ACOMPAÑAR, RECORDAR, RE ELABORAR. UNA REFLEXIÓN SOBRE LA PRÁCTICA DE ACOMPAÑAMIENTO A VÍCTIMAS-TESTIGOS EN JUICIOS CONTRA EL TERRORISMO DE ESTADO[1]
Mariana Risso Fernández
Resumen
El artículo da cuenta de una experiencia realizada en Facultad de Psicología de la UDELAR entre setiembre y diciembre de 2011, el acompañamiento a ciudadanos uruguayos que debían declarar como testigos en la causa conocida como “Plan sistemático de robo de bebés” llevada adelante por el Tribunal Oral Federal N 6 de la República Argentina. Estos testigos son sobrevivientes de secuestro y torturas en el centro clandestino de detención Automotores Orletti donde opero la coordinación de efectivos policiales y militares uruguayos y argentinos, en el marco del Plan Cóndor. Las víctimas y testigos de crímenes de lesa humanidad asumieron la tarea de brindar información que pudiera ser relevante para el esclarecimiento judicial de los hechos. Al brindar ese testimonio se resignifica la propia historia traumática.
El testimonio es un campo conflictual y heterogéneo para entender la producción de la memoria especialmente cuando el relato es portador de una intensa carga afectiva de angustia por el trauma padecido. Reconstruir un relato ante el juez es lograr dar cuenta de lo vivido, y esta experiencia solo se produce al evocar los efectos dislocantes de los crímenes perpetrados por el propio Estado vuelto criminal
Se busca articular el relato de la experiencia con una perspectiva reflexiva sobre el rol del psicólogo acompañante y el análisis de la implicancia como articulador ético de la práctica profesional .
Palabras claves: Plan Cóndor, Testigos, Lesa humanidad
Abstract
These paper reports on an experience carried out in Faculty of Psychology UDELAR between September and December 2011, the accompanying Uruguayan citizens to be testify as witnesses in the case known as «systematic plan to steal babies» carried out by the Court Federal oral N 6 Argentina.
These witnesses are survivors of kidnapping and torture in a clandestine detention center where operate Automotores Orletti, coordination of police and military Uruguay and Argentina as part of Operation Condor.
The victims – witnesses of crimes against humanity took on the difficult task of providing information relevant to the judicial clarification of the facts. By providing their testimony is again mean his own traumatic history.
The testimony is conflicting and heterogeneous field for understanding how memory is produced, especially when the story carries a strong emotional charge of anguish from the trauma suffered. Rebuilding a narrative to the judge is to account for the experienced, and this experience is only produced in evoking the dislocating effects of the crimes perpetrated by the State become criminal
It seeks to connect the narrative of the experience with a thoughtful perspective on the role of psychologists to analyze the implication accompanying in articulating ethical professional practice.
Key words: Condor Plan, Witnesses, Lesa humanity
De setiembre a diciembre del 2011 se realizó una pasantía para egresados de que representó una primera experiencia de acompañamiento a ciudadanos uruguayos en instancias judiciales, en ellas testimoniaron como testigos de diversos crímenes cometidos por la coordinación terrorista de los Estados argentino y uruguayo.
El juicio oral y público tenía el cometido de investigar las circunstancias de la apropiación de niños y la sustracción de sus identidades y juzgar a los responsables de la causa conocida como “Plan sistemático de robo de bebés”. Durante el gobierno dictatorial que operó entre los años 1976 – 1983 más de quinientos niños fueron apropiados.
Los juicios fueron conducidos por el Tribunal Oral Federal No 6 de Argentina (TOF6) desde febrero del 2011 con audiencias judiciales en Buenos Aires y por video conferencia con otras localidades del territorio argentino. A partir de la segunda mitad de ese año se habilitó, a través de acuerdos diplomáticos, que los testigos uruguayos pudieran optar por brindar su testimonio mediante el sistema de videoconferencia, desde una sala ubicada en la sede del Mercosur en Montevideo.
Es en este marco que surge a iniciativa del Centro Ulloa, dependiente de la Secretaría de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos del Gobierno de la Nación Argentina, generar en nuestro país una experiencia piloto de acompañamiento en coordinación con la experiencia que vienen desarrollando desde el año 2007.
La práctica fue una instancia inscripta en la larga historia democrática de nuestra Universidad, la que ha mantenido la intención de formar profesionales comprometidos con la investigación y la extensión universitaria, como contribución a la construcción de justicia social.
La Facultad de Psicología generó una estructura de disponibilidad institucional y técnica para estructurar una pasantía que fue un espacio de aprendizaje en la práctica, de intercambio profesional y de producción de saber. La pasantía para egresados fue un dispositivo de disponibilidad dirigido a un grupo de personas convocadas a brindar testimonio en una instancia judicial por crímenes de lesa humanidad.
