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Derecho a la Identidad: una epopeya de Abuelas de Plaza de Mayo

By 13 diciembre, 2019agosto 27th, 2021No Comments

Daniel Riquelme (Avellaneda, noviembre de 2018)

 

Oíd lo que se oye

El poemario “El riseñor”[1] de Leónidas Lamborghini fue publicado en 1975, un año antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Este libro produjo en su momento un gran revuelo porque dos de sus poemas son reescrituras de símbolos intocables de nuestra “identidad nacional”: el himno nacional argentino y la marcha peronista. El primer apartado lleva por título “en el camino su (una epopeya de la identidad)”. Este poema  se titula “Oíd lo que se oye”, y es una reescritura del himno nacional argentino.

lo mortal
lo que se oye.
-oíd: el ruido de lo roto en el trono de la identidad
en
lo dignísimo.
-oímo
respondemos: el ruido de lo sagrado de lo unido en
lo dignísimo de
la identidad que se rompe.
oímos lo abierto a lo mortal. la salud rota en
lo mortal: el grito.
-oíd lo roto. lo mortal en libertad. la libertad de lo mortal.
oíd: la libertad de lo roto. el grito.
el trono. el ruido de lo mortal en el trono de lo sagrado
del trono de la identidad.
el ruido de lo roto: la identidad. el trono.
-respondemos: oímos en el ruido el ruido. oímos en el ruido el
ruido. lo sagrado roto o
lo que se une. la identidad en el trono de lo dignísimo o
lo que se rompe en lo unido que se rompe y
abre.
las cadenas rotas de la identidad que se rompe y une. oímos
en lo mortal lo mortal que oímos. lo que se abre a lo mortal:
el grito.
-oíd lo que se oye
oíd lo que se oye.


-oímos la libertad de lo unido o su gloria o lo roto
que se rompe o une. el ruido de la identidad unida que
se abre rota. lo mortal.
oímos en el ruido el grito. el trono en la gloria de
la identidad unida o en lo mortal abierto
a
lo que se rompe. el grito
de la identidad en el trono
de lo unido en su gloria o
que se rompe y une en el grito.
en lo dignísimo de la identidad o
lo roto que
se oye.
-oíd lo que se oye.
-oíd lo que se oye.
-oímos en el ruido el ruido. oímos
 en el ruido el ruido. oímos. respondemos.

 

En el lugar donde el himno nacional reza: “oíd el ruido de rotas cadenas, libertad…” Lamborghini extrae el ruido de lo roto, de lo roto emerge el ruido de lo mortal.  Oír lo que se oye en lo roto.

Con lo cual el oír no es una actividad autocomplaciente del Yo que se dispone a informarse de los hechos. Oír el ruido de lo roto implica una posición crítica, una distancia, ir un poco más allá de las palabras dichas, porque la palabra tiene entre sus funciones ocultar el ruido. El sentido que produce el hilván de los dichos hace que olvidemos el decir. Pareciera entonces que el ruido de lo roto pertenece a un registro diferente al de la palabra y el sentido.

El poema no solo habla del ruido sino de lo roto. A lo largo del poema muchas roturas se evocan: lo roto en el trono de la identidad, la libertad de lo roto, las cadenas rotas de la identidad, la salud rota. Lo roto no lo escuchamos en el poema como una falla que puede ser reparada, sino más bien una zona por donde emerge el ruido, es a lo que debemos prestar nuestro oír y a lo que debemos responder, puesto que ahí oímos lo que está abierto en el ruido.

¿Cómo respondemos hoy a estas rupturas? ¿No escuchamos hoy tras lo roto un llamado al orden? Al orden familiar, al orden sexual, al orden en las calles, al orden en los colegios, al orden económico, al orden social.

El poema nos trae el ruido de lo roto: lo roto en el trono de la identidad y en las cadenas de la identidad. Bien podría ser que la identidad fuese un trono en el cual apoltronarse. Bien podría ser que la identidad buscara ocupar ese lugar de dominio en el discurso y transformarse en un nuevo Significante Amo. ¿Cómo sería eso? Encarnar un ser nacional, creer que estamos llamados a enraizarnos un lugar único e inamovible, un nuevo llamado a la excepción.

Si algo han aportado las Abuelas de Plaza de Mayo a nuestra comunidad es un modo de soportarnos en una identidad que de ningún modo pretende encarnarse en ningún ser.

 

El coraje de la verdad

¿Qué se restituye cada vez que Abuelas restituye una identidad? ¿Por qué cada restitución afecta a nuestra comunidad al punto de tener para algunos el sentido poético de “aire fresco”, mientras que para otros despierta un acérrimo negacionismo?

