María Liliana Ottaviano*
Esta primera publicación de Territorios Clínicos de la Memoria es el producto de un trabajo en el que convergen diferentes disciplinas: psicoanálisis, políticas públicas de memoria, antropología, archivística, teoría crítica, derecho, manifestaciones artísticas, entre otras. Esta construcción colectiva dio origen así a este libro: TERRITORIOS, ESCRITURAS Y DESTINOS DE LA MEMORIA. Dialogo interdisciplinario abierto, en el que se compilan una serie de artículos y trabajos proveniente de diferentes disciplinas con el objetivo de aportar desde la experiencia alcanzada nuevas miradas de la realidad en el actual contexto político, a partir de la emergencia de nuevos interrogantes
Antes de hacer algunas puntuaciones respecto del contenido del libro, quisiera detenerme en la portada y el título del mismo.
La elección de la fotografía que ilustra la tapa es toda una posición y una definición. El monumento a las víctimas del terrorismo de Estado en proceso de construcción, de agosto 2007 y cuyo autor es Marcelo Brodsky, Esta imagen es nuestro primer contacto con el libro y quiero rescatar de ella la idea de “proceso” en la construcción colectiva de la Memoria. La Memoria no será un destino per se, sino el derrotero permanente de un pueblo que se habilite a pensar y pensarse. Que se habilite a recordar, como forma de advertencia. De este modo, advertidos, podamos ponernos a salvo del acecho de los fantasmas y del tributo a los dioses oscuros.
En cuanto al título: TERRITORIO, ESCRITURAS Y DESTINOS DE LA MEMORIA. Aparecen acá tres elementos conceptuales que de manera transversal articulan todo el libro, y haciendo de la Memoria ese el lugar nombrado como “territorio” y qué Jorge Alemán recupera en el prólogo: “Por eso la palabra territorio me parece muy pertinente como custodia de un lugar que aun quiere preservar esta relación entre lo que se puede decir y lo imposible de decir, y a la vez que la sociedad del espectáculo de modo obsceno no lo integre en sus procedimientos.” (pág. 7)
Territorio también como ese lugar en el que, en nuestro país se logró articular las demandas de los organismos de DDHH, las políticas reparatorias que el estado llevó adelante y la voz de las víctimas a partir de sus testimonios. Y esto me recuerda uno de los primeros interrogantes que nos hicimos quienes acompañamos este proceso de dar testimonio por parte de las víctimas, ¿cómo es ocupar ese novedoso lugar de acompañar y custodiar todo aquello que hay para decir y a la vez acompañar y custodiar aquello de lo indecible de la experiencia vivida?
Escrituras. En sus diferentes expresiones. El arte es una de ellas. Formas diversas de dar cuenta de lo vivido. Narrativas testimoniales. Formas de aproximarse desde las diferentes disciplinas. Escrituras que nos trasciendan y que podamos ofrecer-nos como otra forma de dar testimonio.
Destinos, para que la memoria no quede anclada sólo en el pasado. La memoria es también un lugar de destino, desde donde mirar, analizar, pensar la realidad política actual. La construcción colectiva, de la que hablábamos recién, en relación a la memoria es un movimiento continuo que no se detiene.
Ahora haré algunas puntuaciones sobre texto del propio libro, sabiendo que toda lectura es un recorte que lleva implícita la marca de quien lee.