Esta experiencia representó un desafío para quiénes nos involucramos, los testigos en tanto destinatarios de nuestra práctica, las tres docentes[2] y los seis pasante produjimos, desde nuestras diferentes perspectivas, un equipo de reflexión y trabajo.
Algunas de las aristas más complejas que se jugaron en la producción del rol de acompañante, fueron las que atañen a la implicancia, ya que lo primero que implicaba acompañar a las personas en sus circunstancias subjetivas era entender que sus relatos y sus historias nos implicaba. Con este trabajo planteamos algunas reflexiones sobre la participación en dicha experiencia desde el análisis crítico del rol desempeñado, considerando como ejes trasversales: la implicancia técnica, la implicancia política y la implicancia ética.
Breve contextualización
Los crímenes realizados por agentes estatales uruguayos y argentinos, en el marco de la coordinación represiva regional de los gobiernos dictatoriales, abarcaron varios años, décadas. Los testigos uruguayos convocados a brindar testimonio en la causa “Plan sistemático de robo de bebés” por el TOF 6 (Tribunal Oral Federal), son un conjunto de ciudadanos y ciudadanas secuestrados en la República Argentina en el año 1976 por efectivos militares y policiales de ambos países. Fueron trasladados luego de un período de detención clandestina, a Uruguay para ser mantenidos secuestrados en distintos lugares y finalmente ser procesados por la justicia militar de la época y convertirse en prisioneros de las cárceles de la dictadura.
Quiénes testimoniaron son sobrevivientes, muchas de las personas que fueron secuestrados junto a ellos permanecen desaparecidas. La violencia y los crímenes que padecieron no fueron actos aislados o excepcionales, fueron parte de una estrategia política de aniquilación masiva de personas y grupos disidentes, en lo que se ha conceptualizado como terrorismo de Estado.
Es el terror de Estado la violación de la norma, “el ejercicio de la trasgresión de la ley en el lugar mismo donde debiera ser sostenida la relación contractual de la ley” (Stolkiner: 2006: 36).
La transgresión o criminalidad siniestra y organizada por agentes estatales de los gobiernos dictatoriales, es evidencia histórica y política de la aplicación de metodologías de control social. Eduardo Duhalde definió como una de las principales características del terrorismo de Estado “… buscar el aniquilamiento físico de los presos, ocultando su accionar criminal” (Dualde: 1983: 54).
El factor de ocultamiento es un factor de especial relevancia a ser considerado pues permite dimensionar la persistente dificultad en avanzar en la reconstrucción de la verdad histórica y el juzgamiento de los responsables. Este elemento se debe considerar en la tarea de acompañamiento dado que las víctimas llamadas a dar testimonio han atravesado por años de silenciamiento forzado.
Al año 2011, cuando se realizó esta pasantía, habían pasado 35 años de los hechos investigados. Muchas cosas ocurrieron luego del secuestro la tortura y la cárcel en la vida de estas personas y también en la historia de ambos países. Elegimos por ello destacar algunos datos que nos ayuden a entender mejor el contexto histórico de nuestra intervención.
Argentina aprueba en el año 2003 la ley 25.779 que anula las leyes de “Obediencia debida” y de “Punto final” que impidieron por muchos años el procesamiento judicial y las condenas por delitos cometidos en el terrorismo de Estado. Esta ley fue ratificada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación Argentina en 2005.
Es en el año 2006 que se dicta la primera sentencia contra un represor por delitos de Lesa Humanidad. La actividad reivindicativa de distintas organizaciones sociales defensoras de los Derechos Humanos, la voluntad política claramente expresada por el ex Presidente argentino Néstor Kirschner y la acción de los tres poderes del actual gobierno argentino, han sido de un apoyo constante a la implementación de mecanismos de avance en la investigación, judicialización y reparación a las víctimas del terrorismo de Estado.
En octubre 2010 se forma el Centro de Asistencia a las Víctimas de Violaciones de los DDHH “Dr. Fernando Ulloa”, dependiente de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
Fue en ese mismo octubre del 2010 que en Uruguay no se aprueba el plebiscito que buscó anular la ley 15.848 llamada “De Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado”. Esa norma impidió durante décadas la investigación judicial de los delitos cometidos por el terrorismo de Estado en nuestro país, amparaba en una extraña excepcionalidad jurídica los crímenes cometidos por “policías, militares y asimilados”[3]. Esa ley que fue ratificada en un plebiscito del año 1986 tuvo un hondo efecto jurídico y político condicionando la independencia de poderes al vincular la acción del Poder Judicial a la determinación del Poder Ejecutivo que resolvía el archivo de las demandas penales. Su efecto silenciador frenó la creciente movilización social en reclamo de verdad y justicia que se organizaba desde la entonces reciente recuperación de la democracia.
