Desde Territorios Clínicos de la Memoria, y en el marco de nuestro Primer Encuentro Nacional desarrollado en la ciudad de Villa María los días 7 y 8 de diciembre de 2019, discutimos algunas ideas que constituyen los fundamentos de nuestra red en esta nueva etapa.
Frente a los estragos del (pseudo) discurso capitalista en nuestra época, y especialmente en América Latina, con la emergencia de dispositivos como el lawfare, de neofascismos encarnados en líderes de extrema derecha y golpes de Estados que dan lugar a escenarios distópicos en nuestras sociedades; desde nuestro colectivo de trabajo, asumimos la ética de la reconstrucción –una y cada vez– de los legados del Nunca Más en nuestro país. Eso implica un replanteo en torno a las prácticas que tenemos por delante.
En nuestros inicios, nos fundamos como Red de pensamiento y producción de políticas de transmisión en el contexto de la asunción del macrismo, momento donde esos legados comenzaban a ser fuertemente lesionados por las políticas neoliberales. El escenario que se abre a partir del triunfo y retorno de un nuevo gobierno popular nos convoca a profundizar en los procesos democráticos pensando este momento no sin los 4 años de destitución de derechos provocados en el último período. Y profundizar esos legados es saber en primer lugar que las cosas no han quedado como antes. El lugar al que volvemos es otro.
Al respecto, queremos compartir algunos posicionamientos epistémicos, políticos y éticos que deseamos constituyan la brújula de nuestras prácticas e intervenciones.
En primer lugar, que mantener viva la enseñanza freudiano-lacaniana en la época de la técnica nos interpela a evitar o, más precisamente, a estar advertidos de los peligros que corre su transmisión desde su institucionalización o normalización. Institucionalización o normalización que, en muchos casos, conduce a la pérdida de su potencial emancipatorio y de la subversión subjetiva. En tal sentido, nuestra práctica se apoya y pivotea no sólo en la producción de un conocimiento interdisciplinario, es decir, del ineludible y necesario dialogo con otros discursos, sino también y de manera prioritaria, hacemos foco en las singularidades de lxs sujetxs que habitan y habitamos los territorios clínicos de la memoria.
Lo dicho permite situar entonces nuestro posicionamiento epistemológico reconociendo al sujeto del inconsciente, al sujeto que habita la intersección vacía entre diferentes discursos como un sujeto deseante. El deseo de saber como un hilo que nos conduce, antes que a una interdisciplina o transdisciplina o multidisciplina, a una in-disciplina. Es decir, a cierta relación con los saberes y las disciplinas científicas que no implica su mero rechazo ni tampoco una simple repetición de sus contenidos y metodologías canónicas. Antes bien, implica una apuesta por la invención de lenguas in-disciplinadas que, frente al mandato de la técnica que suprime y anula al sujeto del inconsciente, invitan y son capaces de alojar aquellos legados que nos causan.
En definitiva, tal in-disciplina no es el producto de la sumatoria o agregación de los conocimientos generados en tal o cual disciplina, sino que apunta a la formalización de saberes a partir de los saldos y marcas que ciertas experiencias producen en un sujeto. Sujeto que se forja en su relación con la(s) disciplina(s), enlazado a discursos y cuerpos de saber, pero siempre y también más allá de ellas. Al mismo tiempo, concebimos esta in-disciplina al modo de constelaciones de disciplinas anudadas otorgando posibilidades inéditas en los modos de saber leer-escuchar y bien decir del sujeto que investiga.
En segundo lugar, nuestro trabajo está orientado en y por las inconsistencias, las fallas, del discurso capitalista. Allí donde la técnica parece fallar, no porque el circuito capitalista de por sí falle, sino porque es el mismo sujeto barrado el único que lo puede hacer fallar con su decisión y su responsabilidad subjetiva. Decisión y responsabilidad subjetiva que no son sino a partir de la(s) inscripción(es) en lazos sociales capaces, aún en nuestra época, de causar a los sujetos. Siempre teniendo en consideración, claro, que esas inconsistencias y fallas no implican habitar un terreno plenamente exterior al discurso capitalista sino, por el contrario, sobredeterminado por sus dispositivos de producción de subjetividades de nuestro tiempo. Es en esta dimensión decisiva del sujeto, en su relación compleja y tensionada con el circuito capitalista, donde ubicamos el carácter ineludible de un posicionamiento político.
En tercer lugar, como señala Jorge Alemán, podemos ubicar a la memoria como constitutiva de la política y no sencillamente como un apartado cognitivo o dimensión accesoria de la misma. En tal sentido, reconocemos que la relevancia de los trabajos de memoria(s) en Argentina son insoslayables. Y, asimismo, una experiencia de gran trascendencia a nivel mundial en el marco del empuje al olvido promovido por los dispositivos neoliberales. Por ello, podemos afirmar que los trabajos de memoria en Argentina han producido un lazo. Lazo posible gracias a aquella coordenada ética que ha dado lugar a un terreno digno capaz de alojar, una por una, las víctimas-testigo del terrorismo de Estado como Sujeto político barrado. Esto es, desde la asunción responsable de gestos abiertos a hospedar un sujeto con derecho al testimonio y la dimensión heterogénea, inapropiable, que éste conlleva. Se trata de un lazo fundacional que, a su vez, se yergue como posible superficie de inscripción de otras demandas sociales en orden a desplazarlas del circuito rizomático del (pseudo) discurso capitalista. Esto es, el carácter fundante y abierto a nuevas re-inscripciones que pone en evidencia este lazo articulado en torno al deseo de memoria trazan y establecen los mojones de nuestras condiciones democráticas actuales.
Frente a los crímenes que hoy se cometen en nuestra región tanto en aras de la defensa violenta de regímenes autoritarios-neoliberales, como en el ataque a gobiernos populistas y movimientos políticos y sociales, en Territorios Clínicos de la Memoria –tal como refiere Fabiana Rousseaux–, entendemos imprescindible redoblar la apuesta ubicando el sintagma “Nunca Más” como punto de capitón que anuda la ética del deseo, el lazo social, la lengua y la justicia también en sus nuevas aristas. Si esto resulta como significante privilegiado en nuestro país, es porque se ha articulado a un objeto que la técnica jurídica no pudo tomar en toda su dimensión, el objeto sacro de los derechos humanos que para esta sociedad marca siempre una frontera, un punto de valla y de límite.
Lo que insiste, el deseo de memoria –como refiere Natalia Magrin–, que insiste y retorna cada vez articulando nuevas voces, nuevos pliegues de ese campo donde lo absoluto se desvanece y se impone la falta real de sentido que lo sacro impone, hacen que por allí discurran nuevas significaciones sobre la experiencia límite o aquellas que preparan el terreno para hacerlas posible.
Hemos asistido en el último tiempo a la profanación de todo el espectro de vallas simbólicas sostenidas por el mandato memorístico que encierra el Nunca Más a nivel mundial y que se significa en Latinoamérica de modos muy singulares. Los casos de Chile y Bolivia recientemente, pero también las experiencias neoliberales con sus discursos negacionistas, dan cuenta del riesgo de franquear todos los límites. En ese sentido podemos decir que la memoria acecha frente a estos modos de profanación de lo sagrado. Y es esa memoria la que exige la invención de nuevos trabajos de memoria sostenidos desde una orientación ético-política precisa.
Como señala Jorge Foa Torres, el individuo del discurso capitalista pretende autoconstituirse desbancando a la Ley, rechazando a lo imposible. En este marco ¿de qué modo es aún posible hacer lugar a lazos sociales capaces de cortar a este circuito capitalista? En este sitio de interrogación emerge entonces una apuesta: la de tomar parte de la construcción de un Estado de Derecho otro, esto es, que puede fundarse en el no rechazo a la Ley sino antes bien en su reconocimiento. La supuesta libertad intrínseca del individuo puede así caer dando lugar al lazo social. Una experiencia otra se anuda en los trabajos de memoria(s). Una experiencia donde la política puede reivindicarse como modo de hacer frente a la división –constitutiva– de lo social.