En el prólogo Jorge Alemán nos advierte acerca de las posiciones negacionistas tomando y poniendo en valor lo que Fabiana Rousseaux denomina “lo innúmero” y que desarrolla en profundidad en su artículo titulado “30.000? ¡Ni idea! El estado y lo sacro”. Un texto riquísimo en el que va tocando temas imprescindibles tales como: la defensa del campo de los derechos humanos como “lo sagrado” que el Estado nacional encarnado en el actual gobierno ha decidido “tocar”. Así en la página “El gobierno argentino actual ha dado sobradas muestras de estar dispuesto a tocar el nudo del dolor traumático inscripto en el tejido social”. (pág 28) Son muchos los ejemplos que tenemos para graficar lo que expresa Fabiana el cuestionamiento al número 30000, la cifra de los desaparecidos; el retorno a la “teoría de los 2 demonios”, la presentación de una nueva edición del “Nunca Más”, presentado como “Del Nunca más a los nuevos derechos humanos” en la que se hacía referencia a una edición sin aditamentos ideológicos y pretendiendo de esta manera alcanza el estatuto de víctimas sin política. Así se fue tocando, por parte del actual gobierno ese núcleo de sentido ominoso que tiene la figura del desaparecido. Neologismo argentino. Así Fabiana, en la página 27, expresa “la muerte se constituye en lo sagrado para cualquier corpus social, la desaparición aún aguarda el acceso a un estatuto traducible mientras opera en el terreno de lo ominoso. De este modo es intratable porque no tiene inscripción en términos de sentido. Quien toca ese borde se vuelve obsceno”.
Quiero hacer dos comentarios más acerca del texto de Fabiana, aunque ustedes van a encontrar mucho más, pero por una cuestión de tiempo y si se quiere de arbitrariedad de quien presenta voy a recortar.
Uno vinculado a lo que ella denomina la administración del dolor como política pública reparatoria. Las políticas sobre el dolor. La dignificación de la palabra del testimonio, el estatuto de verdad que se alcanza. Los movimientos subjetivos devenidos de esas políticas del estado. Y la construcción de la memoria. “Cuando el Estado, entonces intenta profanar la memoria colectiva toca una fibra de muy compleja hechura”, dice Fabiana en la página 33, con esto comienza a desarrollar una conceptualización vinculada al estado democrático como aquel que produce respuestas responsables. Y nos habla de la responsabilidad ética. Y con esto me habilita a pensar en otro destino de la memoria si lo miramos a la luz de las respuestas que el estado está dando por estos días.
Luego Fabiana nos hablará de los juicios, del sujeto del testimonio, de lo indecible que habita el núcleo del testimonio. De la reparación como política sobre el dolor y de la ética de la dignidad. De que toda memoria es política. Y finalmente de lo que anticipé al inicio, lo IN-NUMERO. “En nuestro país los 30.000 reflejan no solo el “nombre” de la desaparición y el exterminio, sino y sobre todo la clandestinización de los crímenes cometidos. Esta cifra implica a nivel simbólico muchas cosas y más que un número, nos enfrentamos a un in-número, es decir, a aquello que no puede ser reducido a un hecho contable.” (pág. 43). La desaparición no es contable a diferencia de la muerte. Las muertes se inscriben en el aparato burocrático del estado para luego inscribirse en el aparato psíquico. La desaparición es imposible de inscribirla, y acto seguido es posible que sea objeto de renegación.[1] Es que la “pesada herencia”, observa Fabiana, interpretando la retórica gubernamental, es en realidad la pesada herencia de la memoria, de la que el poder no puede sino renegar. Y aquí si me permiten voy a leer un interrogante que Fabiana se plantea “¿Qué puede suceder cuando luego de este recorrido el Estado vuelve a decir que no tiene nada que ver con eso, que no reconoce ni siquiera que eso sea un problema y que no está obligado a dar cuenta de ello? ¿Y qué puede suceder cuando levanta las fronteras discursivas, dispuesto a tocar ese nudo traumático del dolor? ¿Se puede tocar el dolor imaginando que eso no tiene ninguna consecuencia? Ahí es donde aparece la pregunta por un estado democrático. ¿Las elecciones parlamentarias o sus políticas del dolor? Se trata entonces de una ´gobernabilidad del lazo´”. (pág. 39)
En segundo lugar, seleccioné el artículo de Juan Besse: “Condiciones históricas de posibilidad de las políticas de la memoria sobre el terrorismo de Estado. Conjeturas acerca de la singularidad argentina y sus ensambles”. Toda producción de memoria es política pero no toda memoria política se transforma en política de la memoria. Para ello son necesarias una serie de condiciones históricas de posibilidad, que el propio Juan considera muy difícil de enlistar. Tal vez una de las más necesarias ha sido todo el movimiento de derechos humanos con organismos que asentaron en prácticas, militancia y filiaciones. Madres. Abuelas. Hijos. Familiares.