En nuestro país hasta el año 2005, toda denuncia por asesinato, desaparición, tortura o secuestro durante la dictadura fue inexorablemente archivada. Desde el 2005 la situación ha tenido otros ritmos y otras voluntades políticas, el nuevo enfoque del Poder Ejecutivo permitió avanzar judicialmente en la investigación de algunos homicidios y desapariciones. Por esos delitos comprobados judicialmente están hoy encarcelados algunos mandos implicados, policías y militares.
Uruguay como Estado de Derecho, mantiene una deuda no cubierta con el avance del conocimiento sobre los crímenes y sus responsables. En nuestro país, donde los juicios no son orales, no hay ni juzgados ni técnicos especializados en crímenes de lesa humanidad, aún no se ha procesado a ningún implicado, ni investigado consecuentemente responsabilidades en torturas, abusos sexuales, secuestro, delitos económicos y otras acciones ilegales.
Nuestro país contó, comparativamente al número de su población, con el mayor número de presos y presas por motivos exclusivamente políticos e ideológicos. Estos ciudadanos masivamente sufrieron torturas, tratos abusivos y degradantes, así como amenazas sostenidas sobre su integridad y la de sus familiares.
A mediados de octubre del 2011 vuelven a aparecer por la labor de un equipo de Antropólogos de la Universidad de la República, restos humanos identificables, enterrados bajo cal en un Batallón de Toledo, Departamento de Canelones. El primero de diciembre se conocen que pertenecían al maestro Julio Castro que tenía 68 años cuando fue desaparecido en el año 1977, torturado y ejecutado en los días posteriores a su secuestro en la vía pública de Montevideo.
El 27 de octubre de 2011, el Parlamento Nacional, luego de intensos debates que incluyeron divergencias en el partido de gobierno, aprueba una ley que declara la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad. Uno de los argumentos más relevantes para la aprobación de esa ley fue dar lugar a la Sentencia de la Corte Interamericana de DD HH, del caso Gelman contra Uruguay del 24 de febrero de 2011. Esa sentencia exige:
“(…) dado que la Ley de Caducidad carece de efectos por su incompatibilidad con la Convención Americana y la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, en cuanto puede impedir la investigación y eventual sanción de los responsables de graves violaciones de derechos humanos, el Estado deberá asegurar que aquélla no vuelva a representar un obstáculo para la investigación de los hechos materia del presente caso ni para la identificación y, si procede, sanción de los responsables de los mismos y de otras graves violaciones de derechos humanos similares acontecidas en Uruguay (CIDH: 2011: 74)”.[4]
Fue Macarena Gelman quién, luego de conocer su verdadera identidad en el año 2000, e intentar por distintos mecanismos legales infructuosos investigar las circunstancias de la desaparición de su madre María Claudia, quién reclamó ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Esta muchacha, hija de padres argentinos secuestrados en Buenos Aires, nació y fue apropiada en Uruguay por un policía uruguayo, las circunstancias de esa apropiación no son claras. Su madre tenía 19 años y estaba embarazada cuando fue secuestrada en Argentina junto a su esposo Marcelo, fue trasladada en forma ilegal a nuestro país, se la mantuvo secuestrada en la casona del CALEM (Centro de Altos Estudios Militares) en la calle Boulevard Artigas y probablemente se la trasladó durante el parto al Hospital Militar. Por testimonios de sobrevivientes se conoce que permaneció unas semanas junto a su hija y luego fue desaparecida.
Macarena fue una de las víctimas que brindaron su testimonio por video-conferencia en la sede del Mercosur en la causa por el “Plan Sistemático del robo de bebes”.
Además de ella, otros cuatro niños hijos de padres uruguayos, fueron apropiados por la coordinación de militares argentinos y uruguayos en la segunda mitad del año 1976, ellos son: Simón Riquelo, Mariana Zaffaroni, y los hermanos Anatole y Victoria Julien. Cinco niños más, hijos de uruguayos, también permanecieron durante ese período detenidos en las mismas circunstancias de encierro y horror que sus padres. A diferencia de los otros cuatro más pequeños, fueron trasladados junto a sus madres a nuestro país y liberados con ellas luego de algunos días. Sus madres y los niños sirvieron de fachada para que dos de sus captores uruguayos trasladaran dinero requisado a los detenidos. Los padres de esos niños eran Adalberto Soba y Alberto Mechoso.[5]
Con esta breve reseña de la situación contextual, buscamos enfatizar que las tareas desarrolladas como acompañantes de víctimas testigos en esta causa, se ubicaron más que en hechos pasados, en un presente conflictual. En el centro de acciones que dan cuenta de las huellas de un dolor que nos atraviesa y que nos interpela profundamente en nuestro posicionamiento ético y en nuestra instrumentación profesional.
