La investigación genocidio y filiación se ha propuesto en este último año, bordear/interrogar los efectos que el cruce de estos dos significantes traen aparejados en el campo de lo social y su anudamiento en las consecuencias clínicas sobre sujetos atravesados por las diversas experiencias que tocan esta encrucijada, vinculadas al terror de Estado en nuestro país.
El recorrido de esta investigación se había iniciado con una pregunta acerca de los legados posibles en torno a lo que hemos definido en producciones anteriores, una “voz inédita” e inesperada –estatuto de la voz, en su diferencia con la dimensión de sujeto político- en referencia a las hijas e hijos de genocidas que recurren a la justicia para quitarse el apellido de sus padres biológicos. Ese fue el puntapié inicial pero ya allí estaba en relación al acto inverso de aquellas personas que habiendo sido apropiados y con sustracción/sustitución de identidad ó incluso personas cuyos padres/madres están desaparecidos, atravesaron estas experiencias en un marco que fue modificándose a nivel legal, social, político, jurídico y también clínico.
Estas interrupciones en la operación filiatoria, donde se altera el orden genealógico como consecuencia de las políticas del terror de Estado tienen una multiplicidad de vectores que nos dispusimos a investigar.
Nos interesa pensar qué ocurre con la transmisión de los legados frente a estas interrupciones, cómo operan los armados de identidades, si sólo produciendo estragos o puede suceder otra cosa y en qué medida se dan estos quiebres, si sólo a nivel del Sujeto cuya identidad fue quebrantada o también en el orden de lo social se juegan algunos de estos efectos y cómo. También intentamos pensar a qué aludimos cuando sostenemos que existe un impacto simbólico de lo traumático en el orden filiatorio en las sucesivas generaciones.
El discurso del psicoanálisis, sus teorizaciones y nuestra práctica como analistas, nos han permitido transitar por estos interrogantes, y también hemos intentado anudarlos a otras lógicas discursivas, como el legal-jurídico y las políticas públicas referidas a las dimensiones reparatorias de las “víctimas” interrogándonos también sobre este estatuto en nuestra investigación.
En algunos casos los actos jurídicos de desafiliación de hijos de genocidas ó su reverso como el de confirmación de los apellidos de apropiadores por parte de hijos/as de desaparecidos/as, han sido temas sobre los que discurrieron los casos clínicos presentados y algunos debates.
Lo inédito, de la emergencia de los hijos/as de genocidas parece ser que causó, otros efectos como consecuencias de actos de desafiliación, o de confirmación también aquí pero para romper con el legado mortífero.
Una de las preguntas que transitamos fue ¿Cómo sería una transmisión, que siempre conlleva un enigma, surgida del terreno de los actos criminales? ¿qué orden de inscripción puede darse sobre un deseo parental fuertemente dañado?
La operación de transmisión conllevará en sí un agujero, se transmite un deseo, una falta, estará más del lado del enigma, en el orden del equívoco, será imposible dar un significado acabado a un sujeto, si se produjera ése intento (que es lo que ha ocurrido en las apropiaciones) llevará a lo peor.
El amor como operador, tendrá un lugar fundamental en la transmisión: un padre está más ligado al amor -en su dimensión de falta, no narcisista- que al respeto. La dimensión amorosa en lo filiatorio da cuenta también de aquello inapropiable del sujeto, aquello que permanece en reserva, lo no sabido, ni siquiera por el propio sujeto, es ése reducto de libertad que resiste a toda apropiación.
Trabajamos e hicimos pié en el seminario 21 de Lacan cuándo él introduce un pasaje que va del Nombre del Padre al Padre como Nombre, para poner en juego la cuestión de la nominación, y la pluralización de los nombres del padre, ya no uno.
Si el Padre es una función pero también “un agujero que escupe nombres” nos interesó pensarlo clínicamente en ambas dimensiones.
Entonces: qué quiere decir filiarse? Qué lugar al nombre, a la identidad, a la transmisión, a los legados?
La identidad, desde el psicoanálisis, remite fundamentalmente a la diferencia, se sostiene en aquello que instaura la diferencia entre un sujeto y otro, la identidad de un sujeto es su particular división y sus síntomas.
Restituir la identidad nos presenta como una paradoja: intentar restituir algo que está perdido para siempre. El derecho a la identidad emana de una necesidad humana básica, que es aquella de tener un nombre, una historia y una lengua. La lengua es ésa voz de la familia que al transmitirse nos humaniza como sujetos y nos da un lugar en un linaje.
Las restituciones, causadas fundamentalmente por el trabajo incansable de búsqueda de las Abuelas de sus nietxs, anudan entonces una política a una ética, que a su vez se inscribe en una política de Estado. De este modo: Deseo/acto amoroso – Ley /dimensión jurídica- Inscripción en la Memoria colectiva o social. Estos actos abren a lo incalculable e interpelan las decisiones de cada sujeto.
En el tiempo de lo actual se producirá otra escritura posible. Otras escrituras, otros nombres, “archivos” biográficos, marcas de deseo, letras y sentidos a descifrar, aquello inscripto, en una exterioridad al sujeto.
El legado no está de antes, requiere de un acto de escritura en cada quien y esta posibilidad de escritura y re-escritura no es sin un pasaje por la función del duelo.
Por ultimo queremos referir que la dimensión clínica al interior de esta investigación, está enlazada al área clínica de TeCMe, desde donde sostenemos desde el año 2017 un dispositivo “común” de conversaciones clínicas con Jorge Alemán, donde lo clínico queda anudado con lo político, situando a lo político como el “instante en que el sujeto adviene”, diferenciándolo de la política en cambio, como los aparatos discursivos de producción de subjetividades.