Por Ana Zabala*
La última dictadura de los años 1976/1983 en Argentina expulsó a un gobierno popular democrático viciado e inoperante. Fue perpetrada con las armas del pueblo y contra el pueblo al que se suponía defenderían de algún “enemigo externo”. Este grupo militar autodenominado “proceso de reorganización nacional” pactó intestinamente dominar por la fuerza al pueblo argentino, amparado por las cúpulas religiosa, política y sindical. Los protagonistas del golpe de Estado rápidamente aplicaron lineamientos imperialistas colonizantes para un modelo económico sórdido y macabro, sumiendo así con prisa y sin pausa a nuestro pueblo en un sistema capitalista, ya fracasado en diversas partes del mundo.
La pérdida de todo tipo de libertades, el decreto del estado de sitio permanente, la negación de toda garantía jurídica y constitucional, el cierre de universidades, clausura de todo local partidario, sindical o vecinal, y la intervención militar de cuanta facultad y organismo público existiere, produjeron una tremenda y abrupta ruptura en el orden del discurso con el desanudamiento de la trama social, el cual conllevó un exterminio sistemático de casi cualquier intento de solidaridad entre los habitantes de este suelo, a fuerza de convertirse en “desaparecido”.
Mientras esa horda arrasaba con el botín en esta batalla generada en sus mentes, pero pergeñada en los habitantes más brillantes, y sin permitirles defenderse de manera alguna, este terrorismo de Estado usufructuó de inmediato los bienes de miles y miles de militantes populares, secuestrándoles, torturándoles, matándoles y hasta desapareciéndoles.
Desaparecerles. Dejar un vacío ahí donde estaba el ser amado de cada familia. Ni un cuerpo que poder ritualizar en una despedida. Favorecer la locura de la búsqueda de esos cuerpos ha sido la marca de los asesinos. Como si se pudiera matar la muerte. Quizá de los más siniestros designios perpetrados por esa casta maldita: intentar hacer desaparecer también la muerte.
Pero como decía Freud, es más fácil cometer un crimen que borrar sus huellas, “tanto el secreto como la impunidad son ilusorios”, y para más prueba de esto, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) hace ya más de dos décadas que nos muestra periódicamente que hay señales “del mas allá” que pugnan por indicarnos el rumbo a seguir.
Mediante la lucha sin cuartel de los diversos organismos de derechos humanos creados a partir de la feroz masacre, las Abuelas de Plaza de Mayo han ido recuperando –y continúan haciéndolo– a muchos/as hijos/as de sus hijos/as, mostrando al mundo entero que no todo está perdido, y llevando como único estandarte una ética de vida, triunfo absoluto y primal sobre la muerte, esa que intentaron imponer los asesinos como único destino posible.
A los niños y niñas que han sido robados/as durante estos años les han imposibilitado conocer sus orígenes y prohibido conocer la verdad de su historia, armándoles una mentira vil e impidiéndoles el descubrimiento del legado de sus padres, su genealogía simbólica, y su genética. Toda cuestión tanto de orden físico, químico y psíquico ha sido ultrajada.
Como está documentado en uno de los casos de las Abuelas “acerca de la organización del psiquismo de una niña apropiada que creció con la prohibición de saber (…) la mentira no es un hecho puntual sino una construcción, una red que engloba enunciados falsos, secretos y prohibiciones –conscientes e inconscientes–, que circulan y se transmiten por todos los detalles de la crianza”.
Hay una cuestión de orden ético que hacemos como primer punto de abordaje los/as psicoanalistas que intervenimos en los casos de apropiación ilegal de niños y niñas, es la posibilidad auténtica de la restitución de su identidad, como paso previo e inexcusable a cualquier tratamiento posible que posibilite analizar cuestiones del orden de la identificación para la subjetividad. Sin identidad real, concisa y cierta consideramos que no hay identificación posible en un marco saludable. Es absolutamente perentorio que una persona conozca su nombre y sus lazos de identidad primero para realizar un abordaje subjetivo de sus cuestiones conscientes e inconscientes. Son datos primigenios imprescindibles para el primer abordaje que permita hilvanar una trama de discurso sólido y eficaz, que viabilice una vida sana, libre de falseamientos de cualquier ideología, nefasto de cualquier índole. Si la inscripción simbólica es trigeneracional, harán falta otras tres generaciones para acomodar la subjetividad de alguna manera, para comprender qué condición humana y qué deseo hicieron que ese ser llegue a nacer, más aún en condiciones de espanto como ha sido en muchos de estos casos con la barbarie imperante durante el genocidio argentino de la última dictadura militar.