El testimonio de las víctimas o las dificultades de vivir para contarlo
Cada acompañante de la pasantía realizó la tarea junto a otro colega, en parejas de intervención y análisis, coordinando con las docentes y con los demás pasantes. El encuadre de intercambio semanal y de “palabra”, fue fundamental para pensar y dudar juntos, para confrontar y discutir, para tramitar ansiedades inevitables.
Construir la disponibilidad para la escucha y el acompañamiento resultó una tarea fundamental para aproximarse a personas con una historia que atraviesa nuestra propia historia social reciente. Una persona que se encuentra convocada como testigo a producir un relato de lo traumático en una instancia judicial y que a la vez tiene una historia individual que trasciende al testimonio.
Escuchar y pensar sobre el sufrimiento del otro es una tarea que, como psicólogos, no nos es ajena. Pero escuchar y pensar el horror silenciado, el peso trágico de cómo encarnaron en los sujetos las circunstancias sociales devastadoras, nos enfrentó al desafío de pensar lo impensable.
Para las personas que debían testimoniar hablar era un movimiento complejo y ambivalente, un revivir profundo y doloroso y a la vez un compromiso con los que no sobrevivieron, con sus compañeros que ya no están “para contarla”.
En este juicio particular, las personas que acompañamos tenían experiencia previa, larga experiencia de exigir investigación judicial en ámbitos nacionales e internacionales, de luchar durante muchos años con la frustración de los tiempos y las voluntades políticas adversas, experiencia de ser sistemáticamente desoídos. Por ello nuestra primera aproximación fue la disponibilidad, la llamada telefónica y el primer encuentro, para el tiempo del antes, el durante y el después del momento de tener que brindar testimonio ante la jueza.
Preservar el derecho a elegir fue central en nuestra tarea, elegir incluso no ser acompañados. Esta disponibilidad abierta implicó para nosotros un primer paso de apropiación del objetivo propuesto: acompañar para que se pueda producir un testimonio en las mejores condiciones subjetivas posibles.
Disponer el espacio de compañía y escucha fue abrir un lugar también para el silencio, ya que se reconoce el dolor por la ausencia que se guarda en las rendijas mudas que dejan las palabras.
Muchas de las personas a las que ofrecimos el acompañamiento lo aceptaron, otros prefirieron dar sus testimonios solos, o ser acompañados por familiares o amigos personales. Todos ya habían recibido un ofrecimiento similar en las instancias que tuvieron en Argentina, durante los juicios en el país vecino contaron con la presencia de técnicos del Centro Ulloa. La instancia de testimoniar en Uruguay por video conferencia era un momento similar y a la vez muy diferente.
Entre las personas convocadas por el TOF 6 había militantes de izquierda que mantienen una participación política activa, también hay quiénes en la actualidad tenían otras inserciones o perspectivas. Algunos habían sido detenidos por ser familiares directos, entre ellos estaban los que eran niños y niñas muy pequeños entonces. Lo que tenían en común era su vinculación directa o indirecta con el Partido por la Victoria del Pueblo y su detención en el centro clandestino conocido como Automotores Orletti en el marco de un operativo coordinado de oficiales uruguayos y argentinos. En el lugar fueron torturados, presenciaron asesinatos de otros detenidos y la tortura de sus familiares y amigos. Testimoniar para ellos era más que recordar y relatar sobre las ausencias, era revivir las escenas del horror.
En el caso de quienes eran niños muy pequeños entonces, testimoniar era dar información de imágenes borrosas, de los recuerdos del largo camino que los enfrentó al saber del padecimiento de sus padres, de algunas reconstrucciones posteriores. Los niños que fueron apropiados sabían de una cronología de sucesos, más o menos actuales, que los enfrentaron a recuperar su identidad y la historia de sus familias de origen. Todos han debido vivir con la pesada carga de reconstruir una ausencia que continua en la búsqueda de rastros, en fragmentos de verdad que se guarda incluso en sus propios nombres.
Se nos planteó como psicólogos el desafío de articular con nuestra intervención el dilema de un sujeto que produce un relato atravesado por la conmoción y el sufrimiento. Sujetado ahora a un proceso judicial que le requiere las palabras que puedan recobrar treinta y cinco años después la pretendida objetividad de los hechos.
Es en relación a la distancia entre sujeto psicológico y sujeto jurídico que, como bien define Fabiana Rousseaux, nos enfrentamos a los “dilemas de este campo”.
“No hay mejores testimonios y peores, hay personas que cuentan lo que vivieron y las causas de esta decisión son subjetivas. Por eso insistimos en armar dispositivos que contemplen la particularidad de cada caso, la especificidad, porque no podemos anticipar los efectos de hablar en un dispositivo testimonial.