Quiero traer el conmovedor artículo de Claudio Martyniuk, “¿Qué testimonian nuestras políticas de la memoria?”. Considero que es necesario que cada uno lo lea. Comienza con un relato en primera persona que nos interpela de manera categórica. No quiero agregar capas de semántica sobre lo que yo sentí al leerlo. Que cada cual pueda mirar y mirarse. Será un buen ejercicio en términos de destino de la memoria. Ejercicio que articula la política, la vergüenza y la ética.
Y por último puntuaré brevemente sobre el Capítulo 5. “Genocidio y filiación. Hacerse un nombre frente a los legados sin ley”. Sobre la historia de Mariana Dopazo y Ana Rita Vagliati. Mariana es la ex hija del comisario Etchecolatz y Rita Vagliati, ex hija del comisario Valentín Milton Pretti, de la Bonaerense.
“No le permito más ser mi padre”, expresa Mariana, tras una elaboración de treinta años, quien cuenta acerca del proceso y sus estremecedoras etapas hasta llegar a su desafiliación del peso del terror.
Mariana y Rita apelaron a la justicia para cambiarse el apellido de sus progenitores genocidas “a partir de las marcas que el terror dejó en la construcción de sus identidades.” Lo que Mariana Dopazo define como un “acto inédito a ´posteriori”, y que llevó treinta años de su vida el poder elaborar. Y que ello suceda, señala Fabiana, cuando el propio Estado se encuentra alentando políticas de impunidad es algo que debe ser pensado y que esperamos podamos reflexionar juntos hoy.
Jairo Gallo Acosta en su libro “Polis y Psique” dice que el amor y lo político son actos de verdades. Pero las lógicas de la política en la actualidad parecen obedecer más a la gestión y la administración de la cosa pública.
Si las políticas reparatorias son además un acontecimiento destinado a producir verdad, podríamos afirmar entonces que es posible pensar políticas de estado desde lo político y el amor. Si Fabiana coincide con esto que digo lo transformo en un interrogante que sirva para articular mi cierre con tu presentación.
¿Las políticas reparatorias que el estado llevó adelante no es una demostración de que las políticas de estado pueden ser pensadas desde lo político y desde el amor’
La verdad –en el sentido foucaultiano– necesita de la figura del parresiasta para poder ser dicha, del interlocutor dispuesto a escucharla, pero también necesita de sujetos capaces de sostener la transmisión de esa verdad como destino de la memoria. La transmisión es un acto político que encierra tanto coraje como la verdad. Entendiendo la transmisión como una experiencia en términos de legado.
Transmitir memoria, también como forma de exorcizar una posible repetición.
Y a modo de cierre de este intento de presentación y a modo de apertura de lo que tiene Fabiana para decirnos diré que son 30.000 y fue genocidio!, y La Pampa no fue una isla.
[1] Acá voy hacer un salto al artículo de Elizabeth Gómez Alcorta “El derecho es un ámbito de lucha” donde plantea el proceso genocida como un proceso social con diferentes etapas que no culminan con la eliminación del otro, sino que la última etapa es la negación. Esta etapa es una de las condiciones fundamentales para asegurar la posibilidad de un nuevo genocidio.
*Lic. en Psicología. UNSL.. Especialista en Salud Mental Comunitaria. UNLa. Magister en Salud Pública. UNC. Docente del Seminario de Posgrado: Derechos Humanos, Sujeto y Emancipación. Facultad de Ciencias Humanas. UNLPam. Miembro del Dispositivo de Acompañamiento a Víctimas-testigos del terrorismo de estado en La Pampa.