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En el borde de la verdad, las palabras. Verdad jurídica y verdad subjetiva

By 24 marzo, 2019agosto 27th, 2021No Comments

La intersección del discurso jurídico y del discurso psicoanalítico

Ma. Liliana Ottaviano [1]

 

El Juicio por la denominada Subzona 14 II, que se sustancia desde el mes de agosto de 2017 ante el Tribunal Oral Federal de la ciudad de Santa Rosa, contó por primera vez con un Dispositivo de Acompañamiento Integral a las Víctimas-Testigos.

A partir del testimonio en primera persona de los sujetos victimas-testigos intentaré problematizar y analizar la intersección del psicoanálisis y del discurso jurídico en la ardua articulación de la verdad procurada por la justicia y la verdad relatada por el sujeto acerca de «lo que él ha vivido».

En esa línea, nos proponemos desandar trayectorias discursivas en las que nos encontramos habitando un lenguaje en el que las identificaciones nos prefiguran sujetos similares a los demás, pero con una irreductible singularidad que nos diferencia a todxs y de todxs.

Las narrativas testimoniales arrojan luz sobre el pasado oscuro de la violencia del estado argentino en el marco del genocidio como práctica reorganizadora, a partir  de la palabra y del pensamiento de las propias víctimas.

A través de ellas accedemos a diferentes modalidades discursivas que nos permiten ver el esfuerzo inconmensurable de un sujeto para transformar el horror en un texto capaz de ser narrado, un texto donde el silencio y lo indecible adquieren un valor testimonial.

Narrar desde la condición de Víctima en el pasado y desde el lugar de Testigo testimoniante en el presente, es hablar de aquello por lo que se ha atravesado, no para decirlo todo sino para hacer intervenir la singularidad del sujeto en un espacio público y en una historia colectiva.  En todo testimonio siempre habrá un “resto inenarrable”, un imposible de transmitir. (Rousseaux, F. 2010)

Estas narrativas testimoniales expresadas en primera persona nos ayudan a elucidar las formas de configuración de las subjetividades y la presencia en ellas de múltiples figuras de sujeto que desbordan y problematizan la idea del sujeto víctima que tuvo y tiene diferentes matices que responden a las ideologías imperantes en un tiempo político que fue mutando a lo largo de estos 42 largos años que se sucedieron desde el inicio de la última dictadura militar.

El sujeto víctima y su posicionamiento a partir de las palabras que constituyen sus narrativas testimoniales arrojan algunas luces respecto de las modalidades de sus implicancias subjetivas. A través de ellas sus autores interpelan en torno a ciertos imaginarios y representaciones que pautan las formas de comprensión sobre lo que fue el terrorismo de estadoen nuestro país y en particular en nuestra provincia, en el marco de un genocidio reorganizador siguiendo la definición de Daniel Feierstein.

En reiteradas oportunidades a lo largo de las audiencias judiciales escuchamos relatos que dan cuenta que los sujetos victimas tuvieron que enfrentarse a la mirada no solo de los perpetradores, sino de los propios vecinos, compañeros de trabajo, familiares, quienes llegaban a calificarlos como ajenos al cuerpo social, como enemigos de la sociedad, subversivos. Tuvieron que lidiar con las interpelaciones que estas miradas hacían frente a los proyectos y a las organizaciones políticas que los estructuraban como sujetos políticos.  De esta manera, frente a las subjetividades que habían sido moduladas a la luz de un contexto histórico que promovió la utopía de un cambio social de carácter revolucionario en las décadas del 60 y el 70 del siglo pasado, y que propició el surgimiento de organizaciones políticas de diversos tipos, así como el auge de movimientos sociales que contestaban al orden social capitalista, los sujetos debieron enfrentar la violencia estatal que arremetió contra los imaginarios que sustentaban este tipo de idearios y quebrantó las organizaciones, diezmando sus filas a través de la represión y la descalificación de su representación política en el marco del orden burgués. De allí, emergieron imágenes que aluden a sujetos fragmentados: al desaparecido cuya presencia es la huella de lo ausente, al encapuchado que no puede verse a sí mismo en su totalidad y tampoco puede ver a los otros, a la variabilidad de la categoría significante que los nombraba: héroe, mártir, traidor, quebrado, subversivo, militante, inocente.

