Jorge Foa Torres (CONICET-UNVM-UNC-TeCMe) y Natalia Magrin (UNVM- TeCMe)
La ciencia es animada por algún misterioso deseo, pero ella, al igual que el inconsciente, tampoco sabe qué quiere decir ese deseo. Jacques Lacan La ética del psicoanálisis, 1960.
En este trabajo nos proponemos dar cuenta de ciertas condiciones de posibilidad e imposibilidad del trabajo del investigador/a en nuestro tiempo. Claro que aquí no partimos de reducir la labor de investigación a un sentido tecno-científico sino a considerarla como una tarea susceptible de no ser plenamente capturada por la demanda del Otro, es decir por el imperativo del circuito capitalista. Para ello comenzaremos por precisar algunos rasgos fundacionales de la época de la técnica en relación al sujeto del inconsciente y lo inabarcable inaccesible a la ciencia. Luego identificaremos algunas consecuencias estructurales del ascenso de la técnica en el terreno de las memorias y la política. Finalmente, bosquejaremos algunos modos aún posibles de la investigación, en términos generales, fundada en el reconocimiento de la imposibilidad de todo metalenguaje pretendidamente pleno y, más puntualmente, siempre atravesada por el goce y el deseo del sujeto que investiga.
Ciencia y Técnica: acerca de lo imposible en juego o lo inabarcable inaccesible
La caída de los grandes relatos y de las referencias tradicionales de autoridad caracterizan a la época de la técnica (Martin Heidegger) o del (pseudo) discurso capitalista (Jacques Lacan). La ciencia no ha estado ajena a estas transformaciones, sino que ha pasado a estar subordinada al empuje de la técnica moderna. Para el filósofo alemán la técnica moderna se distingue de la técnica antigua –y de otras formas de la técnica– por ser la única apoyada en la ciencia moderna. En tal sentido, la ciencia moderna se constituye en teoría que busca asegurar lo real: “La ciencia pone lo real. Lo pone de manera tal que se presente lo real en cada caso como efecto, a saber, de apreciables [supervisables] consecuencias de determinadas causas” (2007: 170). De tal modo, la ciencia moderna parece fundarse en la represión o negación de aquello del orden de lo sinsentido.
Por lo tanto, la ciencia no piensa, en el sentido de que es incapaz de advertir “si la naturaleza a través de la objetidad más bien se retrae que hace aparecer su escondida plenitud esencial” (2007: 178), es decir-la ciencia no puede abordar su propia esencia, no puede acceder a lo inabarcable inaccesible de su esencia. En la física, en cuanto objetivación, impera lo inabarcable inaccesible, como asimismo en la psiquiatría que concibe la vida psíquica humana “desde la objetidad de la unidad corporal-espiritual-psíquica de todo el hombre”, por lo que “El ser-ahí [Dasein] en donde ec-siste el hombre en cuanto hombre, queda como lo inabarcable para la psiquiatría” (2007: 178). De esta manera la ciencia no se recluye en un campo de pura impotencia sino que, por el contrario, se asegura de tal modo “la posibilidad del acceso a una determinada región de objetos” (2007: 270).
Ahora bien, el trastocamiento que estructura nuestra época es que la ciencia moderna ha pasado a estar al servicio de la técnica moderna. Lo que a simple vista aparece como meramente aplicable pasa a conducir a la ciencia básica:
porque la esencia de la técnica moderna reposa en lo dis-puesto, tiene que aplicar la ciencia natural exacta. De eso surge el engañoso parecer que la técnica moderna es ciencia natural aplicada. Este parecer puede mantenerse mientras no se haya indagado suficientemente ni el origen esencia de la ciencia moderna ni la esencia de la técnica moderna (2007: 138).
En tal sentido, la esencia de la técnica moderna reside en un “poner a la naturaleza”, en un desocultar que no deriva en un pro-ducir sino en un provocar a la naturaleza. Y con este desocultar el hombre puede concebir e impulsar tal o cual objeto y método científico aunque él mismo está siempre-ya provocado y establecido por el modo técnico del desocultar:
cuando el hombre que investiga y considera, pone la naturaleza como recinto de su concebir, entonces está ya reclamado por un modo del desocultar, que le pro-voca a considerar la naturaleza como un objeto de investigación, hasta que el objeto desaparece también en lo sin-objeto de lo constante (2007: 133).
El destino del desocultamiento propio de la técnica moderna implica El Peligro –con mayúsculas– de que el hombre mismo pase por alto la interpelación provocante que lo emplaza. La desaparición del objeto en lo constante es posible, por lo tanto, sólo a partir de la renegación del sujeto que investiga:
La amenaza no le viene al hombre principalmente de que las máquinas y aparatos de la técnica puedan actuar quizás de modo mortífero. La más peculiar amenaza se ha introducido ya en la esencia del hombre. El dominio de lo dis-puesto amenaza con la posibilidad de que el hombre pueda rehusarse a retrotraerse a un desocultar más originario y así negarse a experimentar el aliento [llamada] de una verdad más inicial (2007: 145).
Esta “metamorfosis de la ciencia en técnica”, en palabras de Jorge Alemán, implica que mientras en la ciencia moderna el sujeto permanece excluido o reprimido en la técnica “el saber se anuda en la pulsión de muerte” y se apoya en la supresión del sujeto. Como señalan Alemán y Larriera: “si la ciencia supone un sujeto sin goce, la técnica rechaza al sujeto” y el retorno reside “en la forma perversa del sujeto-amo capitalista” (2007: 181). En tal sentido, la técnica para Alemán es una “ontología del ser en la época de su olvido consumado, “el olvido del olvido” o si se quiere el olvido como forclusión en su sentido lacaniano” (2010: 52). De tal modo, la técnica que se desentiende del sujeto y el goce “pretende operar en el campo de la relación sujeto-objeto sin castración” (Alemán & Larriera, 2007: 181).
En definitiva, con Heidegger y Alemán podemos advertir que con el ascenso de la técnica lo que está en juego es todo un cambio de época que con Jacques Lacan tomará el nombre de (pseudo) discurso capitalista. Ahora bien ¿de qué manera nos es posible precisar las implicancias que conlleva el empuje técnico a la supresión del sujeto del inconsciente? ¿De qué modo el mandato técnico es capaz de trastocar a los discursos, es decir al lazo social, en nuestro tiempo? ¿Qué lugar(es) son aún posibles para la política y las memorias?