Juan Besse 1
I
El sábado pasado concluyeron las jornadas Derivas de una izquierda lacaniana. En torno a los textos de Jorge Alemán, tres días en que el pensamiento, queriendo rebasar este presente triste, hizo irrumpir retazos desde su fondo genealógico. Cuando Fabiana Rousseaux me invitó a participar en la mesa Políticas de la memoria y sujeto, el título me tomó por sorpresa. Era, claro está, un título que hubiera podido formar parte de espacios que compartimos con Fabiana, además de un título sugerente para la retoma de muchos conceptos -artefactos diría Alemán- que jalonan sus escritos, yacimiento profuso para pensar la política, y en ese envite, las políticas de la memoria. Fue allí donde sentí que participar en las derivas de una izquierda lacaniana y hacerlo como lector de Jorge Alemán consistía también en dar testimonio del encuentro con los primeros libros o intervenciones que había leído de él, con los modos en los que esos textos habían tocado la lengua en la que pude balbucear a lo largo de veinte años la espinosa relación entre las memorias de la política y las políticas de la memoria y, además, hacerlo en relación al recorte que proponía la mesa. Y entre esas primeras lecturas de los años 2001 al 2003, un libro Notas antifilosóficas, y en ese libro las Notas sobre lo impolítico en Argentina, reaparecieron para decir -y decirme- que lo que allí se había dicho formaba parte del modo, anticipado, extraño, augurante, en que pudimos, muchos, pensar las políticas de la memoria en los años subsiguientes. También advertir, en los días previos a esa tarde del 5 de abril, que aunque sentía en la cadencia reminiscente y lejana de esas notas el ritmo de sus intensidades no recordaba -más que a trazo grueso- ni el detalle, ni el encaje, de esas trece breves puntuaciones.
II
Pensar por notas. Así fue el encuentro con Jorge Alemán, el de hace veinte años atrás, y el de hace unos días. Las notas en Jorge Alemán son, en simultáneo, intervenciones múltiples: una apuesta política, una vía analítica, una incursión clínica y un recurso testimonial, de él mismo, como expresión singular de una generación en acto de transmisión. Por tomar la distinción de Nora Rabotnikoff, la transmisión de Alemán intenta sustraerse a la polaridad (y el encierro) entre los euforizados, los que nostálgicos de la plenitud están tomados por el pasado y los que, en el otro extremo, en la melancolía de la conversión, euforizados por el presente, tratan al pasado -y a sus muertos- con bajeza, proponiendo una sustitución sin resto. De allí, el carácter inédito, y el coraje, de decir en 2001 que una política de la memoria sustentada en una autoridad política capaz de nombrar lo que aconteció -la matanza y la desarticulación de la nación- “implica asumir el legado de los desaparecidos y la justicia para los militantes caídos en el proyecto de emancipación que tuvo lugar” y que “la Argentina saldrá del horror económico en la medida en que la autoridad política sepa qué hacer con los muertos de la Nación”. Entonces, la figura misma de lo impolítico que recorre las notas, irrumpe como acontecimiento dentro del acontecimiento y Jorge Alemán escribe (escribió de un tirón, una noche, contó esa tarde), “he aquí lo impolítico que condicionará la política que viene”. Pero en la mesa no era cuestión de recorrer la gramática interna de lo impolítico -como algo distinto de la apoliticidad- desde Nietzsche o Wittgenstein hasta Espósito a la manera de un paper sino tratar de atrapar la figura misma de lo impolítico tal como es aparejada en esa escritura intempestiva: lo impolítico como suspensión de la política de los operadores y las reglas ajenas a un mejor destino de la Nación sumida en la impotencia, como un relámpago en la noche del desfondamiento de la Nación que dé lugar a escuchar la verdad del acontecimiento. Lo impolítico, marcado así con los atributos de lo éxtimo, se presenta en la ocurrencia de Alemán como aquello que siendo lo más exterior es lo que más le concierne a las políticas de la memoria, a unas políticas de la memoria, “costumbre de la hegemonía”, que sean parte de una voluntad nueva, de una voluntad política que se asiente en la construcción de una autoridad política -y no de un mero poder- capaz de nombrar la situación singular, dar cuenta del acontecimiento de desarticulación de la Nación y producir un dispositivo político que, aunque no se pueda constituir sin el legado de nuestra tradición, debe ir más allá. Para constituir esa autoridad política “no se necesitan políticos nuevos, sino en una nueva posición” políticos que puedan dar testimonio de su interpretación del acontecimiento”. Y “es porque el peronismo encarnó vocaciones fundacionales merece ahora participar de su propia deconstrucción”. La secuencia nombre peronista, Kirchner, 24 de marzo de 2004, kirchnerismo adquiere la fuerza de una intuición que anticipa lo posible, que a veces se toca con lo mejor, como salida de una coyuntura límite. La emancipación supone el legado de los desaparecidos, de los militantes asesinados, trabajar desde ese legado, con ese legado y contra ese legado.