Podemos pensar el juicio, como un espacio simbólico crucial, que pone al descubierto tensiones explícitas y también la abismal estatura de la angustia contenida durante décadas, que emerge antes, durante y después de cada audiencia.

La verdad y las formas jurídicas, sus cargas sacramentales, conviven arduamente con los significados y significantes de los testimonios producidos.

Allí, en esa arena capaz de leerse en varias claves concomitantes, emergen la palabra y los silencios.En medio del mismo, sin embargo, aparecen subjetividades, cuerpos, emociones, percepciones, víctimas, el pasado que se entrama con un presente inconcluso, el presente que interroga e interpela a un pasado integrado por muchos y también por sujetos singulares.

Transitar ese pasado oscuro a través de la palabra y del pensamiento de las propias víctimas posibilita la construcción de una sociedad que se sostiene en los valores de Memoria, Verdad y Justicia.

En el contexto de los Juicios por delitos de lesa humanidad donde el estado lleva adelante su función reparatoria, y en el marco de una audiencia oral, nos encontramos en una misma persona con dos sujetos, el sujeto del testimonio y el sujeto que habla, entre ellos se da una intersección que hay que analizar para poder articular la verdad procurada por la justicia y la verdad relatada por el sujeto acerca de lo que él ha vivido. (Rousseaux, F. 2010)

Escuchar un testimonio implica ocupar una posición que nos permita ver que quien está testimoniando está haciendo un esfuerzo inconmensurable de transformar el horror en un texto capaz de ser narrado, un texto donde el silencio y lo indecible adquieren un valor testimonial.

Este texto es producido por un sujeto de derecho, pero a la vez por un sujeto del inconsciente, productor en un mismo acto de una verdad jurídica y una verdad subjetiva. (Rousseaux, F, 2015). Llegar al status de verdad jurídica exige sujetos totales, sin fallas. Alcanzar, en cambio, una verdad subjetiva implicará una mirada desde la dimensión de sujeto barrado. La intersección del discurso jurídico y del discurso psicoanalítico se presenta como un desafío para alcanzar en un mismo acto de palabra, justicia y reparación. Territorio en disputa este de la justicia y la reparación, donde por divergencias lógicas y controversias culturales y discursivas se tensionan de tal modo que en los casos de delitos de lesa humanidad lo transforman en un espacio inexpugnable.

Dar testimonio impone sobre la persona que lo da un acto, que muchas veces se ha tratado de evitar, y ese acto impuesto es el de recordar. Y esto pone en marcha un trabajo de historización que lleva al sujeto a revivir, reeditar, reactualizar el trauma y sus efectos.

En los delitos de lesa humanidad la persona que ha sido víctima debe dar cuenta de lo sucedido en primera persona, el sujeto porta en su cuerpo una verdad, y muchas veces esa verdad del sujeto no puede ser representada en el plano público por la intensidad de la marca producida.

Dar testimonio es hablar de aquello que por lo que se ha atravesado, no para decirlo todo sino para hacer intervenir la singularidad del sujeto en un espacio público y en una historia colectiva.

Dar testimonio es escribir un texto, en el que siempre habrá un “resto inenarrable”, un imposible de transmitir.

Todo testimonio tiene un núcleo indecible: es lo que no podemos pensar, imaginar, representar; es decir, lo inconceptualizable, lo que no se puede poner en palabras, porque no tiene forma de ser nombrado: el horror. El horror que forma parte de lo Real, en tanto registro que contiene todo aquello que tiene presencia y existencia propia y no es representable. Estamos al decir de Delgado ante un traumatismo discursivo: no hay manera de pasarlo por el lenguaje.Este traumatismo discursivo nos remite a ese agujero negro en el que el sujeto intenta localizar aquello que no cesa de no escribirse, de no representarse en él. Lo Real es lo imposible en la medida en que no puede llegar a imaginarse ni a simbolizarse, que no cesa de no escribirse en los otros dos registros.

Las Víctimas-Testigos se expresan dando testimonio, poniendo palabras a un tramo crucial de sus respectivas historias de vida. El testimonio operativiza la memoria, actualiza traumas, reivindica épicas. Pero el testimonio es tal, no solo por la posibilidad de poner en palabras lo vivido o incluso por poner silencio -allí donde no hay palabra posible porque no hay, como ya dijimos, significante capaz de representar en su totalidad la experiencia del horror- sino porque hay escucha o al menos porque existe la posibilidad de ser escuchado.  El testimonio de los sobrevivientes contribuye al esclarecimiento de una verdad histórica sobre los hechos. Éste es el valor histórico del mismo.

Desde el campo social hay un mandato a “hacer memoria todo el tiempo”, a no olvidar-se nada, señala Fabiana Rousseaux (2015) y siguiendo su enunciación podemos interrogarnos acerca de ¿Cómo olvidar lo que no deja de no escribirse en el registro Imaginario y en el registro Simbólico, de no representarse y que por lo tanto forma parte del Registro de lo Real?

En las narrativas testimoniales la palabra circula entre los intersticios de la memoria y el olvido, buscando sonidos, olores, imágenes. Ese relato provoca actos nuevos en términos de acto subjetivo. Cada vez que se vuelve a relatar se encuentra un sentido, se produce otro olvido, o se halla algo que ni el propio sujeto tenía presente porque había quedado escindido. (Rousseaux, 2015)

En el momento en que el discurso jurídico va por la búsqueda de “la verdad” nos posibilita a los psicólogos que acompañamos a víctimas-testigo la escucha que nos llevará al encuentro de un sujeto que transporta una verdad singular.

Así Ana María Careaga (2015) describe como el testigo en el escenario jurídico es compelido a un imposible por parte de los jueces: decir «la verdad y nada más que la verdad”. Pero la palabra de un sujeto -sujeto del inconsciente y del lenguaje-no alcanza a recubrir en su totalidad los hechos de los que fue víctima. En este caso toda la verdad es imposible de ser dicha. La verdad se construirá bordeándola con palabras.

 

Bibliografía

Acompañamiento a testigos en los juicios contra el terrorismo de Estado. Primeras experiencias / Eduardo Luis Duhalde … [et.al.]. – 1a ed. – Buenos Aires: Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación. Secretaría de Derechos Humanos, 2009.

 Agamben, Giorgio (2000). Lo que queda de Auschwitz. Pretextos. Valencia. España.

Careaga, Ana María (2015) “Terrorismo de Estado. Justicia y psicoanálisis. Tomar la palabra”. En Consecuencias subjetivas del terrorismo de Estado, O. Delgado (comp.). Buenos Aires: Grama ediciones.

Delgado, O, (compilador) (2015). Consecuencias Subjetivas del terrorismo de Estado. Grama ediciones. Buenos Aires.

Feierstein, D. (2008). El genocidio como práctica social, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

Herrera, M, Pertuz Bedoya, C, (2015). Narrativa testimonial y memoria pública en el contexto de la violencia política en Colombia. Avatares del testimonio en América latina.

Lacan, J.: Seminario 22. “R.S.I” disponible en: http://www.bibliopsi.org/freudLacan.php

Rousseaux, F, (2015).»Vicisitudes en la reconstrucción del lazo social entre el estado y las víctimas del terror de estado: gestionar el dolor». En Consecuencias subjetivas del terrorismo de Estado, O. Delgado (comp.). Buenos Aires: Grama ediciones.

Rousseaux, F, (2010) en Acompañamiento a testigos y querellantes en el marco de los juicios contra el terrorismo de Estado Estrategias de intervención. Colección: Derechos Humanos para Todos Serie: Normas y Acciones en un Estado de Derecho Cuaderno: Acompañamiento a testigos y querellantes en el marco de los juicios contra el terrorismo de Estado. Estrategias de intervención 2ª edición.


[1] Lic. en Psicología. UNSL. MP: 91. Especialista en Salud Mental Comunitaria. UNLa. Magister en Salud Pública. UNC. Doctoranda en Psicología. UNLP. Docente del Seminario de Posgrado: Derechos Humanos, Sujeto y Emancipación. Facultad de Ciencias Humanas. UNLPam.

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