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¿Por qué el fascismo ataca a la ciencia?

By 23 mayo, 2022No Comments

Por Andréa Máris Campos Guerra[1]

@PSILACS/UFMG

 

Fruto de un debate[2], propuesto alrededor de la cuestión «¿Por qué el fascismo ataca a la ciencia?», propongo aquí un análisis psicoanalítico entorno de esta provocación, en un esfuerzo teórico-político de precisión. Conocer los elementos del régimen fascista, tomar su gramática en análisis y decantar su estrategia son actos centrales para problematizar la adhesión ciega a su violencia explícita.

En función de esto, la tesis que el psicoanálisis permite elaborar acerca de la captura de la pasión de los inconformes por el horror, inmovilizando la potencia de transformación pulsional de cada sujeto que, alienadamente se adhiere al régimen, testifica el vigor y la actualidad del psicoanálisis. Además, muestra que la vocación clínica jamás fue indisociable de su construcción política, en la búsqueda por la transformación. Abordar psicoanalíticamente el tema podrá, por tanto, auxiliarnos a encontrar medios de revertir esa historia de opresión.

 

Los fascismos[3]

El fascismo, cuya historia y geopolítica datan del final de los años 1910 en Europa, tuvo como su regente Benito Mussolini, quien asume el poder en Italia en su Marcha sobre Roma en 1922. Expresión de régimen radical y extremo de la derecha conservadora, posee una retórica populista que explora asuntos como la corrupción endémica de la nación, crisis en la economía o declive de los valores tradicionales y morales de la sociedad, en un apelo popular que buscaba las masas, aunque de trasfondo inmovilizador con relación a las estructuras económicas y jerárquicas de poder.

Defiende cambios radicales en el statu quo, incluso cuando ese pedido sea un velo para conservar inalterado el estado hegemónico de poderes, saberes, personas, cuerpos, etnias y capital. Reúne características político-estéticas que podemos resumir en algunos aspectos.

  1. El culto a la tradición y a la movilización de la violencia, instigados por la inestabilidad, miedo ampliado y frustración de clases desprivilegiadas y apartadas;
  2. Resurrección del Estado nación en la versión paranoica y conspiratoria del nacionalismo que necesita escoger enemigos internos y externos;
  3. Deseo de manutención de lo mismo bajo la máscara modernizadora, que oculta movimiento político de contenido social conservador;
  4. Implosión de la posibilidad de solidaridad genérica en una afirmación del individuo movilizado desde las masas (de calle o virtuales) por la creencia ilusoria de una emancipación individualizada, en un pragmatismo irreflexivo en la estética de la acción por la acción;
  5. Depósito de la fuerza popular movilizada en pro de un liderazgo fuera y encima de la ley que, bajo el arquetipo de la figura de autoridad entre el militar y el bufón, instala una mano fuerte y autoritaria de gobierno, bajo el auspicio de mitos políticos irracionales manipuladores.

No hay consenso cuando tratamos los fascismos. Su origen, sin embargo, puede ser identificado. El fascismo nace de una trilogía teórica:

  1. Charles Maurras (1868-1952) con la defensa de un ultranacionalismo integral hegemónico con herramientas para superar las contradicciones necesarias del capitalismo, como la lucha de clases y la libertad de expresión, a través de la figura fuerte y unificadora del Estado;
  2. Georges Sorel (1847-1922), teórico sndicalista, que migra de un diseño socialista revolucionario a un modelo de sincalismo también nacionalista, asentado en el estudio de la violencia y de la disciplina y en la exaltación de la función de los mitos políticos («conjunto de imágenes capaces de evocar en bloque y solamente por la institución, antes de cualquier análisis reflexiva, la masa de los sentimientos»), aliado a tropas de choque y armas de guerra para efectivar el nacionalismo;
  3. Enrico Corradini (1865-1931), romancista y periodista nacionalista italiano, que hace converger el pensamiento de Maurras y de Sorel, creando su base ideológica bajo tres principios: Nacionalismo, Militarismo, Rascismo (ideal de raza pura).

