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Publicaciones

Nota al pie

By 22 agosto, 2020julio 28th, 2021No Comments

Vivian Berwald  (Agosto de 2020)

 

El baúl que Sabina Spielrein dejó en 1923 en el Instituto de Psicología de Ginebra fue encontrado en 1977, hace ya más de 40 años. Aún así, muchos de nosotros conocimos la figura de esta analista décadas después y lo que primero supimos de ella estuvo referido a la espectacularidad de su sintomatología en el momento de su internación y al escandaloso romance con Jung, quien era entonces el príncipe heredero de Freud. Es más, aún la mayoría de los analistas no hemos leído sus textos, los conocemos de segunda mano, si los conocemos. No están traducidos al castellano, y recién hace un par de años algunos trabajos suyos se tradujeron al inglés.

Esta película (Prendimi l´anima) nos da pie para hablar de Sabina Spielrien, y hablar de ella es la oportunidad  de pensar sobre la transmisión en psicoanálisis: qué cuestiones tienen centralidad y cuáles son relegadas al margen, o a una nota al pie. Por esto es que me parece oportuno mencionar algunos subrayados a un texto de Juan Carlos Volnovich, “Sabina Spielrein: expropiación intelectual en la historia del psicoanálisis”, artículo que forma parte de libro El psicoanálisis en la Revolución de Octubre, Editorial Topía (2017)

Para hablar de expropiación, es necesario comenzar refiriéndonos a la producción, al trabajo intelectual de Sabina quien hasta hace muy poco fue en la historia del psicoanálisis sólo un nombre en una nota al pie en un texto fundamental de Freud.

Ahora vemos películas sobre Sabina, leemos libros sobre Sabina, pero aún desconocemos sus textos. No deja de ser elocuente tan poderoso silencio.

Respecto a la historia del psicoanálisis de niños, descubrimos que ya en la década del 20 hubo una analista que criticaba a Melanie Klein. En su crítica considera como abuso de transferencia las interpretaciones que Klein dirigía a los niños. Para Sabina hay un excesivo uso de la sugestión en esas explicaciones. Decía que eso era pedagogía, no psicoanálisis.

O sea, una crítica al kleinismo que muchos de nosotros creímos poder situar como posibilitada recién a partir del aporte de Lacan, varias décadas después.

En “Expropiación intelectual en la historia del psicoanálisis” afirma Volnovich que los textos de Jung acerca del contenido de los delirios esquizofrénicos fueron prácticamente dictados por Sabina al igual que los conceptos de ánima-ánimus, en aquella época donde transcurría el romance entre ambos.

Inmediatamente después de que remitió su sintomatología, Sabina se matriculó en la Facultad de Medicina de Zürich, recibiéndose de médica en 1910.   Entonces se asocia a la Asociación psicoanalítica de Viena a la que concurre cada miércoles desde que es aceptada.

Y a los 26 años, el miércoles 29 de Noviembre de 1911, expone allí su trabajo: “La destrucción como causa del devenir”. Sabina en este texto afirma que Freud se equivoca (¡hay que tener 26 años, y plantársele al maestro diciéndole que se equivoca!).  Que Freud se equivoca, dice Spielrein, al suponer que los conflictos fundamentales del psiquismo pasan por el enfrentamiento entre las pulsiones de autoconservación y las pulsiones sexuales. Es entre la vida y la muerte, el conflicto es entre Eros y Tánatos. Sabemos que Freud escucha con cortés antipatía la ponencia de Spielrien, ese miércoles de 1911, habrá que esperar 9 años para que se apropie de estos conceptos.

Sabina pasa un tiempo en Viena en el momento en que esta ciudad había desplazado a París como capital cultural del mundo. Ella está interesada en todo lo nuevo. Sabina asiste a la primera audición de las Cinco Piezas Orquestales de Arnold Schoenberg. Visita a Gustav Klimt que está pintando El Beso. Se encuentra con Kokoschka, con Egon Schiele, se cartea con Isadora Duncan. Conoce a Trotsky, que dicen, quedó muy impactado por esta rica heredera de la burguesía rusa.

Entre 1912 y 1914 Spielrein publicó once contribuciones en revistas psicoanalíticas. Pregunto a mis colegas: ¿Dónde están sus escritos?, ¿Quién los leyó?

Entonces, decía, en 1911 cuando escucha “La destrucción como causa del devenir” Freud no estaba preparado para aceptar esas especulaciones. No lo convence el instinto de destrucción que plantea Spielrein y cree que la propuesta está condicionada por la personalidad de Sabina.

Pero nueve años después, en 1920, después de la muerte de Sophie la hija adorada de Freud víctima de la pandemia de gripe española que dejó millones de muertos, después de la Primera Guerra, (la matanza de masas más cruenta que la humanidad había experimentado hasta entonces) entonces sí, Freud escribe ese texto definitivo que es Más allá del Principio del Placer.

Finalmente admite: La muerte es la compañera del amor, juntos rigen al mundo. Es allí donde Sabina aparece como una nota al pie. Es una mención confusa donde no se priva de criticarla, no puede decirse que Freud muestre, en esa nota al pie, agradecimiento al aporte de su joven colega.

Mientras tanto en ese año 1920, Sabina es convocada a Ginebra a trabajar en el instituto de Psicología de Claparede. Ginebra era entonces el punto de articulación entre Viena, Zürich y París, allí confluyeron, en estado naciente, el psicoanálisis, la lingüística y la psicología genética.

Sabina tenía 35 años, ya había publicado sobre: el sentimiento de vergüenza en los niños, el Complejo de Edipo en la Infancia, el tiempo en la vida psíquica subliminal, la simbología animal y las fobias de los niños, etc. En el Congreso Internacional de Psicoanálisis de La Haya de ese año presenta su trabajo acerca de «La génesis de las palabras infantiles papá y mamá» artículo que Piaget citará posteriormente.

Sabina tuvo en análisis al propio Claparede, a Jean Piaget, a Raymond de Saussure con quién trabajó en cuestiones de gramática estructural y su relación con las formas del pensamiento preconsciente.

Con respecto a su influencia en Piaget, el psicoanálisis era un referente fundamental en sus nacientes intereses por la psicología del niño y en Sabina Spielrein, además de una analista, encontró una excelente interlocutora.

Mucho antes de que Piaget publicara, escribía Spielrein que las nociones de espacio, tiempo y causalidad no son categorías kantianas a priori, sino conceptos adquiridos a posteriori en el curso del desarrollo individual. Algunas de estas observaciones de Sabina están fechadas en 1915.

El desenlace posterior lo sabemos:  la enorme importancia que adquirió la obra de Piaget y el silencio que hasta ahora cubrió la producción de Spielrein.

Esta analista es, también, pionera de la interdisciplina. Planteando las relaciones del psicoanálisis con las otras disciplinas en el momento inicial cuando estaban apareciendo los primeros trabajos teóricos que le darían su fundamento a la Lingüística, la Psicología Genética, y luego ya en Moscú con la teoría del desarrollo cultural de las funciones psíquicas superiores y la Epistemología Convergente de Vygotsky. Cabe aquí mencionar que Vygotsky no sabía francés, así que lo que tomó de la obra de Piaget tiene que haber sido por la transmisión de Spielrein.

En 1923, Moscú la espera. La recién formada Unión Soviética es la esperanza de la humanidad, y sus autoridades están dispuestas a reunir allí lo más avanzado del arte y la cultura mundial. Los asesores para la ciencia de Trotsky reciben la orden de invitarla a incorporarse a la aventura socialista.

Se le otorga una cátedra en la Universidad y dirige la primera institución para niños fundamentada en preceptos psicoanalíticos: “La casita blanca”.

Traduce al ruso Más allá del principio del placer y lo publica con prólogo de Vygotsky y Luria.

Además de su rol central en la formación de analistas soviéticos, Sabina se incorpora a la intensa vida cultural de Moscú.

Pero Trotsky es depuesto de su cargo en 1925. En noviembre de 1929 es desterrado y al mismo tiempo se disuelve La Sociedad Psicoanalítica de Moscú. El psicoanálisis queda prohibido.

Luego advendrán los fusilamientos a sus familiares a manos del estalinismo y su asesinato y el de sus hijas perpetrados por los nazis.

Para finalizar estas líneas sobre una producción expropiada en la historia de nuestra disciplina, vuelvo a pensar en cómo hemos descubierto la figura de Sabina Spielrein.

Nos han sido relatados sus síntomas desplegados con toda su espectacularidad, y su romance con Jung. Esa chica de 19 años que es llevada, enloquecida, a internarse en Zurich, proviene de una familia donde las golpizas eran moneda corriente, golpizas que a veces daba el padre y en otras obligaba a sus hijos a que se castigaran entre ellos. Las nalgas desnudas recibían golpes aleccionadores ante la mirada de todos.

Por su parte la madre, como su hija mostraba un interés sexual que se interpretó precoz, decidió que todo lo referente a la sexualidad le fuera ocultado y consiguió alterar el programa de estudios de la escuela secundaria, logró que se quitara la materia Biología antes que su hija entrara a estudiar allí.

Observemos esa insistencia, esa perseverancia en el intento de silenciar la voz de Sabina.

Desde su infancia, de eso se ocuparon sus padres y su medio social.

Jung, cuando le escribe a Freud acusándola de acosarlo y extorsionarlo, intenta hacerla callar.   Pero Sabina no se calla y le escribe a Freud y, si bien éste admite la vileza de la actitud de Jung, también la manda a callar cuando, en una carta de 1908, le dice que por el bien del Psicoanálisis “borre de su psiquis” (!¡) su romance con Jung.

Intentó silenciar su voz el terror estalinista y finalmente, el nazismo la hace callar en el sentido más literal.

Debe haber algo muy poderoso en su voz, en la voz de Sabina, que casi un siglo después de su muerte, insiste en hablarnos a nosotros, sus colegas, destinatarios de su legado. Su voz nos anda buscando para por fin darle centralidad a su palabra, a sus textos, para cuestionar aquello a lo que se la creyó destinada, apenas una nota al pie.

 

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