede de esa forma y las poblaciones de Argentina, Chile, Ecuador, Haití salieron a las calles, a pesar de la fuerte represión del Estado. “Hay un abismo de las subjetividades”, dice el psicoanalista y dramaturgo Antonio Quinet y eso manifiesta en el gozo de la elite blanca esclavista, el gozo de los fundamentalistas, que se sienten “autorizados” por Bolsonaro a profundizar el abismo antropológico entre nosotros y ellos, en una batalla simbólica donde lo que está en juego está explicitado en el slogan del gobierno: Brasil arriba de todo, Dios arriba de todos.
Más allá del abismo
Hablamos del abismo y también de los marcos fantasmáticos que mantienen las instituciones. Hablamos del abismo, y también tendríamos que hablar de los intentos para volver a enderezar la ley, como sucedió con la liberación de Lula. También imaginamos abismos que ya no son tales.
En las elecciones de 2017, Bolsonaro ganó en casi todos los Estados de Brasil, con excepción del Nordeste, donde triunfó Fernando Haddad, del PT. Una configuración singular, que remitía a la guerra de Secesión americana: el norte abolicionista contra el sur esclavista. Pero nada de eso sucedió, y la reprobación al gobierno viene aumentando desde la elección presidencial[7]. Pero hay efectos que aún son innominables, en parte porque el abismo de la ley desorientó a la izquierda latinoamericana, la colocó frente a la ironía de la historia. Porque la izquierda, emergió cuestionando la legalidad burguesa y es esa izquierda la que denuncia los crímenes que se están cometiendo contra la ley instaurada y el uso político selectivo de la orden jurídica. Fueron y son las fuerzas y partidos de izquierda los que luchan para preservar la ley, los que más fuertemente están luchando por la preservación de las instituciones democráticas, eso se está dando en Brasil y ahora en Chile y Bolivia, donde la ley y los cuerpos están siendo perforados a balas.
BIBLIOGRAFIA
AVRITZER, L. (2019) O Péndulo da Democracia, Todavia, São Paulo.
ALENCASTRO, L. F. (2019) Luiz Felipe Alencastro: Encontros, Azougue Editorial, São Paulo.
BURSZTEIN, J. (1988) Hitler, a tirania e a psicanálise: ensaio sobre a destruição da civilização. Companhia de Freud, Rio de Janeiro, 1998.
CASARA, R. (2019) O Estado Pós-Democrático. Neo-obscurantismo e gestão dos indesejaveis, Civilização Brasileira, Rio de Janeiro.
GUYOMARD, P. (2007) A Lei e as leis , IN: A Lei e as leis. Direito e Psicnalises, Editora Revinter, Rio de Janeiro.
KORYBKO, A. (2018) Guerras Hibridas: das revoluções coloridas aos golpes, Expressão Popular, São Paulo.
LACAN, J. (1981) O Seminario 3: As Psicosis, Zahar, Rio de Janeiro.
LEVITSKY, S E ZIBLATT, D. (2018) Como mueren las democracias, Editorial Ariel, Madrid España.
MALDONADO, R. (2008) Metáforas del abismo. Itinerarios de ascenso y descenso en Nietzsche, Los libros del arquero, Ediciones sin Nombre, México.
SOARES, L. E. (2019) Desmilitarizar, Boitempo, Rio de Janeiro.
SOUZA, J. (2019) A elite do atraso. Da escravidão a Bolsonaro, Estação Brasil, Rio de Janeiro.
ZAFFARONI, E. (2018) “El poder financiero mundial se convirtió en una organización criminal”, Resumen latinoamericano, 20 de agosto de 2018 /Marco Weissheimer, Sul21.
[1] Sociólogo, Profesor de la Universidad Federal del Estado de Rio de Janeiro (UNIRIO), Facultad de Ciencias Sociales y del Programa de Posgrado en Memoria Social (PPGMS/UNIRIO).
[2] “Juiz não participa de força tarefa. Se participou, ele atravessou o Rubicão”, diz Gilmar Mendes, GloboNews, 23 de julho de 2019.
[3] “Assassinatos caem, mas policia mata mais”, afirma el periódico Folha de São Paulo, quarta feira 11 de Setembro de 2019.
[4] Renda do trabalhador mais pobre segue em queda e ricos já ganham mais que antes da crise.
[5] Carta Capital, Thais Reis Oliveira sustenta que: “Após uma década de queda na desigualdade, milhões retornam à miséria”, Sexta-Feira, 30 de Agosto de 2019.
[7] “Reprovação a Bolsonaro cresce a 38% , em meio à crise,mostra Datafolha”, Folha de São Paulo, 2.set.2019.
*Este texto fue publicado por #LACANEMANCIPA · el 17/03/2020 · y actualizado el 17/03/2020. Disponible en https://lacaneman.hypotheses.org/803