Por Vivian Berwald *
Ubicamos ciertas cuestiones epocales apelando a la indicación del discurso capitalista en su rechazo de lo imposible que produce una configuración tecnológica y biopolítica del mundo. La Técnica es la introducción de lo “ilimitado”. Introduciendo lo “ilimitado” en la escena humana, los saberes y sus prácticas se convierten en campos de maniobra de la Técnica lo que implica un determinado tratamiento del “ser” como cosa: a investigar, experimentar, manipular, rentabilizar, clonar, injertar, transplantar, etc. El límite de lo que se puede o no considerar intervención tecnológica es confuso, las fronteras en el imaginario sobre lo que es la naturaleza humana están siendo transgredidas por las tecnologías. Estamos implicados en estos procesos que son producto del discurso del capitalismo y su efecto: el avance tecnocientífico del que obviamente forma parte la tecnología reproductiva que ha devenido una práctica habitual de la vida cotidiana. En nuestra clínica, se hacen cada vez más frecuentes las consultas de mujeres usuarias de las mismas.
En especial, quisiera pensar la clínica con mujeres sin pareja estable que deciden después de los 40 años tener un bebé recurriendo a la tecnología ( y más específicamente, donación anónima de gametas) para pensar desde lo común en lo que cada una de ellas cuenta en su singularidad, alguna insistencia ubicable, sin descuidar nuestra máxima del caso por caso.
Estas analizantes nos hablan sobre prácticas tales como inseminación con espermo donación, ovodonación donde el óvulo de una donante será fertilizado con el semen de la pareja o de un amigo para luego ser transferido al cuerpo de la gestante, o bien implantes de embriones exclusivamente producidos con material genético de donantes, para mencionar algunas opciones. La pregunta es cómo estos recursos tecnológicos dialogan con el inconsciente. Si aportan algo inédito a la construcción de las subjetividades en una época de alteraciones de los aparatos biopolíticos de reproducción y control de los cuerpos.
En 1984 Donna Haraway, en su manifiesto Cyborg, postuló a la fusión entre tecnología y organismo como una manera de liberar a la subjetividad de las lógicas edípicas. A través de la tecnología y borrando la frontera entre biología y técnica sería posible quebrar el pensamiento dicotómico. ¿Una realidad post edípica, entonces?
Freud hizo una lectura del mito de Edipo que convirtió en la piedra angular del psicoanálisis. En ese mito la tragedia narra que el protagonista desconoce su origen, desconoce de quién es descendiente. Hay una herencia biológica ignorada. Edipo ignora.
¿Podemos avalar que en este siglo 21 donde conviven seres creados a partir de donación anónima de gametas transitamos una realidad post-edípica? ¿O, al contrario, esta posibilidad de cruzarse por azar en la vida cotidiana con quienes aportaron las gametas o con medios hermanos. ¿No exacerba el drama edípico, reeditándolo?
. ¿De qué manera incidirá en las generaciones siguientes el silencio que acompaña una herencia anónima? Ya nada garantiza los lazos biológicos en las filiaciones, a la vez que supuestamente el Estado debe resguardar y garantizar el acceso a la identidad biológica. Se abren preguntas sobre qué estatuto tendrá lo desconocido en la historia de niños y niñas nacidos por donación anónima de gametas.
Cuando las mujeres entran al mundo de las tecnologías reproductivas, fantasmáticamente sus cuerpos son entregados al saber médico como un objeto y es frecuente que lo vivencien como algo ajeno y frustrante. Sus cuerpos se les vuelven extranjeros. Son Cuerpos que soportan dolorosos procedimientos, pero en algunos casos en sus asociaciones aparecen ligados al martirio y la tortura, pero connotados positivamente ya que: (frase textual de una analizante) “un hijo es lo más valioso y cualquier sacrificio está justificado para convertirse en madre”
¿No aparecen aquí recrudecidos todos los mandatos patriarcales? ¿No resuena acaso la maldición bíblica “parirás con dolor” potenciada al extremo?