Quisiera volver a considerar con ustedes un enunciado con el que nuestra comunidad intentó justificar este modo vernáculo de desentendernos de las consecuencias del accionar de la última Dictadura Militar respecto a los niños nacidos en cautiverio, en algunos casos en maternidades clandestinas. Evoquemos una vez más aquella frase con el que tantas buenas conciencias calmaron, en el mejor de los casos, algún asomo de inquietud: “los criaron con amor”.

Las Abuelas tuvieron el coraje de enfrentar esta paradoja: ¿Es posible el amor sin la verdad? ¿Es posible amar a alguien a quien se le oculta su identidad? Y en lo que respecta a la identidad, ¿qué relación podemos establecer entre identidad y verdad?

 “El coraje de la verdad”[2] es el título del último seminario de Michel Foucault en el que habla de aquellos que no han interrogado a la verdad como un discurso filosófico sino que la han llevado a su bios, haciendo del decir veraz un estilo de vida. Hacia el final de su seminario, interrumpido por las terribles consecuencias del virus del SIDA en 1984, Foucault deja unas notas para aquellos que quisieran continuar su interrogación sobre las relaciones entre sujeto y verdad: ¨Pero, para terminar, querría insistir en esto: no hay instauración de la verdad sin una postulación esencial de la alteridad; la verdad nunca es lo mismo; solo puede haber verdad en la forma de otro mundo y la vida otra¨.

Lo que el plan sistemático de apropiaciones se propuso como objetivo práctico e ideológico fue borrar no solo la lucha y los ideales de una generación sino sus vástagos, a partir de una idea demencial de continuidad entre padres e hijos: a padres subversivos le corresponderían hijos subversivos, a padres con valores occidentales y cristianos le corresponderían hijos occidentales y cristianos[3]. Este filiacionismo delirante responde por un lado a una versión metafísica de la verdad, aquella que la reduce a la correspondencia entre uno y otro término. Por otro lado, esta concepción delirante de la filiación responde a una concepción de la identidad donde la diferencia podría ser recodificada y de este modo los hijos apenas serían fotocopias mejorada de sus padres. Los hijos serían lo mismo que los padres.

La apropiación, en tanto borra la alteridad que habita en la identidad, lo que en palabras del poema sería lo roto, es otro modo del exterminio[4]. Detrás de la apropiación, debajo del enunciado ¨los criaron con amor¨ se oculta el crimen, la tortura, la desaparición de madres y padres. El plan sistemático del Terrorismo de Estado de apropiación de niñas y niños estuvo sostenido en una especie de eugenesia moral enraizada en un profundo racismo. El apropiador es aquel que se propone como quien viene a resolver lo roto que habita en cualquier identidad, es decir, la alteridad. ¿De qué modo? Un primera operación racista, enraizando en el cuerpo del niño apropiado el goce ideológico de sus padres: a padres subversivos, hijos subversivos. Esto de por sí justifica la apropiación para una segunda operación: exterminar la alteridad, haciéndola desaparecer, borrando la historia, haciendo como si no existiera. De este modo perverso se oculta el crimen de la alteridad bajo un discurso amoroso.

Pero ¿acaso no vemos en la actualidad estas mismas operaciones reproducidas hasta el hartazgo, cada vez que el Estado, al ejercer su derecho a la violencia, provoca rupturas de la legalidad?

El ataque a la alteridad es el ataque a lo humano mismo. Su primer movimiento de deshumanización siempre es racista: se la enraiza a un ser que el discurso del Amo se encarga de segregar y despreciar como hediondo: mapuche, villero, abortera, ñoqui, puto o puta, sindicalista, K, político, narco. Su segundo movimiento es la pulcritud[5] de la reparación, enmarcada en la racionalidad instrumental, configurada a su vez a partir de valores de verdad.

¿Cómo respondemos? ¿Qué respondemos?

A esto las Abuelas opusieron su verdad, pero no una verdad reducida a valores que conducen al inevitable enfrentamiento moral que no cesa en su anhelo de reconciliación, sino a instaurar una verdad soportada en la identidad y alteridad de cada hijo, de cada nieto. En este sentido, cada restitución abre lo mortal, hace oír la dimensión ética de la verdad que da lugar a pensar conjuntamente identidad y diferencia.

Oír el ruido en el ruido.

Esta dimensión ética de la verdad, espacio del decir veraz, se nutre de la tierra misma donde las Abuelas han instituído a la identidad como constitutiva del campo de lo humano, poniendo de relieve sus incidencias en el campo del derecho. De este anudamiento singular entre identidad, verdad y justicia, han nacido propiamente las Abuelas de Plaza de Mayo.