Benito Mussolini coloca en acción esa ideología totalitaria «fuzzy»[4] «collage de diversas ideas políticas y filosóficas, una mampostería de contradicciones», según Eco, formalizándola una década después. Al romper con el partido socialista por sus decisiones de alianza internacionales y vínculos políticos, Mussolini moviliza la llamada popular por mejores condiciones de vida y atenta contra el comunismo y, al mismo tiempo, contra el capitalismo, iniciando un programa fascista y sus contradictores. Inicialmente, él se instala como promesa aliada a la clase media frustrada en un discurso antiliberal, terminando como aliado de la Monarquía y de las fuerzas económicas hegemónicas italianas.

En 1932, Mussolini publicó su ensayo La Doctrina del Fascismo[5] en la Enciclop.edia Italiana. El fascismo no se basa de forma explícita en un sistema filosófico complejo, y si en el sentimiento popular sobre las razas superiores, sobre la injusticia de condiciones actuales y sobre el derecho de predominar sobre los pueblos inferiores. Asienta sus presupuestos en el Darwinismo, incluso el social, y es contra el Marxismo, ofreciendo una alternativa a las clases trabajadoras, medio por donde captura su investimento libidinal

En un análisis dinámico, de carácter político e histórico, Paxton[6] realza la diversidad de las manifestaciones del fascismo por separado y articuladas a las culturas propias de cada país donde se instaló, mostrando la dificultad de definir su concepto y de establecer el «mínimo fascista». Destaca el régimen como la novedad política más radical del siglo XX. Y lo caracteriza, de partida, como un movimiento popular contra la izquierda y contra el individualismo liberal, por eso, una alternativa conservadora eficaz a los insatisfechos de derecha.

El autor establece también una importante distinción entre el fascismo y las «dictaduras comunes», como las de América Latina y las de África, o aún la España de Franco y el Portugal de Salazar. Su tesis es que, mientras los regímenes autoritarios tradicionales quieren solamente mantener el pueblo quieto y bajo control, el fascismo aspira a movilizar la población.

Paxton[7] desentraña estudios superficiales de las variaciones del fascismo y propone, finalmente, que: (1) todo fascismo necesita elegir un enemigo, que emerge de las especificaciones de la coyuntura política y de la cultura nacional; (2) y desarrolla un modelo que complejiza el lugar del líder al examinar las interacciones entre líder y nación, y entre partido y sociedad civil, lo que no se reduce a la liturgia militar o solo a la centralidad mítica del poder. Se forja una triangulación entre líder, mito y pueblo, bajo el dominio de las ilusiones y de las pasiones movilizadoras, engendrando una unidad – pueblo, comunidad, nación – frente a la cual tenemos más deberes que derechos, recuerda Boaventura Santos[8]. Bajo amenaza, esa unidad necesita ser defendida de sus enemigos, así identificados y nombrados. Unión y purificación se vuelven su retórica. Violencia y totalitarismo autoritario, sus medios.

Todavía según Boaventura Santos[9], esa ilusión de poder, que llamaríamos en psicoanálisis de semblante, es transferida como autoestima para cada individuo oprimido, haciendo de él un opresor. Se mantiene, así, el sujeto adiestrado por el goce que lo comanda superyoícamente. Bajo la unificación que el líder promueve y el culto a la estética de la violencia, las emociones solapan la capacidad crítica y el régimen económico atraviesa ileso por el sistema así constituido entre sujeto y Estado, manteniéndose la desigualdad y la elitización de su gestión financiera. Podríamos resumir, en la definición de Griffin, que el fascismo es un género de ideología política cuyo núcleo mítico, en sus varias permutaciones, es una forma palingenética de ultranacionalismo populista[10].

Paxton[11] aún advierte que el fascismo posee cinco fases en su implementación y, por eso, ni toda experiencia fascista se realiza plenamente, como en Italia o en el nazismo alemán, llegando a sus últimas consecuencias. Una fase precede la otra necesariamente, pero ellas pueden ser saltadas.

  1. En la primera fase existe la creación de los movimientos populares de insatisfacción y nombramiento del enemigo.
  2. En la segunda, ocurre el enraizamiento del movimiento en el sistema político en curso, siendo facilitado en los regímenes democráticos.
  3. En la tercera se da la tomada efectiva del poder y su asunción autoritaria.
  4. En la cuarta, el ejercicio del poder establece su régimen totalitario por la disciplina de las masas.
  5.  Y la última camina para la radicalización o para la entropía a través de la coalición con alas menos radicales.

