Cristina Toro
Noviembre-Diciembre de 2019
Todavía me emocionan ciertas voces
todavía creo en mirar a los ojos
todavía tengo en mente cambiar algo
todavía y a dios gracias todavía
Multiplicar, es la tarea, es la tarea …J.C. Baglieto. «Tratando de crecer»
En estos días, en que se escuchan multiplicidad de voces frente a los hechos que acontecieron y que acontecen en América Latina, se torna importante plantear una vez más la necesariedad de una construcción cultural. Ya que sin esta construcción, sin el trabajo imprescindible sobre la subjetividad que ésta implica, estamos siempre expuestos al retorno inevitable de la segregación en sus diversos modos. Me refiero a lo que ocurre a nuestros hermanos de los países limítrofes, en donde en el mes de noviembre de 2019 pudimos observar, consternados e indignados, una acción sangrienta en la que se masacró y se sigue masacrando a grupos sociales y populares, protagonistas de la defensa de sus derechos.
La experiencia del imperialismo y del neoliberalismo tanto en Chile como en Bolivia ha sido diferente, pero tiene en común el hecho de una aparente subordinación en la subjetividad, por efecto de la dominación cultural, a un pensamiento que va en contra de lo que supone son sus intereses, no sólo de clase, sino también individuales.
Constatamos así que la no revisión de lo ocurrido en términos de justicia, luego del sanguinario golpe militar al presidente Allende y los atroces crímenes perpetrados por Pinochet, lleva a que estalle y se esparza como un polvorín, lo que subyacía en carácter de reprimido.
¿De qué se trata esta categoría psicoanalítica de lo reprimido? Se trata de aquello que fue olvidado sin olvidarse, y que retorna en lo real de una manera casi inesperada, digo casi, porque estaba latente, y hace explotar un estado de situación invisibilizado. Quizá sea por eso que, soldados y policías, apuntan a los ojos de los ciudadanos como metáfora, de que los quieren seguir manteniendo ciegos.
Hace casi dos meses que los segregados de Chile, los olvidados, los que trabajan por salarios miserables o pagan onerosas sumas para poder estudiar, o tener acceso a la salud, se han insubordinado frente al status quo de varios años de creciente desigualdad económica y social, resistiendo cualquier propuesta que no dé una solución inmediata a estas demandas. Tal como lo plantea Ernesto Laclau, si estas demandas heterogéneas no se organizan de una manera hegemónica, para dar lugar a un momento superador, se agotan en sí mismas.
Como refiere Jorge Alemán, existe una cadena equivalencial en la que un momento de cierre- necesario y al mismo tiempo imposible-, debe constituirse un punto de capitón. ¿Qué significante puede hacer de anclaje para quedar vinculado en un segundo momento a un liderazgo? Observamos que esto no termina de constituirse, en el caso chileno.
En Bolivia, el indígena, verdadero constituyente del pueblo boliviano, luego de años de sometimiento al imperialismo, que llegó a colocar como presidente a un sujeto que no sólo no pronunciaba bien el castellano (debido a que se formó y residió largos años en EEUU), sino que desconocía absolutamente las otras lenguas nativas del Estado Plurinacional. El verdadero pueblo boliviano, el indígena fue aplastado de manera tal que se sentía una raza inferior dentro de su propio país, agachando la cabeza frente al paso del “blanco”. Entonces, vale la pregunta ¿no es éste un espectacular triunfo de la segregación?
Los poderes económicos durante décadas apoyados por el poder de las armas resolvían estas cuestiones en América Latina, llamada Patio Trasero de los EEUU, vía golpes militares. La superioridad armamentista de este país es innegable, lo que nos deja en un permanente estado de alerta.
Pero quisiera poner el acento en la cuestión de por qué quienes se supone que han podido no sólo transitar sino también reflexionar acerca de los momentos en la época que les ha tocado vivir, permiten este avasallamiento de sus intereses intelectuales, afectivos y en sus condiciones de vida. Para entenderlo viene en nuestra ayuda lo que Freud nos enseñó: que en la construcción del aparato psíquico, queda como resto heredero de los mandatos paternos, que se transforma en mandatos de goce y a la vez de imposibilidad de gozar, una instancia a la que llama superyó, donde sus características inconscientes se constituyen en campo fértil para que el sujeto por estructura, se someta a una dominación. Lacan nos enseña, que hay una parte que se excluye de este proceso.
Esta situación que subyace facilita, es el marco para que, en las últimas décadas, hayan tomado una relevancia inusitada los medios de comunicación nacionales e internacionales, que hoy se ponen al frente de los aparatos ideológicos más sofisticados, o más burdos también.
Como bien lo explica el vicepresidente Álvaro García Linera, el ascenso de las clases medias, que disputan un lugar con la clase media tradicional, que llama la casta, es algo que debe tenerse muy en cuenta, ya que se produce un movimiento paradojal. En este caso en Bolivia, pero este hecho puede generalizarse: el que las clases en ascenso terminan apoyando a sus adversarios, que en realidad son sus enemigos, renegando de las políticas que permitieron las condiciones de realizar el trabajo en curso, de la redistribución de la riqueza. Lo demuestra la baja porcentual de los votos con los que ganó Evo Morales la última elección, y el crecimiento de los votos de la derecha tradicional en Argentina.
Se produce un nuevo discurso que da soporte a una idea de democracia que debe ser revisada, cuestión con la que no estamos en desacuerdo. La democracia del siglo XXI, entre otras cuestiones, necesita plantear que es imposible hablar del concepto tradicional de igualdad,
sin introducir la noción de equidad. Y en el caso concreto de una población racista como la de Bolivia, esto no era tolerable por un estado organizado por siglos bajo el discurso no igualitario con el indígena.
