Se conversa sobre un caso que llegó al DAS (Dispositivo de escucha analítico-solidario) a través de una colega chilena que se acercó al mismo para solicitar una supervisión. El DAS se crea para este tiempo de la cuarentena, ofreciendo una escucha a aquellos sujetos que han pasado por experiencias concentracionarias o situaciones de violación a los DDHH, o a sus familiares, que estén afectados por el retorno de ciertos significantes que “se pegan” al momento actual de confinamiento, como consecuencia de las políticas de excepción y cuidado, impuestas por la pandemia.
LOS ESPEJOS · Una luz detrás de la pandemia
Se trata del caso de una joven que es nieta de un desaparecido, en una primera exhumación de los restos óseos , se produce un equívoco en el análisis del ADN, cuestión que remite a la desprolijidad de los procesos de memoria y restitución en Chile, a diferencia de la Argentina.
Es una paciente con muchos actings, internaciones e intentos de suicidio. Surge la pregunta en relación a qué se desencadena en la tercera generación, qué retorna en este tercer tiempo: ¿algo forcluido, no inscripto? Para pensar sobre la herencia y la transmisión que se actualiza de aquello infamiliar, al modo de actings, enloquecimiento. El retorno de ello, lo mortífero, con lo propio y singular de cada novela familiar, que nos interroga en la clínica.
En la primera parte de la reunión se trabaja sobre Antígona, a partir de una propuesta que trae Ana Zabala. “En el entre-dos-muertes”
En el apartado La esencia de la tragedia, del seminario 7 “La ética del psicoanálisis”, Lacan rescata al personaje trágico de Antígona no como víctima sino como Sujeto responsable de su Acto, en relación a su deseo.
“¿Quién no es capaz de evocar a Antígona ante cualquier conflicto que nos desgarre en nuestra relación con una ley que se presenta en nombre de la comunidad como una ley justa?”
“…es lo que tiene de desconcertante esa víctima tan terriblemente voluntaria” así es como la nombra Lacan en este seminario “ella nos fascina con su brillo insoportable” (pág. 298). Lacan dice que “esa belleza la extrae de su ubicación del entre-dos de dos campos simbólicamente diferenciados. No cabe duda que extrae su brillo de ése lugar” (ese lugar tendrá que ver con aquella segunda muerte imaginada por los héroes de Sade –la muerte en la medida que es convocada como punto en el que se aniquila el ciclo mismo de las transformaciones naturales) Atañe a la posición del ser. Este punto lo volveremos a encontrar articulado en cuanto tal, como un límite, en todo el texto de Antígona.
Posición de Antígona: muerte vivida de manera anticipada, muerte insinuándose en el dominio de la vida, vida insinuándose en la muerte.
La zona así definida tiene una función singular en el efecto de la tragedia.
“En el atravesamiento de esa zona el rayo del deseo a la vez se refleja y se refracta, culminando al brindarnos ese efecto tan singular, que es el más profundo, el efecto de lo bello sobre el deseo.”
Lacan se mete con Antígona buscando en el texto algo diferente a una lección de moral.
Ubica algo en relación a la caída de la potencia en el personaje: la turbación el émoi.
No hay conciliación según la lectura de Lacan en Antígona, tal como según él plantea Hegel. En Edipo en Colona –la última pieza de Sófocles–, Edipo hace recaer su maldición última sobre sus hijos, engendrando así la serie catastrófica de dramas dentro de la cual se inscribe Antígona.
“Cuando todo ha sido atravesado, su captura, su desafío, su condena, incluso su gemido, cuando está verdaderamente al borde de la famosa tumba, ya más allá del calvario cuyo recorrido hemos seguido, Antígona se detiene para justificarse… mientras ella misma ya pareció doblegarse en una suerte de ‘¿Padre mío porqué me abandonaste?’ se recupera y dice –Sépanlo, no habría desafiado la ley de los ciudadanos por un marido o un hijo a los que se les hubiese negado la sepultura, porque después de todo, dice, si hubiese perdido un marido en esas condiciones hubiese podido adquirir otro, incluso si hubiese perdido junto con el marido un hijo, habría podido tener otro hijo con otro marido. Pero se trata aquí de mi propio hermano, nacido del mismo padre y de la misma madre… no hay ninguna posibilidad de que un hermano renazca jamás”
¿Por qué un hermano tendría este estatuto de lo verdaderamente insustituible? Nos interrogamos en este punto.
Había una maldición en la estirpe de los Labdácidas, se trataba de una descendencia incestuosa.
En la tragedia griega se usa la voz media, que es una voz del griego que en castellano no existe como tal, pero que se acerca a la voz pasiva, a nivel gramatical, en el sentido de una acción que recae sobre un sujeto, sujeto en el lugar del objeto, afectado por la acción. En los tres tiempos del recorrido de la pulsión en Frued : “el verbo en voz activa no se muda a la voz pasiva, sino a una voz media reflexiva” es el “hacerse pegar” (“Pulsiones y destino s de pulsión” S. Freud 1915) En la voz media pareciera no haber una diferencia tajante entre el sujeto y el objeto. El ejemplo que usualmente se da de ello es la frase “Enterré a mi padre…”, una acción que literalmente no la realiza el sujeto de la frase pero que está afectado por dicha acción como sujeto[1].
En esta tragedia se juega la dicotomía entre las Leyes del Estado/las Leyes de los Dioses (la Diké), las leyes de la Diké son las no escritas, se trata del Decir de los Dioses.
Antígona es la heroína, la que lleva la vía de los dioses. “Es aquella (se traduce del griego) más hecha para el amor que para el odio” Antígona está atravesada por la Até (extravío, calamidad) Designa el límite que la vida humana no podría atravesar mucho tiempo. El texto del Coro es significativo e insistente al respecto –ektos átas (en griego significa “fuera de (con excepción de/más allá de) la fatalidad”. Allí es donde quiere ir Antígona.
Se trata de la potencia y del crimen en esta historia.
Ella es tan omos (inflexible, cruda) algo como no civilizado, dice el Coro, como su padre.
Acercarse al Até, lo atroz, está vinculado con una cadena, la desgracia de la familia de los Labdácidas. Lacan analizando el texto griego retoma el término mérimna (es una palabra ambigua entre lo subjetivo y lo objetivo) El mérimna (se acerca a la palabra mneme que en griego es Memoria) de los Labdácidas empuja a Antígona hacia las fronteras de la Áte. (Lacan dice que no tiene nada que ver con la desgracia) El sin temor ni compasión alude a su Acto, en relación a su deseo. Ella va a cubrir el cuerpo de su hermano con una fina capa de polvo, como para que quede velado suficientemente para la mirada. Los trozos de su hermano que vendrán a arrancarle perros y pájaros, diseminarán el horror y la epidemia al centro de las ciudades. Antígona hizo pues ese gesto una vez (Lo que está más allá de cierto límite no debe ser visto) Ella desafía a Creonte, las leyes de la ciudad.
Hímeros enargés: literalmente el deseo vuelto visible.
Ektos átas tiene en el texto el sentido del atravesamiento de un límite (más allá, es un afuera, lo que sucede una vez atravesado el límite de la Áté). Algo más allá de los límites de la Até devino para Antígona su bien propio, un bien que no es el de todos los demás.
“¿Cuál es la superficie que permite el surgimiento de la imagen de Antígona en tanto que imagen de la pasión? Aparece la frase literal, dicha en la tragedia “Padre mío, porqué me abandonaste?”
Antígona manifiesta, le dice a Ismena, que ella enterrará a su hermano.
La Até depende del Otro.
Horisan, horizo, horos es precisamente la imagen del horizonte, del límite (de ahí emana la legalidad), pag 334. Ya no son más las leyes (nómos), sino cierta legalidad que emana de las leyes no escritas. Se trata de lo que en efecto es del orden de la ley, pero que no está desarrollado en ninguna cadena significante, en nada. (leyes no escritas, de los dioses)
“Se trata del orden determinado por una relación estructural que sólo existe a partir del lenguaje de las palabras, pero muestra su consecuencia infranqueable. A partir del momento en que las palabras y el lenguaje y el significante entran en juego, algo puede ser dicho”
Respecto a la cuestión de la sepultura de su hermano: “No se trata de terminar con quien es un hombre como con un perro. No se puede terminar con sus restos olvidando que el registro del ser de aquel que pudo ser ubicado mediante un nombre debe ser preservado por el acto de los funerales”. (pág. 335)
El valor que mantiene Antígona en su posición es el valor del lenguaje, fuera del lenguaje ni siquiera podría ser concebido. Se trata del corte que instaura en la vida del hombre la presencia misma del lenguaje “Esa pureza, esa separación del ser de todas las características del drama histórico que atravesó, éste es justamente el límite, el ex nihilo alrededor del cual se sostiene Antígona. No es otra cosa más que el corte que instaura en la vida del hombre la presencia misma del lenguaje”.