Los profesionales de la salud mental sabemos que no podemos hacer entrar en el entramado judicial aquello que entendemos es la prueba más contundente de las secuelas vividas por quien testimonia, que es la imposibilidad de hablar acerca de eso, y otros síntomas que se ponen en evidencia. Porque no puede obviarse la instancia probatoria, y lo probatorio está vinculado a demostrar la objetividad de los hechos, cosa que deja por fuera la dimensión que eso tuvo para quien debe relatar lo vivido. Ese es uno de los dilemas de este campo. (Rousseaux: 2008:26) ”
A ese campo dilemático se le agrega el dato de la conmoción inter subjetiva que actualiza el drama del reconocimiento y de la identidad en la víctima. Ese cruce de sujetos se expone en la interrogación sobre el sentido de la acción: ¿para qué y para quién se testimonia?
Quién brinda su testimonio como víctima y como testigo de crímenes de lesa humanidad asume una difícil tarea, generar información que pudiera ser relevante para el esclarecimiento de los hechos. Al brindar su testimonio se resignifica la historia traumática subjetiva, exponiendo (se) una apuesta a la vez dolida y esperanzada en el legado que el relato producido pueda generar. Esas personas debieron sobreponerse innumerables veces a la privación del derecho a la justicia en su propio país, a la investigación y a la palabra pública. Esa doble condición no solo produce efectos en las víctimas sino en toda la sociedad.
La crueldad atroz de la tortura, la destrucción física y subjetiva, el cercenamiento del proyecto vital, han sido seguidas por la indiferencia y por el vaciamiento del sentido del sufrimiento padecido.
Las personas que acompañamos buscaban en el acto de testimoniar cumplir con una demanda ética, ubicar en el recuerdo hechos, lugares, fechas, rostros o sonidos, era en buena medida hablar por quiénes no pueden hacerlo. Buscaban reinscribir su lugar de víctimas en un presente que les permita dar cuenta de acciones y decisiones significativas.
Una de las personas en una ocasión nos relata con angustia y emoción la alegría que sintió el día en que reconoce a un compañero desaparecido. Fue en un encuentro previo a su cita para la tele – conferencia con el TOF 6.
Esta mujer pasó durante años por distintas instancias en sedes judiciales argentinas que la enfrentaban al reconocimiento de fotos, cada vez posaba infructuosamente la mirada en centenares de rostros anónimos e insignificantes. Durante años no pudo dormir, el miedo y las escenas del horror se lo impedían. Cuándo empezó a hacerlo tenía un sueño recurrente que la enfrentaba al rostro de un muchacho, un amigo de su esposo, al que golpearon cruelmente en su presencia cuando los secuestran a todos en Buenos Aires. Veía su rostro joven en el sueño, veía la sangre en su rostro y nada más.
En una ocasión pasando la “plancha” de fotos, ve un rostro que la mira, ella siente que la mirada la perturba: “sentía que la foto se movía, ustedes van a pensar que estoy loca” nos dice y agrega, “pero en ese momento vi que era el muchacho con que soñaba, al que golpeaban el día que nos llevan”.
Identifica entonces a alguien que fue secuestrado, trasladado en el mismo operativo que ella, y del que no se tenían datos antes de su testimonio. La familia del joven de la foto pudo recién entonces saber las circunstancias en que desaparece. El reconocimiento del nombre junto al rostro, el recuerdo vivo de alguien que lo vio y puede dar testimonio de las circunstancias, resquebraja en parte el objetivo aterrador que se buscó al desaparecer del cuerpo.
“Él existió, estaba entre otros y lo arrancaron”. El crimen existió y sigue existiendo, el muchacho sigue desaparecido, pero el reconocimiento hace posible que sea de otra manera.[6]
El Protocolo redactado por los técnicos del Centro Ulloa, reformula y conceptualiza a la víctima – testigo priorizando la primera mirada, el reconocimiento que debe anteceder al acto del testimonio. El sujeto que testimonia es una víctima que ha padecido el terror del Estado, esa condición debe primar en la escucha institucional de la prueba judicial.
“En este protocolo, entonces, se propone redefinir el concepto de testigo víctima, entendiendo que priorizar el primero de los caracteres sobre el segundo podría implicar considerar al sujeto como mero medio de prueba en el proceso penal. Definirlo, en cambio, como víctimas-testigos, revirtiendo los términos, implica centrar la mirada en el sujeto, quien sufrió los crímenes más horrendos. Existen una serie de circunstancias vivenciales, a las que los tribunales someten a las víctimas-testigos, la mayoría de las veces provocadas en forma involuntaria. Estas circunstancias se fundan en general en el desconocimiento, o en la necesidad de priorizar el medio probatorio, también por la celeridad que exigen los trámites procesales; en síntesis, por no haber focalizado la actividad de los tribunales en perspectiva de las víctimas. Para revertirlo, es necesario contar con la apoyatura profesional interdisciplinaria que proviene de distintos campos del saber[7].”
Son los campos del saber jurídico y psicológico los que resultan interpelados en el acto testimonial que produce la narrativa del sufrimiento. El proceso judicial expone la actividad profunda del dolor subjetivo, provocando la fricción de dos sujetos que coexisten en equilibrio inestable para posibilitar el testimonio, hay un sujeto jurídico y un sujeto psicológico.
Primo Levi en el texto clásico sobre su experiencia en el campo de concentración durante el nazismo, habla dos veces de la importancia que tiene para las víctimas dar testimonio. La palabra del testigo es para Levi un deber del superviviente y un acto de rebeldía que busca rescatar a la humanidad propia y ajena del horror anómico:
“Pero éste era el sentido, que no he olvidado después ni olvidé entonces: que precisamente porque el Lager es una gran máquina para convertirnos en animales, nosotros no debemos convertirnos en animales; que aun en este sitio se puede sobrevivir, y por ello se debe querer sobrevivir, para contarlo, para dar testimonio; y que para vivir es importante esforzarse por salvar al menos el esqueleto, la armazón, la forma de la civilización. Que somos esclavos, sin ningún derecho, expuestos a cualquier ataque, abocados a una muerte segura, pero que nos ha quedado una facultad y debemos defenderla con todo nuestro vigor porque es la última: la facultad de negar nuestro consentimiento. (Levi P: 1947: 21).
Es la memoria antes que una facultad psíquica un campo de conflicto. Conflicto ético para la preservación del recuerdo de los crímenes, voluntad de justicia social y derecho de las víctimas. También para el individuo la memoria es un campo intrapsíquico de conflicto, una expresión de la tensión entre el olvido necesario e inevitable que protege la reconstrucción vital, y la permanencia del sufrimiento inenarrable.
Dice Agamben “Quién asume la carga de testimoniar por ellos sabe que tiene que dar testimonio de la imposibilidad de testimoniar. Y esto altera de manera definitiva el valor del testimonio, obliga a buscar su sentido en una zona imprevista.(Agamben : 1998: 18) La víctima – testigo se expone a los límites de la enunciabilidad del recuerdo, la “zona imprevista” queda expuesta en la intención de realizar el pesado trabajo de representar lo vivido en un testimonio objetivable.
El juez pregunta por la identificación de un torturador: – “Cuándo fue que usted vio a …?”.
El testigo responde:
“Ver no vi a nadie por mucho tiempo porque todo el tiempo estuve encapuchado, lo que recuerdo claramente son las voces y los sonidos…”; y agregará que fue por el sonido de esa voz inolvidable que volvió a reconocer a uno de sus verdugos tiempo después, en otra situación también terrible. Años más tarde ese testigo fue progresivamente perdiendo la mayor parte de su capacidad auditiva, le costó escuchar las preguntas del juez interferidas por el eco del micrófono y los amplificadores durante la video conferencia. Se manifiesta con ansiedad y enojo por no poder trasmitir más claramente los sonidos del horror vívidos que quedaron encerrados en su memoria.
En otra ocasión otra testigo responde a la pregunta de cómo supo que entre los integrantes del comando que la secuestraron habían agentes argentinos y uruguayos:
“Por el acento y por la ropa, los argentinos tenían además unos mocasines blancos impecables…”[8].
Esos breves ejemplos ilustran las características de las huellas mnémicas, los rastros que los eventos traumáticos dejan en el relato. Son detalles característicos en la rememoración la persistencia del detalle imborrable, intrusivo, hasta casi absurdo, lo nimio y a la vez significativo que se fija al recuerdo de la escena. La memoria del trauma parcializa, se anuda en una representación del detalle que persiste a pesar del transcurso del tiempo. El testigo cuando recobra fragmentos de la escena se encuentra con dificultades para evocar, límites de la enunciabilidad que dan cuenta de lo que no puede ser dicho con mayor contundencia que como evidencia de una certeza, como una metonimia atroz.
Estos conceptos no son solo de interés abstracto para el debate psicológico, son fenómenos de la memoria y del discurso de las víctimas cuando devienen en testigos que deben integrarse y ser tenidos en cuenta por su significación en el peso de la evidencia.