El neoliberalismo ya no se lleva bien con la democracia
El discurso imperante, que no es sólo el de los últimos años, ya que hay diferencias que caracterizan al siglo, conserva el mismo el eje conceptual que define el poder dentro del capitalismo y en los últimos tiempos en su variante más atroz, conocida hasta el momento: el neoliberalismo, sustentado en el capitalismo financiero global.
A la cuestión discursiva se agrega una cuestión afectiva que es la del odio, en tanto afecto que se transforma en pasión oscura y consistente, sobre la cual pivotea el poder. Oscura pasión porque se desencadena en un supuesto goce del Otro al que el odiador no tiene acceso.
El odio articula lo imaginario con lo real en una lúcida capacidad de destructividad.
Según Baruj Spinoza, este afecto es fuente de la cólera, la que conduce al deseo de destrucción del objeto odiado. En el caso de Bolivia y otros países sudamericanos, claramente, el indígena, que más allá del color de su piel y de sus rasgos es identificado como el “cabecita negra”, y denominado con epítetos que intentan ser descalificantes. Todos ellos comprendidos en la categoría de “alienígenas” como lo enunció la primera dama de Chile, la señora Morel, que por cierto no es una invención de Bioy Casares.
Ahora bien, como psicoanalistas, formados en la conceptualización freudiana, y que reconocemos y utilizamos los cuatros discursos descriptos por Lacan como modos del ordenamiento del lazo social, y que también utilizamos como guía lo que llamó Discurso capitalista al que terminó presentando y conceptualizado como un antidiscurso (porque justamente lo que rechaza es el lazo social, nos encontramos en la paradoja de trabajar con subjetividades que habitan ese antidiscurso, que produce un modo particular de lazo en relación al objeto en una circularidad que no incluye ni la imposibilidad ni la impotencia, y si una relación que mercantiliza la vida, bajo el lema de la meritocracia.
Pero quienes seguimos a Jorge Alemán en su conceptualización sabemos que sujeto y subjetividad no es lo mismo, y que hay algo que con Lacan, los psicoanalistas llamamos lalengua, que no puede ser tomada por ningún tipo de poder, ya que es constituyente y anterior a que el poder actúe produciendo subjetividad. Es el pequeño gran margen, que hace posible una clínica psicoanalítica. Y será vía la transferencia que el analista tendrá que encontrar los recursos, para acceder a este inconsciente en su intersección simbólico-real, introduciendo al amor, como la variante clave que permite una elaboración. Nuestro trabajo se desarrolla siempre en los bordes, en las fronteras. Allí donde se paratodea, trabajar con el posible encuentro de lo singular de cada cual, sin dejar de tener en cuenta que para que un sujeto entre en el dispositivo psicoanalítico hace falta un largo trayecto que quizá no pueda realizarse siempre. Lo importante para nosotros en nuestro trabajo clínico es la escucha psicoanalítica, ya que muchas veces para realizarlo hace falta la interlocución con otros discursos, con otras modalidades terapéuticas, incluyendo a otros actores sociales, cuando la situación lo amerita.
Aunque una vez más triunfe el neoliberalismo, con dolor ahora estamos observando que ocurren hechos que creíamos que eran irreversibles, que algunas formas del horror habían quedado atrás, tenemos que señalar que, en otro sentido, no habrá vuelta atrás.
En la historia, lo que no cesa de no escribirse, hace al retorno, inevitable, en la que nuestra respuesta insistente es imprescindible, porque la otra opción es que la humanidad vaya camino a su fin.
Un verdadero proceso civilizatorio, en su malestar estructural, necesita permanentemente resolver malestares que no aplican a esa característica. No tenemos otro camino que abocarnos, siempre impulsando desde nuestro sesgo, políticas inclusivas que respeten la singularidad, en todos los campos y en el de la salud mental especialmente, sin falsos optimismos pero con la convicción que nos guía.
Para concluir, tanto en Bolivia como en Chile, hay un genocidio en marcha, asesinatos, mutilaciones y desapariciones (atestiguado por los Organismos Internacionales de DDHH). Si bien son los pueblos a quien les cabe enfrentar y confrontar a sus gobernantes, en estos estados de excepción, cabe la presencia solidaria y activa de nosotros en tanto latinoamericanos. Y nos cabe, en tanto que el hecho de haber pasado por la experiencia de dictaduras, democracias debilitadas y también por algunos importantísimos años de políticas de estado que permitieron a los organismos de DDHH organizarse aún más, e impulsar leyes que condenan el terrorismo de Estado y los crímenes de lesa humanidad. Las políticas de la Memoria permitieron la construcción de espacios en donde no sólo se alojaba a quienes se consideraban víctimas, sino que se ofreció y se ofrece aun hoy, acompañamiento y la posibilidad no sólo de testimoniar, sino de ingresar en un dispositivo clínico.
Es por ello que, como integrantes de TeCMe, no nos quedaremos sólo en el plano de la condena y el repudio, sino que reflexionamos y ofrecemos una lectura de los acontecimientos orientados por nuestra experiencia clínica, para fundamentar el lugar que requiere un trabajo que aborde el daño subjetivo y sus consecuencias. Desde el consultorio y también desde todo lugar en donde tomamos la palabra, para abogar por un cambio cultural, ya que… todavía tenemos en mente cambiar algo, en el marco de nuestra activa militancia del Nunca Más.