Aquí se nos devela lo que pierde el amor cuando se le retira la verdad: pierde alteridad, pierde tanto la dimensión del otro semejante, como pierde lo Otro. El amor sin otro es lo que en el dispositivo analítico se manifiestan como las elecciones narcisísticas del amor. El objeto a inventado por Lacan es el reaseguro de la alteridad en la estructura y en la clínica, es aquello que no es subsumido por ninguna imagen, es la diferencia que resiste a ser absorbida por los cantos de sirena del nuevo orden. La alteridad como aquello a la vez más propio y más extraño, más íntimo y más extranjero, descompleta cualquier intento de hacerse Uno consigo mismo;  prójimo en términos de Freud, éxtimo al decir de Lacan, aquello que me atraviesa y produce un resto irreductible de ser absorbido en lo mismo.

Con cada restitución de identidad, Abuelas también restituye una alteridad bajo el modo de filiación, familia e historia. Filiación como el trenzado de las generaciones soportadas en el registro simbólico. La familia como lugar donde el niño se prende a las marcas singulares de una lengua. Historia construida y restituida en cada caso a partir del trabajo del Equipo del Archivo Biográfico, que Abuelas entrega a cada nieto restituido con fotos y relatos de familiares y de quienes conocieron a sus padres desaparecidos.

Cuando Camilo, uno de los hermanos de Marcos Eduardo Ramos, el nieto restituido número 128 dice: “Se habla de la restitución de una persona; para mí esta es la restitución de 42 años de amor no vivido”, su decir es veraz. Es otro modo de decir que se le ha restituido al amor su verdad. El tiempo arrasado por la apropiación vuelve a posarse en las cosas. Hay un pasaje del dolor al duelo, una puesta en movimiento de las huellas y marcas detenidas en el espasmo del terror.

Y es que tal vez, restituir una identidad, un amor y una alteridad sea aquello que a su modo añoró Foucault cuando habló de vida otra, una vida menos ocupada por las versiones actuales del individualismo que abrevan en un ensimismamiento mortífero que siempre elige aniquilar la diferencia[6]. De ahí el aire fresco que sentimos como comunidad ante cada restitución, el aire fresco de un decir veraz que permita volver a soportarnos en un colectivo que no ignore ferozmente la alteridad que lo constituye, al modo de los negacionistas, siempre prestos a renegar las voces de los testigos.

Si prestamos oído a cada restitución escucharemos tras ella una historia terrible, imposible de reconstruír salvo en el espacio inhabitable del horror. Cada restitución es una nueva donación que la comunidad recibe de las Abuelas para movilizar, entre otras cosas, la memoria enquistada del trauma histórico y social.

Con cada restitución el tiempo despierta, sale de su única dimensión, se espacializa, se historiza.  Recordamos. Recuperamos la soberanía del duelo.

Con cada restitución, respondemos.


[1] Lamborghini, Leónidas. El riseñor. Editores Argentinos hnos. Argentina. 2012

[2] Foucault, M. El coraje de la verdad. Fondo de Cultura Económica. Pág. 350. Argentina. 2011.

[3] “Personalmente no eliminé a ningún niño, lo que hice fue entregar a unos pocos a organismos de beneficencia para que les encontraran nuevos padres. Los padres subversivos educan a sus hijos para la subversión. Eso hay que impedirlo”. Pasaje de una entrevista realizada en el año 1984 por el diario español Pueblo a Ramón Camps, jefe de la policía bonaerense en los inicios de la dictadura militar. “El trabajo del Estado en la recuperación de jóvenes apropiados en la última dictadura militar”. Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI). 2010

[4] Lo Giúdice, Alicia. Derecho a la Identidad. Psicoanálisis. Restitución, apropiación, filiación. Abuelas de Plaza de Mayo. 2005.

[5] Kusch, Rodolfo. «América Profunda». Obras Completas Tomo II. Editorial Fundación Ross. Rosario. Provincia de Santa Fe. 2007.

[6] Deleuze, G. Derrames entre capitalismo y la esquizofrenia. Para situar otro modo de pensar al individuo, remitimos a la Clase del 15/2/77: «Un individuo está definido por una relación más o menos compuesta, es decir un conjunto de relaciones hechas de movimientos y de reposos, de velocidades y lentitudes, bajos las cuales infinidad de partes le pertenecen. En fin, cada individuo es un colectivo, cada individuo es una manada». Pág. 309. Editorial Cactus. Buenos Aires. 2006.


*Trabajo presentado en las XV Jornada de Salud Mental y Trabajo Social “Clínica, Intervenciones, Territorio: Desafíos en el Contexto Actual” de Lomas de Zamora.

 

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