En síntesis, el fascismo puede ser tomado como una fuerza social, afectiva y política, de característica social-conservadora, aunque disfrazada de indumentaria de movimiento modernizador, siendo orientada por una ideología de pragmatismo radical, sustentada por un mito nacionalista, reforzando un modelo económico hegemónico.

 

¿Por qué el fascismo ataca las ciencias?

Mientras Paxton busca, en un análisis histórico, minucioso y contextualizado, explorar las distintas formas políticas que el régimen fascista toma, Georges Orwell[12], en un análisis semántico del uso de la palabra en la actualidad, reconoce su dimensión política desgastada, así como la casi imposibilidad de obtener una definición clara y aceptada para todos. Él concluye que la palabra es casi desprovista de sentido, siendo mejor degradada al sentido común como una palabrota, al guardar una especie de significado oculto acerca de aquello que no se quiere admitir.

Umberto Eco[13], a su vez, hace una interesante observación acerca de la extensión cuanto a la significación de la expresión fascismo. Ella se habría convertido en una especie de sinécdoque, metonimia, denominación pars pro toto para los más diversos regímenes totalitarios – entendidos aquí como subordinación radical de cualquier acto individual al Estado y a su ideología.

¿Cómo hemos llegado a este punto? Él enumera 14 características del fascismo, como su sintaxis elementar y pobre, sus arquetipos, mitos y liturgias militares, su elitismo prosaico porque es popular, su populismo de cualidad, su Ersatz fálico y patriarcal o su heroísmo como norma, bajo el aforismo de vida por la lucha. Y, sin embargo, de la estrategia wittgensteiniana acerca de la teoría del juego, Eco extrae la capacidad de perpetuación y la amplitud del fascismo. Él revela la operación de lenguaje en curso en el uso del término fascistas, como signo que sirve a tantas significaciones.

Aplicada por Eco a la teoría del juego de Wittgenstein, el régimen revela su cara altamente propagadora y ajustable a distintas culturas. «Los juegos son una serie de actividades diversas que presentan apenas alguna ‘semejanza de familia'»[14].

1

2

3

4

abc

bcd

cde

def

Vean que el 4, obviamente semejante al 3 y al 2, no tiene ninguna característica parecida con el 1. «No obstante, en virtud de la ininterrumpa serie de decrecientes semejanzas entre los grupos 1 y 4, permanece, por una especia de transitoriedad ilusoria, un aire de familia entre el 4 y el 1″[15]. El término fascista funcionaría así también. Él se volvería adaptable a distintos regímenes y culturas, pues retirándose uno o más aspectos de su base, él continuaría siempre reconocido como familiar.

 

«Retiren del fascismo el imperialismo y tendremos Franco o Salazar; retiren el colonialismo y tendremos el fascismo balcánico. Agréguenle al fascismo italiano un anticapitalismo radical (que nunca fascinó a Mussolini) y tendremos Erza Pound. Agréguenle el culto de la mitología celta y el misticismo del Grial (completamente extraño al fascismo oficial) y tendremos uno de los más respetados gurús fascistas, Julius Evola»[16].

 

Tal vez sea mismo esta perspectiva lógica difusa que lo vuelva tan contemporáneo como morada de fuerzas conservadoras travestidas con nuevas ropas. Sus muchos modelos permiten soluciones aproximadas, que no corresponden a una verdad lógica. En ellas, la veracidad de un argumento puede variar del correctísimo, correcto, contra argumentativo, incoherente, falso, totalmente erróneo, conjugado con sus matrices relacionadas a lo intencionalmente ficcional, a lo ardiloso, a lo engañoso y a lo mentiroso.

El fascismo se convierte, así, en una especie de marca que nombra un conjunto orquestado ideológicamente de retórica sin filosofía, arquetipo con mitos políticos condensadores de revuelta e irracionalismos, portando en el racismo su fuerza motriz. Finamente, lo que nos interesa. ¿Por qué, entonces, el fascismo ataca tanto a las ciencias?

Atestiguamos en el (1) culto de la acción por la acción un pragmatismo absurdamente irracional y realizado sin ninguna reflexión; (2) pasando por la sospecha con relación al mundo intelectual, científico y universitario; (3) hasta la acusación de la cultura moderna y de la inteligencia liberal en abandonar los valores de la tradición, en fin; (4) una verdadera epopeya destructiva, en la cual cualquier desacuerdo se convierte en signo de traición.