Antígona al final de su recorrido está en los confines, el franqueamiento. “Sin estar muerta, ya está tachada del mundo de los vivos… Para Antígona la vida no es abordable, vivida y reflexionada desde ese límite donde ella ya perdió la vida, donde ella está más allá –pero desde ahí puede verla, vivirla bajo la forma de lo que está perdido”
Antígona lleva hasta el límite la realización de lo que se puede llamar el deseo puro, el puro y simple deseo de muerte como tal. Ella encarna ése deseo”
“¿Qué ocurre con su deseo? ¿No debe ser el deseo del Otro y conectarse con el deseo de la madre? El deseo de la madre, el texto alude a él, es el origen de todo. El deseo de la madre es a la vez el deseo fundador de toda la estructura, el que da a luz esos retoños únicos… pero es al mismo tiempo un deseo criminal.” Se vuelve a encontrar ahí en la tragedia una impasse.
“Ninguna mediación es aquí posible, salvo ése deseo, su carácter radicalmente destructivo. La descendencia de la unión incestuosa se desdobló en dos hermanos: el uno representa la potencia, el otro representa el crimen. No hay nadie para asumir el crimen y la validez del crimen, excepto Antigona”.
¿Qué nos enseña Antígona? Qué nos deja para pensar en estos cruces entre filiación, crimen, ley, nombre, linaje, deseo, rito.
“Un término que atraviesa fuertemente toda la obra de Sófocles es insensato, la idea de la insensatez (del latín insensatus) lo cual significa tonto, fatuo. También se traduce como necedad, falta de razón o de sentido. Concepto ligado a la locura. Locura en desobedecer las órdenes establecidas para los ciudadanos. Locura en desear la muerte, por sostener la causa de su deseo. Locura en “no saber ceder a la desgracia”, según el corífeo. ¿Cómo puede Antígona desear la desgracia? –se preguntan, mientras ella no concibe un deseo sin pagar el precio de la desgracia que hace consistir su existencia. Ella es hija de esa desgracia, su padre la aloja en su deseo desde allí, es también hacer consistir el nombre de ese padre desgraciado, para poder ganarse el ser hija de ese padre.
A la vez sólo la muerte puede salvarla de la desgracia, igual que a su padre. La desgracia: consistencia y salvación «Esta elección trágica de Antígona… pone en función lo bello. Lo bello no engaña, actúa como guardián del deseo, pero también del horror del goce. Lo bello es un límite»
¿Qué transmisión se pone en juego en la tragedia? Qué consecuencias en esta descendencia incestuosa, en esta herencia mal-dita?
Antígona también nos dice de la nominación que se enlaza al rito, al derecho a la sepultura. El que fue nombrado no puede carecer de rito “Es a partir de este derecho regulado, que cada quien podrá constituir la singularidad de su rito funerario y su posterior deriva sobre el estatuto de cada duelo. Pero desde tiempos inmemoriales la certificación de la muerte siempre se ha ofrecido a una mirada pública, ligando el rito al encuentro y enlace a otros”
El rito va de la mano del nombre, de lalengua, lo propiamente humano.
Antígona también nos invita a pensar en un Deseo de la Madre como puro deseo de Muerte. Lo pensamos en relación a aquellos casos en que lo materno no deja lugar al Padre, a su palabra. Estrago. Cuestiones a pensar en el terreno de lo clínico, y en la singularidad de cada caso, en lo novelado familiarmente. La escucha analítica, la operación de lectura, equivoca los sentidos, agujerea el saber, invita a la contingencia del decir.
En una segunda parte de la reunión se trabaja sobre la clase 4 del Seminario 21 (18/12/73) puntuación que nos acerca Vivian Berwald
«es la palabra nudo lo importante, no el ser, el ser de ese nudo, que dibujé la vez pasada, y que sólo motiva al inconsciente. Esto implica, pues, enteramente incluido en él justamente ese decir de la vez pasada, en tanto que en él se da cuenta del lugar de ese saber. Lo que constituye ese decir no es el conocimiento, de ninguna manera, ese nudo no es un conocimiento de cualquier cosa. Este nudo implica mi decir como acontecimiento en lo que él es, con sus tres caras: que es imaginable, ya que he hecho de él imagen efectiva; que es simbólico, ya que puedo definirlo como nudo; y que es totalmente real por el acontecimiento mismo de ese decir»
¨Lo importante es… a saber, que sean distintos, eso justamente no tiene importancia, sino en tanto que es preciso que sean tres¨.
¨Lo importante no es solamente ese nudo, es su DECIR. No toda palabra es un decir, un «decir» es del orden del acontecimiento¨.
Lacan ubica que el amor no es otra cosa que un decir, en tanto que acontecimiento.
¨El amor es lo imaginario específico de cada uno, lo que no lo une más que a cierto número de personas no elegidas del todo al azar¨
¨¡Ese decir! ese decir del amor se dirige al saber en tanto que éste está aquí, en lo que es preciso llamar el inconsciente. ¨
El amor planteado como medio (en el lugar de lo Imaginario) es el lazo esencial entre lo Real y lo simbólico.
Esto nos lleva a pensar en el amor como un operador, presente también en la transferencia analítica, que permite enlazar lo Real a lo Simbólico. En la transmisión del Nombre del Padre, como transmisión fundamentalmente de la falla, también se trata del amor. En la raíz de la palabra filiación está filio (hijo) y filia: en griego: filia/filein amor, amistad
El genocidio interrumpe la filiación, va contra esta operación, es el desencadenamiento de lo mortífero. Es el “botín de guerra”.
En el orden de la transmisión hay un enigma. Lo genocida atenta contra ése orden, no hay lugar para el enigma a descifrar, no hay lugar al equívoco, y por ende tampoco para el Sujeto del inconsciente. La transmisión es de lo imposible, como límite también. Como tope a lo mortífero.
“La herencia y la transmisión se juegan en dos órdenes distintos. Lo que se hereda es del orden de un objeto calculable, imaginario-simbólico. En cambio en la transmisión se juega un objeto inestimable*, escondido, enigmático, real. De allí la transmisión extrae su eficacia, esto es, en lo concerniente a la función de equívoco. Sin equívoco no hay transmisión.” (*Concepto extraído del libro El inestimable objeto de la transmisión: estudio sobre el principio genealógico en occidente, de Pierre Legendre). Fabiana Roussseaux
Los linajes familiares, en los que se inscribe la historia de un sujeto, no se ubican por fuera de las inscripciones jurídicas, de la legalidad jurídica.
Las supresiones genealógicas en el marco de los crímenes cometidos en nuestro país por el terrorismo estatal, han tenido efectos devastadores a nivel de los sujetos y del cuerpo social.
En ése sentido no es indiferente qué respuestas se dan desde el Estado frente a los crímenes cometidos y al dolor de las víctimas. Las políticas que se han generado, como respuestas, al interior de ése Estado, como el juzgamiento de los responsables y las leyes reparatorias, tendrán efectos ineludiblemente en el terreno de lo clínico.
“Si la responsabilidad es lo que define al sujeto de derecho, ese es también el sujeto que podemos introducir en el campo de la clínica psicoanalítica. Allí no podemos dirigirnos a la víctima por una imposibilidad lógica. No obstante ello, fue desde el dispositivo producido por el discurso estatal desde donde surgió esa clínica, donde el Estado clama y exige esa figura para alojarlo. Centro de Asistencia a Víctimas. Este punto es modal ya que a su vez el reconocimiento de esa figura es el “reparo/amparo” que en sí mismo el Estado otorga, es decir, al tiempo que certifica la condición de víctima asume la responsabilidad por los crímenes cometidos y eso es en sí mismo un cambio de posición radical en el lazo víctima-Estado.