III
Hacia el final de las notas emerge el desamparo, la figura del desamparo como uno de los anclajes de lo impolítico. No los desamparos patéticos, por tomar un distingo propio de la retórica de Alemán, sino el desamparo estructural que amalgamará en las circunstancias del 2001 sentimientos populares extendidos y al que Jorge invoca como dato primero de la experiencia, como la verdad del tiempo histórico que atravesamos como colectivo, como nación, y no como resto al que hay que trabajar asistencialmente.
Amparar es uno de los modos de resguardar lo imposible. Hacer memoria, verdad, justicia sobre el terrorismo de Estadio no es otra cosa que recomponer los vitrales sin plomo del pasado reciente. Saber nombrar y poder escuchar que la tragedia del presente tuvo como antesala el terrorismo de Estado y que la continuidad en democracia de las políticas de destrucción del trabajo, de expoliación de la riqueza nacional, llevadas a cabo por la dictadura militar no han cesado de reconducir al país a esa larga noche. Si el neoliberalismo transgrede los sagrado hasta el borramiento de los límites, hasta meterse con los cuerpos, desaparecerlos, no restituirlos y el progresismo transige hasta la aceptación del borramiento de los límites, la emancipación solo tendrá lugar si los consensos por venir son el resultado de la verdad y no la verdad la caricatura del consenso que, siempre, cuando la fabrica a su antojo y se desentiende de la verdad, es la antesala de lo peor.
IV
En Jacques Lacan y el debate posmoderno, Jorge Alemán traza un mapa de los grandes colectivos filosóficos, la hermenéutica alemana, la deconstrucción francesa, el positivismo anglosajón y, ahora, escribe en el 2000, el pragmatismo americano, para seguir diciendo que no es allí sino en la antifilosofía, ese pensamiento que se produce en los bordes exteriores de la filosofía, y que se caracteriza por su interlocución con otros saberes, entre ellos y de un modo clave el psicoanálisis, donde encontramos un albergue posible para la aventura intelectual argentina. Es en esa interlocución entre la criba antifilosófica (desde la filosofía, con la filosofía y contra la filosofía) y la política, que el pensamiento político atento a la inquietud psicoanalítica, puede ser parte activa de la experiencia que trabaje por la restitución de la relación de la política con la verdad. La nota décimo tercera dice: la obra de arte consiste en que la voluntad singular vea, en el desamparado, su propia posibilidad. Cuando eso sucede se honran las existencias. La obra de arte no es un término autoevidente, comporta algo enigmático pero no por eso deja de ser una manera bella de decir que hacerla consistir hace cuerpo en el sujeto y que, tal vez, sea la vía más incruenta de horadar la posición canalla, esa que halla justificaciones para todo. Cuando la voluntad singular puede ver en el desamparado, la propia posibilidad, entonces las sentencias ‘algo habrán hecho’, ‘por algo será’, y otras más recientes certidumbres que circulan en el espanto del sentido común se desgranan, tanto como en un movimiento inverso se restituye la solidaridad o hace su aparición la vergüenza que, en ocasiones, puede manifestar una señal ética del sujeto.
V
Al releer las trece notas dudé si resumirlas para luego comentarlas o desplegar el comentario después de la lectura completa de las notas. Me decidieron leerlas de inicio a fin, por una parte cierta actualidad del sentimiento de desfondamiento que aunque diferente al 2001 no deja de tener algunos puntos en común y por otra, que las notas, como buena parte de la escritura de Alemán, son una experiencia poética de la lengua y con la lengua. Quise evitar el resumen que muchas veces saca al pensamiento de la letra y altera su ritmo. Hay en Jorge Alemán una experiencia con la lengua donde la poética, por tomar una expresión de Meschonnic, es una ética en acto del lenguaje. Pienso que en el 2001 y en los duros años que siguieron, cuando arreciaba el fantasma del olvido, ese deseo levantó el silencio y pudimos volver a hablar del dolor y su reparación que, siempre, comienza por nombrar lo irreparable.
Una vez Arturo Carrera escribió “el poema viene después, para restañar las muertes, para subvertir la realidad del olvido” y esa tarde, en la mesa donde acontecieron las retroacciones de estas notas, Natalia Magrín habló – casi como contrafigura del deber de memoria- del deseo de memoria. Cuando Jorge Alemán escuchó las notas, que leí sobre el silencio sonoro de las lágrimas de muchos de los presentes, de las suyas y de las mías, pero con la alegría de quien vuelve de una inmersión arqueológica a traer en ese resto, esas primeras piezas, de lo que vino después, las refirió como deseo de kirchnerismo, que si bien no es lo mismo que el deseo de memoria, acaso la historia señale que para bien de todes (hoy quiero escribir todes), y sin debatir aquí y ahora lo que distingue sincronía de simultaneidad, llegaron juntos.
1 Antropólogo. Profesor asociado regular de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) y de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Profesor del Doctorado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
* Este texto fue presentado en las Jornadas Derivas de una izquierda lacaniana. En torno a los textos de Jorge Alemán en la mesa «Políticas de la memoria y Sujeto». Las mismas se llevaron a cabo entre el 4 y 6 de abril de 2019 en el marco de la Cátedra Libre Ernesto Laclau de la Facultad de Filosofía y letras de la UBA.