Pero, sabemos que algunos intelectuales hicieron posible imaginar el fascismo, ayudaron a poner en marcha una transformación emocional de dimensiones sísmicas, en la cual la izquierda dejaba de ser el único recurso para los ofendidos y para aquellos ebrios por sueños de cambio. La relación entre los intelectuales y un movimiento que despreciaba el pensamiento, pero que también invertía en la investigación, era compleja. Luiz Davidovich[17] recuerda que las investigaciones alemanas perdieron la carrera por la bomba atómica por un error teórico. Y Boaventura Santos[18] muestra como la relación entre fascismo y ciencia es más que solamente la del ataque. Y recuerda su pluralidad de engranajes relacionales, puesto que:

  • La Ciencia colaboró con el fascismo y el nazismo, véase la eugenesia y la solución final en Alemania;
  • La ciencia fue financiada por regímenes fascistas y se desarrolló durante su curso, la premiación Nobel durante el nazifascismo lo atestigua;
  • El fascismo usó el neo-idealismo contra el positivismo, es decir, forjó direcciones para avances filosóficos;
  • La economía no está fuera del régimen del poder intrínseco a la relación entre ciencia y fascismo;
  • La religión seria otro dispositivo en esta relación;
  • El pensamiento único del régimen fascista se contrapone a la abertura y pluralidad del campo científico, por eso éste último lo amenaza;
  • Es necesario pensar la ciencia como campo, pero, también, reflexionar sobre la acción de los científicos;
  • El científico como operador de medios puede perder de vista los fines a los que sus investigaciones conducen;
  • De allí que la objetividad que la ciencia no pueda confundirse con su neutralidad apolítica;
  • La responsabilidad científica, especialmente después de la Segunda Guerra, se convirtió en elemento indispensable a la praxis del

 

Esas consideraciones no eliminan la ignorancia como proyecto político, según Lúcia Souto[19], pero favorecen un diagnóstico de la situación política del Brasil actual, conforme Luiz Davidovich[20]. Y Freud nos ayuda a pensar que la ciencia amenaza al fascismo y por eso éste la ataca. Ya vimos que el miedo, el resentimiento, la frustración y las insatisfacciones son la sede de la reserva libidinal movilizada por el régimen fascista. En otras palabras, la movilización popular es afectiva, libidinal, pulsional.

Ella toma una reserva de intensidad pulsional indiferenciada (pulsión de muerte) y la captura por representaciones alineadas a la posición de goce previa de los sujetos, vinculándolas a su régimen estético-discursivo singular. Ella moviliza pasiones que estaban en reserva, intensidades pulsionales cuyos ejes ya estaban dibujados, pero contenidos en los cuerpos traumatizados por el lenguaje, derramándose sobre ellos.

Al tratar de las desilusiones de la guerra, en 1915, Freud muestra cómo la política y la libido se entrelazan moebianamente, como la inteligencia y el sentido común ceden a la pulsión en la búsqueda por satisfacción. El intelecto, cuando es influenciado por «fuertes impulsos emocionales […] se comporta simplemente como un instrumento que la voluntad exige»[21]. Opiniones y decisiones se ven sometidas y dependientes de la vida afectiva y no de la relación analítica con la realidad externa.

Se cede a la seducción totalitaria y los argumentos lógicos son, de esa forma, impotentes contra los intereses afectivos. «De repente, las personas más sagaces se comportan sin comprensión interna (insight), como si fueran imbéciles, tan pronto la comprensión interna (insight) necesaria se enfrenta con una resistencia emocional»[22], dice Freud.

Podemos pensar que esa imbecibilidad, para seguir con el término Freudiano, facilitaría la adhesión identitaria y la ausencia de crítica. Aún faltaría, sin embargo, un elemento pulsional en este análisis: aquél referido a la movilización de los afectos en dirección a lo que hace Uno. La movilización política conservadora quiere mantener el estado anterior de satisfacciones y privilegios ya conocido. Así, captura el circuito pulsional del sujeto, prometiéndole recuperar lo imposible: la felicidad perdida en el jardín de la opresión, donde él jamás fue feliz, pero donde supone haber, por proyección, regocijo.

Al liberar la violencia conservadora o, incluso, reaccionaria, bajo la forma de pulsión de muerte, el fascismo vende la ilusión de que el sujeto ocupará el lugar de la élite en el régimen totalitario, que se convertirá la clase opresora y supuestamente feliz y realizada en la posición privilegiada. El investimiento libidinal en ese semblante, el amor y esa proyección ilusoria, empobrece al yo y lo hace siervo alienado de un modelo económico que lo esclaviza. Él se identifica con el opresor y asume sus rasgos, haciéndose objeto de lo que supone faltar al sistema: su ímpetu revolucionario. Es, como Freud[23] nota en los procesos de identificación simbólica, como si el investimiento libidinal retrocediera a la identificación.

Sin embargo, como en el gatopardismo del romance de Lampedusa[24], el fascismo promete el cambio para que nada se altere. Sus signos congelan goce y afecto bajo el dominio de los semblantes, forjando el destino pulsional del fascista. El miedo, el resentimiento y la frustración estarían, de ese modo, en la base de los afectos movilizados por la pasión. Y la revuelta, unión contra el enemigo y la purificación serían sus destinos. De ahí, el racismo con su base legitimadora y la eliminación de lo humano como su fin, alimentado por fuentes inagotables de satisfacción sádica que sedan la crítica e inmovilizan el cambio.

Se transfiere el poder bajo la forma de suplemento de goce[25] en el amor al líder, al régimen, a los ideales, bajo el fondo de un arreglo identificatorio, en el cual el oprimido se identifica con el opresor y ejerce su agresividad externamente contra su semejante. Un espejo distorsionado, como percibió Franz Fanon[26]. Pluralidad de circuitos pulsionales singulares alrededor de un pensamiento único.

De ahí que la concientización o crítica, oriundas de la ciencia y de la investigación, sean antifascistas por principio. Ellas debilitan el circuito pulsional y disipan la fuente libidinal del miedo, eliminando la angustia que alimenta al fascista. La posición a la que la ciencia conduce es plural, diversa y crítica, siempre abierta[27]. La crítica deshace el miedo, desplaza el afecto de la angustia de la cual es correlato y libera esa cuota libidinal en reserva que ha sido capturada por el régimen fascista; libre, entonces, para componer otros lazos. Invita al desplazamiento y desmoviliza el odio alienante.

Así, la ciencia, la investigación y el pensamiento crítico colocan en jaque al régimen fascista: ellas desarreglan el circuito pulsional erguido por el miedo alrededor de Uno y deshacen los lazos que mantendrían la ligación del sujeto con el régimen totalitario. Secan la fuente. Se desmonta el circuito pulsional y se desplaza la posición del sujeto.

 

Así

Sea porque pensar es una forma de limite y de castración, sea porque el desacuerdo es señal de diversidad y amenaza o aún porque la cultura crítica se convierte en sospechosa de desorganizar el sentido común alrededor del Uno, haciendo emerger la diferencia y la evidencia del racismo como su síntesis defensiva, necesitamos hablar de este tema. Interrogar el fascismo en su complejidad y en su experiencia coetánea, mundial y local, vivida en el Norte Global y en el conjunto de las Epistemologías del Sur[28] de modos tan diferentes, abren guías de elucidación para la tomada de posición y el enfrentamiento de cualquier forma de violencia que él pueda aspirar a tener. ¡Jamás se olviden!… Tal vez esta frase sea la mejor invitación para esta lucha.

 


[1] Andréa Máris Campos Guerra es psicoanalista y profesora en la Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil), donde coordina el Núcleo PSILACS [https://www.instagram.com/psilacs/] y, en conjunto con la Editorial N-1, el proyecto Decolonização e Psicanálise [https://www.n- 1edicoes.org/manifesto-por-uma-psicanalise-decolonizada].

[2] Este texto sirvió de abertura a la mesa sobre «¿Por qué el fascismo ataca las ciencias?», propuesta por el Colectivo PUD – Psicanalistas Unidos pela Democracia -, con apoyo de la FREDUC – Frente em Defesa da Universidade e da Ciência -, inaugurando, em 28/01/2022 la serie de temas que serán trabajados a lo largo del año. La transformé en este ensayo, incluidas las consideraciones de sus tres invitados: Boaventura de Sousa Santos, Lucia Souto, Luiz Davidovich. Agradezco a Leila Rípoli y a Luciano Elia por la invitación que dio motivo a un diálogo tan fructífero. El debate integral puede ser visto en el YouTube del PUD:

[3] Esta sección del ensayo se apoya privilegiadamente em Roberto Paxton, Anatomía do Fascismo, SP, Paz e Terra, 2008; Umberto Eco, O fascismo eterno, SP/RJ, Record, 2018; George Orwell, O que é fascismo e outros semaios, SP, Cia das Letas, 2017; Vladimir Safatle.

[4] La lógica difusa o fuzzy, diferentemente de la booleana, posee una perspectiva multivaluada, en las cuales los valores verdad de las variables pueden ser cualquier número real entre cero (falso) y uno (verdadero). Mientras que la lógica booleana o nítida trabaja apenas con los valores cero (falso) y uno (verdadero).

[5] Benito Mussolini, A doutrina do fascismo, s/l, Lebooks, 2020.

[6] Roberto Paxton, Anatomia do Fascismo, SP, Paz e Terra, 2008.

[7] Roberto Paxton, Anatomia do Fascismo, SP, Paz e Terra, 2008.

[8] Exposición oral en el evento virtual «Porque o fascismo ataca as ciências?», día 28/01/2022, promovido por el PUD, con apoyo de la FREDUC, y disponible en el canal de YouTube de los «Psicanalistas Unidos pela Democracia».

[9] Ídem.

[10] Roger Griffin, Fascism, Oxford, Oxford Presses, 1995 apud Roberto Paxton, Anatomia do Fascismo, SP, Paz e Terra, 2008.

[11] Roberto Paxton, Anatomia do Fascismo, SP, Paz e Terra, 2008.

[12] George Orwell, O que é fascismo e outros ensaios, SP, Cia das Letras, 2017.

[13] Umberto Eco, O fascismo eterno, SP/RJ, Record, 2018.

[14] Umberto Eco, O fascismo eterno, SP/RJ, Record, 2018, p. 40.

[15] Umberto Eco, O fascismo eterno, SP/RJ, Record, 2018, p. 41.

[16] Umberto Eco, O fascismo eterno, SP/RJ, Record, 2018, p. 43.

[17] Exposición oral en el evento virtual «Porque o fascismo ataca as ciências?» día 28/01/2022, promovido por el PUD, con apoyo de la FREDUC, y disponible en el canal de YouTube de los Psicanalistas Unidos pela Democracia.

[18] Ídem.

[19] Exposición oral en evento virtual «Porque o fascismo ataca as ciências?» día 28/01/2022, promovido por el PUD, con apoyo de la FREDUC, y disponible en el canal de YouTube de los Psicanalistas Unidos pela Democracia.

[20] Ídem.

[21] Sigmund Freud. Reflexões para o tempo de Guerra e Morte (1915), in Coleção Standard das Obras Psicológicas Completas de Sigmund Freud, RJ, Imago, 1976, vol. XIV, p. 324.

[22] Sigmund Freud. Reflexões para o tempo de Guerra e Morte (1915), in Coleção Standard das Obras Psicológicas Completas de Sigmund Freud, RJ, Imago, 1976, vol. XIV, p. 325.

[23] Sigmund Freud, Psicologia das Massas e Análise do Eu (1921), in Coleção Standard das Obras Psicológicas Completas de Sigmund Freud, RJ, Imago, 1976, vol. XVII, p. 89-179

[24] O Gattopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957).

[25] Jacques Lacan, O Seminário, livro 17: o avesso da psicanálise (1969-1970). RJ, Jorge Zahar, 1992.

[26] Franz Fanon, Pele negra, Máscaras Brancas, Salvador, EDUFBA, 2008.

[27] Boaventura de Sousa Santos en exposición oral en el evento virtual: «Porque o fascismo ataca as ciências?», día 28/01/2022, promovido por el PUD, con apoyo de la FREDUC, y disponible en el Canal de YouTube de los Psicanalistas Unidos pela Democracia.

[28] aventura de Sousa Santos. O fim do Império Cognitivo: a afirmação das epistemologias do Sul. BH, Autêntica, 2019.

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