La afirmación freudiana que afirma que el egoísmo sólo encuentra su límite en el amor a los otros, permite comprender la actitud de lo que se produjo cuando en esos años de oscuridad el botín tuvo forma humana, ya que sistemáticamente y de la manera más aberrante, las familias de muchísimos/as de los/as jóvenes secuestrados/as fueron despojados/as, además, de su progenie.
El mito religioso transmitido en Occidente da cuenta que en el año cero de esta era, un gobernante en su locura egoísta y para no ser defenestrado por un recién nacido, dio la orden de matar a todos los bebés.
Mito viene de “mythos” que en griego etimológicamente quiere decir: “palabra”, “discurso”.
Se trata de historias que han sido transmitidas verbalmente en un acto mediante el cual rigen los efectos del lenguaje. Y la palabra como símbolo de lenguaje no sólo no es inmaterial, sino que cada acto subjetivo está inevitablemente acompañado por palabras, y éstas a su vez están producidas por los pensamientos de un sujeto.
Es gracias a Sigmund Freud que los/as psicoanalistas abordamos el decir de alguien que viene a consulta tomando la hipótesis maravillosa del sujeto inconsciente que anida en ese ser que habla. Ese sujeto inconsciente suelta cosas mientras la persona que está en el consultorio habla. Y es gracias a Jacques Lacan que advertimos que la palabra es la vía regia para llegar al encuentro de la verdad del sujeto que está ahí en la enunciación, mientras la persona produce efectos de sentido al hablar, en una construcción favorecedora de lo que tiene, y de lo que le falta, de lo que busca, y de lo que encuentra. Y en medio de tanta palabrería, la producción inconsciente.
“El inconsciente tiene estructura de lenguaje”. Tesoro de significantes conducente a la identificación, causa primordial del sujeto.
Y mediante el deseo del analista escuchamos en el relato de un sueño, un acto fallido o un lapsus linguae, abordando el campo propicio donde atesora la riqueza de los significantes que salta allí señalándonos lo sintomático, eso que no funciona bien en el sujeto. Así dirigimos la cura asistiéndonos de la angustia del sujeto como el camino más eficaz.
Es en el síntoma que anida la verdad subjetiva, esa que se formó luego de una pérdida de contacto real a causa del trauma vivido. Dependerá de que ese tratamiento sea un buen encuentro analítico a fin de que sea transitorio y no definitivo el malestar, y una vez que haya sido recabado y comprendido el saber que engendra en su seno, recién será ocasión propicia de desprender el velo de dolor.
Dolor viene de duelo, dolor del luto, lucha subjetiva entre saber y verdad. En la que si no aparece la ética posibilitadora de una construcción de otra realidad para el sujeto que sufre, no traerá ni paz ni tranquilidad. Ya que es el no saber por la amnesia del trauma, por la laguna mnésica del suceso traumático vivido lo que imposibilita despejar la vía sintomática hasta tanto echemos luz con el análisis.
BIBLIOGRAFÍA
Freud, Sigmund. Obras completas.
—Cinco conferencias sobre psicoanálisis. “Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa”. (Contribuciones a la psicología del amor II). 1912.
—Tótem y tabú. “Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos”. 1912/1913.
—Psicología de las masas y análisis del yo.
Lacan, Jacques.
—Seminario VII: “La Ética del Psicoanálisis”.
—Clase 21. Antígona en el Entre-Dos-Muertes. 6 de junio de 1960.
—Escritos II.
—“La dirección de la cura y los principios de su poder”.
—V. “Hay que tomar el deseo a la letra”.
—“Radiofonía y televisión”, primera parte.
Milano, José. Libros y CD’s (Comunidad Russell).
—Psicoanalizar I.
—Psicoanalizar II.
*Psicoanalista. Integrante del equipo terapéutico del Centro de Atención por el Derecho a la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo. Docente de la materia “Estructura del personaje” de las carreras de Guion y de Realización de la ENERC.
Este texto forma parte del libro Psicoanálisis, identidad y transmisión: Alicia Lo Giúdice (compiladora). Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo.