Un sábado 30 de abril de 1977 un grupo de 14 mujeres cansadas de recorrer los pasillos de Juzgados, Iglesias, Hospitales, Cementerios, Comisarías, y no obtener respuestas sobre la desaparición de sus hijos/as, decidieron visibilizar su reclamo. La Plaza de Mayo sería el nuevo territorio de las Madres. Como todavía eran pocas, volverían a juntarse el viernes próximo, pero una de ellas advirtió que el “viernes es día de brujas”. Así fue que quedaron para el jueves. El estado de sitio imperante prohibía la reunión de tres personas o más, con lo cual la Policía les ordenó circular: “caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos. Así nacieron las rondas de los jueves.
Aquel jueves de 1977 una madre se apartó de la ronda y preguntó: “¿Quién está buscando a su nieto, o tiene a su hija o nuera embarazada?”. Una a una fueron saliendo. En ese momento, doce madres comprendieron que debían organizarse para buscar a los hijos de sus hijos secuestrados por la dictadura. Ese mismo sábado, 22 de octubre, se juntaron por primera vez para esbozar los lineamientos de su búsqueda e iniciar una lucha colectiva que sigue hasta hoy. Las mujeres se bautizaron como Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, más tarde adoptaron el nombre con que el periodismo internacional las llamaba: Abuelas de Plaza de Mayo.
La dictadura militar, establecida en el país el 24 de marzo de 1976, en poco más de siete años hizo desaparecer por razones políticas a 30.000 personas. Pero además de la “desaparición forzada de personas” sistematizó otro hecho inédito y horroroso: la desaparición de niños secuestrados con sus padres y de bebés nacidos durante el cautiverio de sus madres embarazadas.
Del libro La Historia de Abuelas, 30 años de búsqueda.
A pedido de Abuelas de Plaza de Mayo se crea dentro del ámbito del Poder Ejecutivo Nacional la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) con el fin de impulsar la búsqueda de hijos e hijas de desaparecidos y de personas nacidas durante el cautiverio de sus madres, en procura de determinar su paradero e identidad.
Una de las áreas de la CONADI es la de Identificación y Localización cuyo objetivo es investigar los casos de mujeres embarazadas y niños nacidos desaparecidos que fueron víctimas de la represión ilegal durante la última dictadura militar y no fueron denunciados o identificados. Con el fin de incorporar los datos genéticos de las familias involucradas al Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) se analizan denuncias sobre mujeres embarazadas de las que se desconoce su identidad, mujeres identificadas que posiblemente hubieran estado embarazadas, la identidad del padre del niño por nacer de los casos ya incorporados, niños/as ya nacidos que posiblemente se encuentren desaparecidos y también se corrobora la identidad de niños/as ya nacidos vistos en CCDs o en operativos de secuestros.
por Lorena Velázquez
Durante el año 2009, una vieja (pero muy joven) compañera me habló sobre un caso. Habían pasado muchos años ya desde que había tomado conocimiento de él y era indispensable pensar cómo resolverlo en esta nueva etapa de acceso a archivos, información y avance de las investigaciones.
Nos conocimos cuando comencé a trabajar en la CONADI; ella ya hacía muchos años que formaba parte de la familia de Abuelas de Plaza de Mayo y como integrante de uno de sus equipos había detectado que uno de los grupos familiares incorporado en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) estaba incompleto.
La familia paterna se había acercado a Abuelas para iniciar la búsqueda colectiva del nieto/a desaparecido/a y por eso había dejado su muestra de ADN en el Banco. Pero de la familia materna no tenían información y tampoco se habían acercado a la institución.
Las denuncias registradas en el archivo de la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (CONADEP), apenas iniciada la democracia, fueron el primer recurso para poder obtener esa información. Pero solo aparecía denunciada por la familia de su pareja, no existía información de su familia de origen.
Pocos eran los datos que conocían de ella y que pudieron dejar plasmados en su legajo CONADEP. Un nombre (aparentemente verdadero), una edad aproximada, de donde era oriunda, la dirección de la pensión donde ambos vivían y la fábrica donde trabajaba. Y el dato más importante: antes de ser secuestrados habían escrito una carta, donde contaban con gran emoción que ella estaba embarazada. Esa habría sido la última carta que recibieron y por lo tanto se convirtió, a falta de testigos que hayan presenciado lo ocurrido, en la fecha de desaparición de la pareja. Una fecha que se replicó en todos los registros oficiales.
Con ese nombre pudimos rastrear, en los testimonios brindados en CONADEP por ex detenidos-desaparecidos y en los juicios que se estaban desarrollando, que estuvieron secuestrados en dos centros clandestinos de detención, uno Capital Federal y el otro de gran Buenos Aires. Lo que se denominó “Club Atlético” en Capital Federal y “El Banco” en Buenos Aires, que fueron parte de un circuito integrado por tres CCD: Atlético-Banco-Olimpo (ABO).
Los sobrevivientes la habían escuchado y/o habían hablado con ella y corroboraron los datos que ya teníamos, excepto uno. Un testimonio anónimo dentro de un legajo CoNaDeP mencionaba el nombre de la hermana de la mujer embarazada.
También relataron cómo la engañaban diciéndole que daría a luz y sería llevada junto a su hija/o a una granja. Su rastro se pierde con los testimonios que mencionan que la llevaron a parir en abril de 1978, todavía hoy no se sabe a dónde.
Desde la investigación que llevamos adelante en el área, solicitamos a diversos registros nacionales y provinciales, documentación que pudiera esclarecer su identidad, pero cuando recibíamos las respuestas terminábamos concluyendo, que se trataba de un homónimo, ya que los datos sobre el lugar de nacimiento, la edad, o el nombre de la hermana, no eran coincidentes.
Decidimos viajar para entrevistar a las personas que la habían conocido: la familia de su compañero. Nos hablaron mucho de ellos, navegamos en lo más profundo de sus recuerdos y nos entregaron el bien más preciado: las cartas que de puño y letra ambos escribían contándoles la vida en la ciudad, sus planes, sus preocupaciones, la vida de casados y lo difícil de la situación que se vivía. Entre esas cartas que guardaban celosamente había una más, escrita (por la letra desprolija) de forma apresurada. Estaba fechada casi un mes después de lo que figuraba en los registros como fecha de desaparición, lo cual nos permitía acercar a lo que había sucedido, pero no con exactitud.
Siempre les pedimos fotografías a los familiares para ampliar el archivo fotográfico existente o en muchos casos para completarlo. Pero no tenían foto de ella, solo de él: una. Seguíamos sin verla.
Una de esas cartas da pistas sobre sus sobrinas: sus nombres de pila y la fecha de cumpleaños de una de ellas. Esa fue la clave para poder identificarla. Realizamos una búsqueda sobre las mujeres nacidas ese día y año, el resultado fue más acotado de lo que imaginábamos. Sobre ellas solicitamos documentación para conocer su filiación y la sorpresa fue enorme cuando leímos que la madre de una de esas jóvenes se llamaba tal cual figuraba en el testimonio anónimo de CoNaDeP.
Seguimos tirando del hilo y continuamos con la solicitud de documentación. Esta vez sobre la hermana de la desaparecida embarazada.
Conociendo los nombres de los padres de ambas y con un apellido confirmado comenzamos a relevar los datos de las mujeres de las que habíamos solicitado información anteriormente y encontramos una mujer que coincidía con estos datos.
Con el número del documento nacional de identidad se abrieron las puertas para solicitar documentación a todos los Archivos públicos disponibles (Registro Nacional de las Personas, Registro Civil y Capacidad de las Personas, Archivo de la Policía Federal y Provincial, Cámara Nacional Electoral, Anses, legajo laboral, etc.). Así logramos identificarla: saber cuál es su nombre completo, su fecha de nacimiento exacta, el lugar donde nació, quienes son sus padres, a qué colegio fue.
Uno de esos registros nos permitió verla, retratada de frente con apenas 12 años. Cuando fue secuestrada tenía 28 años, se había casado y estaba embarazada de tres meses aproximadamente.
El haber logrado establecer contacto con la rama materna del grupo familiar y haber incorporado su ADN al Banco, nos permitirá que ese/a joven que duda de su identidad pueda encontrarse con esa familia que lo está buscando.
Si bien pudimos identificarla, todavía falta. Debemos seguir entrecruzando testimonios y archivos para intentar reconstruir su militancia, sus últimos pasos. Desconocemos donde fueron secuestrados. La última carta que recibió la familia es el último contacto que establecieron y al poco tiempo fueron vistos en el primer centro clandestino de detención. Tampoco sabemos donde dio a luz y si tuvo una niña o un niño.
No es el único caso. Después de 40 años, seguimos recibiendo denuncias sobre mujeres que estaban embarazadas al momento de su secuestro o asesinato. Seguimos investigando y en ese camino demostramos que debemos seguir trabajando en pos de la actualización e incorporación de nuevos datos. No solamente en cuanto a las circunstancias del secuestro y posterior desaparición sino que no todos los desaparecidos y/o asesinados por la dictadura en Argentina están denunciados.
Es fundamental poder tener acceso a los archivos, ya sean administrativos, estatales o privados, personales, judiciales, para poder completar los huecos de esta historia que comenzó allá por 1977.