Acompañar, recordar, re elaborar
“La victoria del verdugo es crear ese lugar de horror cuya invocación o convocatoria se vuelve imposible. Una figuración de la angustia que la vuelve intolerable. Esta ruptura entre la experiencia y su representación, entre la experiencia vivida y el relato de la misma, ¿no son constitutivas de la experiencia traumática, si usamos el término en su acepción freudiana? La distancia y el intervalo entre la experiencia y su relato, crea al psicoanálisis problemas de difícil dilucidación concernientes a la representación y lo irrepresentable, los temas de figurabilidad en lo concerniente a la angustia. La mayor angustia no es la pérdida del objeto, sino la ausencia de su representación (Viñar: 2004: 4)
La íntima batalla que se despliega en el campo conflictual y heterogéneo de la memoria subjetiva queda expuesta en todas las instancias en que el juez, el abogado de la defensa o el fiscal pregunte sobre datos. El relato aunque resulte eficaz, será inexorablemente portador de la carga traumática y de la angustia.
Reconstruir en un relato es lograr dar cuenta de lo vivido, y esta experiencia solo se produce al evocar los efectos dislocantes de los crímenes perpetrados por el propio Estado vuelto criminal. Los efectos del proceso testimonial se comprueban con claridad en la ansiedad previa a la audiencia judicial, en la tranquilidad tensa de la sala de espera, y luego del testimonio, en la necesidad del testigo de buscar un interlocutor a quién preguntarle: ¿estuve bien?.
Algunos testigos nos plantearon su necesidad de generar un espacio de concentración previo, un distanciamiento, para luego poder hablar.
Nos dijeron:
“Prefiero prepararme sola un rato antes, pienso en otra cosa, me distraigo. Son tantas veces que he dicho lo mismo, siempre intento recordar los nombres de todos, no olvidarme de nada que pueda ser relevante, no confundirme. Uno termina generando como una especie de discurso casi automático, después de tanto tiempo lo que trato es de no separarme de lo que siento, de la emoción. Es como un equilibrio que debo lograr, decir lo que pasó que fue terrible, quiero decirlo con la carga de mis sentimientos, pero sin que me impidan hablar”[9].
Permitir expresar el temor a la deformación inevitable del paso del tiempo en la memoria y a la distancia controlada de la angustia, posibilita minimizar la fragmentación defensiva.
Acompañamos para reducir el impacto subjetivo que el testimonio produce en la víctima, para dar espacio a la persona que se enfrenta al suceso traumático y a su temor al olvido. Brindar nuestra presencia como acompañantes representó para nosotros un intento de participar en la adeudada reparación que el Estado tiene con el daño que los crímenes del terrorismo de Estado produjeron en sus víctimas directas y en el colectivo social. Muchos de quienes aceptaron ser acompañados nos expresaron con la calidez de una ética casi militante: “Es bueno que nos acompañen, nosotros tenemos que ayudarlos para que ustedes aprendan, porque hay muchos otros que nunca han hablado y ellos van a necesitar de ustedes[10]”.
Es una tarea necesaria diferenciar la fragmentación o la rigidez, de las defensas psíquicas valiosas que se expresan en estas formas saludables de enfrentar los aspectos persecutorios que nuestra presencia como acompañantes les generaba, son mecanismos para afrontar el sufrimiento que deben ser comprendidos y respetados.
Silvia Bleichmar cuando conceptualiza el horror de la tortura en su mecanismo perverso fundamental lo define como el “desmantelamiento constante de toda defensa” (Bleichmar: 2001:1). Esa función es la que convierte a “lo entrañable en siniestro”.
Refiere la autora al concepto freudiano de lo Ominoso (Freud: 1914) para dar cuenta de la capacidad destructiva y desarticuladora de lo social y de lo psíquico que tiene la maquinaria del horror, en especial cuando es una sistemática política de Estado.
La necesaria restitución de las reglas del juego humano, las de la presencia comprometida con el sufrimiento del otro, con sus silencios y reservas se enmarcan en una ética del reconocimiento y de la restitución.
Son delgadas las aristas en que asumimos nuestro rol de acompañantes, nos planteamos una tarea paradójica: de-construir la cosificación del sujeto en su lugar de víctima- testigo para que ese lugar sea realmente posible.
La ética profesional quizá podría definirse, para el rol de acompañantes, como un fino e inacabable trabajo de equilibrio entre distancias y cercanías. Búsqueda constante de las claves individuales y colectivas que nos permitan la construcción de una disponibilidad que se fortalezca en la interlocución productiva y el sostén afectivo.
Compromiso y ética que conlleva también operar en la deconstrucción de nuestra posible cosificación profesional, para prevenir el riesgo de defendernos de la angustia con rigidez omnipotente o con indiscriminación y pegoteo.
Es sin duda una de las tareas más difíciles (o al menos lo fue para mí) el análisis de la implicancia, sostener la aproximación reflexiva a los propios límites profesionales, para afrontar el temor y la impotencia que genera la escucha del sufrimiento del otro en su alteridad relativa.
Bibliografía
Agamben , G. Lo que queda de Auschwitz Homo Sacer III . Edit. Pretextos, España 2000
Bleichmar S “La destrucción de las reglas del juego” artículo publicado en Revista Clarín Bs. As 2001 versión web http://www.silviableichmar.com/framesilvia.htm 2001
Bleichmar S La construcción del sujeto ético. Editorial Paidós Bs. As 2011
Duhalde E El Estado terrorista argentino. Bs. As. 1983. http://www.pparg.org/pparg/documentos/represion/analisis_desaparicion/_b/contentFiles/El_Es tado_terrorista_Argentino_-_Duhalde.pdf
Freud S “Lo Ominoso” en Obras Completas Tomo VII Editorial Amorrortu Bs. As 1993
Freud S “Recordar, repetir, re elaborar” en Obras Completas Tomo XII Editorial Amorrortu Bs. As 1993
Levi P Si esto es un hombre Muchnik Editores, Barcelona 2002.
Secretaría de Justicia, Seguridad y DD HH de la Nación Protocolo de Intervención para el tratamiento de víctimas testigos en el marco de procesos judiciales Bs. AS. Setiembre 2011 www.derhuman.jus.gov.ar/publicaciones/pdfs/ProtocoloIntervencionVictimas.pdf
CIDH Sentencia del 24 febrero de 2011 – Gelman Vs Uruguay
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_221_esp1.pdf
Secretaría de Justicia, Seguridad y DD HH de la Nación , Seguridad y DDHH Cuadernillo orientativo dirigido a profesionales de la salud mental. “Consecuencias actuales del terrorismo de Estado en la salud mental” Bs. As 2006
Secretaría de Justicia, Seguridad y DD HH de la Nación Acompañamiento a testigos en los juicios contra el terrorismo de Estado “Primeras experiencias” Bs. As. 2009
Secretaría de Justicia, Seguridad y DD HH de la Nación Acompañamiento a testigos y querellantes en el marco de los juicios contra el terrorismo de Estado “Estrategias de Intervención” Bs. As. 2010
Stolkiner, A. Disertación en el marco de un seminario de formación publicado en “Estrategias de Intervención” en Acompañamiento a testigos y querellantes en el marco de los juicios contra el terrorismo de Estado”. Publicación de la Secretaría de DDHH del Ministerio de Justicia, Seguridad y DDHH Bs. As. 2010
Viñar M “Especificidad de la tortura como trauma. El desierto humano cuando las palabras se extinguen”. Revista Uruguaya de Psicoanálisis No 100. Montevideo 2004
[1] Trabajo escrito para la aprobación de la Pasantía en Febrero 2012, una versión reducida del mismo fue presentada como ponencia al XI Congreso de Salud Mental y DDHH organizado por Madres de Plaza de Mayo en setiembre 2012.
[2] Las docentes de la pasantía fueron: Cecilia Marotta, Sonia Mosquera y Maricel Robaina
[3] Artículo 1º.- Reconócese que, como consecuencia de la lógica de los hechos originados por el acuerdo celebrado entre partidos políticos y las Fuerzas Armadas en agosto de 1984 y a efecto de concluir la transición hacia la plena vigencia del orden constitucional, ha caducado el ejercicio de la pretensión punitiva del Estado respecto de los delitos cometidos hasta el 1º de marzo de 1985 por funcionarios militares y policiales, equiparados y asimilados por móviles políticos o en ocasión del cumplimiento de sus funciones y en ocasión de acciones ordenadas por los mandos que actuaron durante el período de facto.”
Fragmento de la Ley No 15.848 Montevideo 22 de diciembre de 1986 . Texto completo en la página del Parlamento Nacional http://www0.parlamento.gub.uy/leyes/AccesoTextoLey.asp?Ley=15848&Anchor=
[4] Gelman Vs Uruguay Sentencia de la CIDH 24 febrero de http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_221_esp1.pdf
[5] Alberto Mechoso (1936-1976) En mayo de 2012 sus restos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense y entregados a su familia en Uruguay. Adalberto Soba continúa desaparecido.
[6] Reconstrucción a modo de viñeta de un fragmento del diálogo mantenido con una de las personas acompañadas durante la pasantía.
[7] Protocolo de intervención para el tratamiento de las víctimas testigos en causas judiciales: 2011:15 Centro Ulloa Bs. As. 2011 http://www.derhuman.jus.gov.ar/publicaciones/pdfs/ProtocoloIntervencionVictimas.pdf
[8] Reconstrucción a modo de viñeta de un fragmento del diálogo mantenido con una de las personas acompañadas durante la pasantía
[9] Reconstrucción a modo de viñeta de un fragmento del diálogo mantenido con una de las personas acompañadas durante la pasantía.
[10] Idem