En los fundamentos de nuestra investigación: “Genocidio, filiación y transmisión. Hacerse un nombre frente a una herencia sin Ley” decimos que analizaremos los fundamentos jurídicos de quienes apelaron a la justicia para suprimir, sustituir o restituir su identidad. Casos vinculados al terrorismo de Estado donde una parte importante de la generación nacida durante los años 70, tuvieron que hacer frente a las identidades falsificadas producto de las apropiaciones de las que fueron víctimas, como así también casos de adopción al interior de los dispositivos del exterminio. Por otra parte, en el mismo marco del genocidio, las identidades jurídicas forzadas que sobrellevan hijos e hijas de genocidas, provocan una nueva demanda al sistema judicial para promover la supresión y sustitución de esas identidades que importan un linaje mortífero. La ley entendida aquí en su sesgo ordenador y regulador de los lazos sociales, oficia como instrumento válido, que puede hacer lugar a la posibilidad de filiarse a un nuevo nombre. El legado remite a aquello que un sujeto asume como valor de transmisión y en ese sentido está ligado a un acto. La función paterna es siempre encarnada fallidamente. Sostiene el orden genealógico en la medida que esa función se responde por un deseo ya que es el padre simbólico quien ordena las filiaciones y transmite un legado en tanto el sujeto está enlazado al Otro. Restituir la identidad en sus múltiples e inesperados efectos es restituir el sentido de dignidad al sujeto.
1.) En su libro Antígonas, George Steiner se pregunta si ¿será posible abrigar la esperanza de cruzar el puente levadizo que conducía Antígona de Sófocles sin dominar el griego antiguo? En definitiva, el idioma en el que fue escrito es un idioma perdido y como tal, el desafío es mucho más profundo.
El autor pone su atención en el prólogo de Antígona de Sófocles, que se extiende de los versos 1 al 99 y marca la escena del diálogo entre Antígona e Ismena.
Los primeros versos utilizan un antiguo plural para dos, un dual perdido ya incluso en el griego actual, en el cual se presentaba una voz activa exclusiva entre dos personas. La voz media griega constituye un tiempo que no se refleja en otro idioma. La exclusividad entre dos denota una cercanía, una intimidad que va más allá de un diálogo común. Éste es el tiempo que utiliza Antígona en el primer verso y, luego para marcar las desdichas que cumplirá Zeus “en nosotras dos” (versos 2-3). En el inicio (verso 1) la traducción es opaca y poco consensuada. La traducción de Gredos dice: “¡Oh Ismene, mi propia hermana, mi misma sangre!”, en tanto Steiner presenta: “Oh común cabeza de Ismena o compartida cabeza de mi hermana”. Mi sangre, mi cabeza, pretensión de Antígona de ser una las dos.
Steiner remarca el triple vínculo que unía a las hermanas. En definitiva, ellas eran hermanas e hijas de su padre e hijas y nietas de su madre. El parentesco marcado por la fatalidad de la estirpe: “Una paradoja o dualidad crucial de la condición humana consiste en que el parentesco es en un sentido, el más universal el más corriente de los hechos biológicosociales y, sin embargo, en otro sentido, es lo más específico, lo irreductiblemente singular e individual” (Steiner p. 234).
El corte se produce cuando las hermanas difieren. En tanto Ismena se niega a dar sepultura a su hermano y declara “pidiendo a los de abajo que tengan indulgencia, obedeceré porque me siento coaccionada a ello” (versos 65-66), Antígona responde con un “Yo lo enterraré” (71). Un “yo” que ya es su singularidad, marca el acto que la parirá como sujeto, aún a costa de la muerte. Rompe con una unidad de parentesco que, dice Steiner, se extendía más allá de ellas, en tanto Polinices y Eteocles formaban también ellos una unidad acoplada a la de las dos hermanas. Es la línea de la herencia fatídica de los labdácidas, simbiosis total que es resquebrajada continuamente en los dichos de Ismena y empuja a Antígona a su soledad.
En esta sutileza sintáctica, imperceptible para nosotros hablantes modernos, resalta el conflicto que se hace presente en “las contradicciones entre las dignidades y valores liberales del individuo, por un lado, y los más arcaicos pero perennemente presentes ideales y reflejos de la comunidad, por otro” (Steiner p.236).
Las riquezas de la lengua y cultura griega se desplazan por toda la obra dejando puntos paradojales, dualidades que fueron tarea de los traductores zanjar. Decisiones que marcan las interpretaciones en que se sumerge el texto original. En esto, el “modo dual” suscita reflexiones gramaticales, psicológicas y espirituales, en una obra inacabable e inalcanzable.
Si quieren indagar más en el tema les sugiero el libro de Steiner G., Antígonas. La travesía de un mito universal por la historia de Occidente (Editorial Gedisa). Lo presentado acá se encuentra en el capítulo III, punto 1 y 2. Aporte de Mariana Burgos.