En el decir y el padecer de algunas mujeres aparecen sentimientos culposos y autoincriminatorios por haber desoído los mandatos del “reloj biológico”. Ellas se diferenciaron de sus madres elegiendo otros proyectos de vida con centralidad de los logros profesionales y el disfrute personal. Para algunas, en su fantasía, tanto el dolor físico como los grandes costos económicos son castigos merecidos. También es significativo observar que se trata de mujeres a menudo contestatarias y decididas, pero que, en relación al médico especialista en fertilidad (dicho sea de paso, en su mayoría, varones) suelen establecer una relación de fascinación infantil, comportarse de manera extremadamente sumisa e inhibida. El discurso médico asume para ellas un lugar de autoridad inapelable.
Nos preguntamos si, para algunas, la oferta casi ilimitada no se presenta como irrechazable, retomando entonces la maternidad su lugar como mandato.
Hoy se ofrece la posibilidad de gestar a mujeres que hasta un momento tardío no habían priorizado ser madres. Esto en un clima de época donde el uso de la biotécnica permite hacer posible lo que en hasta hace muy poco en la historia de la humanidad fue imposible. Si lo impensado es posible y se oferta, bien puede convertirse, para algunas, en obligatorio. Es una conjetura que surge de escuchar a mujeres que en los años de fertilidad biológica priorizaron en sus proyectos los logros profesionales, académicos, laborales, y que se alejaron del modelo tradicional de pareja heteronormativa.
Y la oferta se expande y ahora llega a todas las mujeres ya sean lesbianas, célibes, practicantes del amor libre, la oferta llega a todas las que arribaron a la menopausia sin haber elegido la maternidad.
La oferta enfrenta a mujeres con dilemas y muchas deciden recurrir a estas técnicas cuando descubren la existencia de estos tratamientos ¿será que la oferta de lograr un bebé a cualquier precio crea la demanda? ¿Se re instala de esta forma la maternidad como mandato unívoco? La pregunta es si no se exacerba lo que se creyó superar, y aparece con maquillaje nuevo la maternidad obligatoria.
Los psicoanalistas hablamos de deseo de hijo. Sin dudas para muchas el uso de la tecnología reproductiva es un medio del que se valen para concretar ese deseo. No nos detenemos aquí en esos casos, donde en principio las derivas de esas maternidades no tienen por qué ser ser más complejas que las formas más tradicicionales de la filiación.
Pero, no necesariamente disponer y usar de sofisticada tecnología para lograr un embarazo, incluso soportando grandes penurias económicas y físicas, es sinónimo de deseo de hijo. El deseo de hijo es algo diferente a la voluntad procreativa. Incluso la ausencia de deseo de hijo puede manifestarse a través de una búsqueda compulsiva de un embarazo y en una entrega ciega al accionar tecnológico.
Evocamos a una analizante insegura sobre su orientación sexual y recién separada luego de convivir largo tiempo con un varón. En una consulta de rutina con su ginecólogo, éste le sugiere la criopreservación de sus óvulos. Decide aceptar “por las dudas que me arrepienta”. Es un procedimiento costoso, en el que invierte todos sus ahorros, ahorros que se originaron en su momento por el deseo de viajar. Luego del procedimiento, empieza a tener angustiosas pesadillas recurrentes donde se ve encerrada en una heladera. La analizante dice: “Es que en una heladera hay un pedazo mío”. Lo que resguarda la heladera, veremos después, es su obediencia a los mandatos familiares, seguir la indicación del médico como una manera de dejar en el freezer las preguntas por su deseo. Congelar para sostener que siga siendo posible darle nietos a sus padres, a los que defrauda si decide no engendrar.
Si el sujeto del discurso capitalista realiza todo el tiempo su propia voluntad de satisfacción, en un circuito nunca cortado por ninguna imposibilidad, y cuyo propósito es que todo lo que es en el mundo se convierta en mercancía, entonces Todo es una mercancía, y la biotecnología da nuevas resonancias a la imaginarización del bebé como un producto: Las clínicas de fertilidad son lucrativos negocios.
La tecnología para la procreación es la especialización de la maquinaria cultural que también nos reproduce, un dispositivo de las relaciones sociales a la vez inscripta en una lógica comercial.
Bibliografía
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Dupuy Josa,B,( 2011). “Posiciones feministas ante las nuevas tecnologías reproductivas. Prácticas y discurso desde el movimiento”. Tesis de Master. Universidad de Granada.
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Volnovich, J.C. (2017). “Comentario al artículo de Irene Meler”. En Irene Meler (comp.) Psicoanálisis y Género, (pp. 234 a 240). Paidós, Buenos Aires.
*Psicoanalista, licenciada en Psicología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA).